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La Revista de ABC nació el 8 de enero de 1978 y la rata dos años después empezó a ocupar escondida hacia las últimas páginas, tímidamente y luego muy lista, de la mano del arquitecto y artista plástico Julio González. El cierre del diario fue fatal para la rata.
Pero hacia 1990 la adoptó y rescató del olvido su fanático seguidor Carlos Sosa, quien la recibió en herencia de su creador “en solemne, pero sencilla ceremonia” en torno a la mesa del bar La Familia, sobre la calle Tacuary, en una noche de bohemia en que Caló conoció al inventor.
Es posible que en el nacimiento del pintoresco personaje confluyeran varias situaciones marcadas por los tiempos de Alfredo Stroessner en que los periodistas no podían expresarse libremente, pero sí lo intentaban decir a través de la inocencia de un personaje como la rata.
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Tal vez nació en respuesta a esa necesidad, creen algunos, sin que haya habido un acontecimiento que desencadenara en forma directa su creación, pero otros atribuyen a una reacción y sorna hacia los dichos del temible ministro del interior Sabino Augusto Montanaro, que en ocasiones se refería al diario ABC Color como un “nido de ratas”, frase varias veces reproducida en La Voz del Coloradismo contra nuestro diario.
Durante los cinco años de cierre de ABC Color (1984-1989) la rata, como señalamos, había pasado a cuarteles de invierno y prácticamente desapareció. Incluso, Caló menciona que había cierta resistencia a que reapareciera y continuara en los nuevos tiempos, pero él se empeñó en tenerla e impulsarla.
“Cuando fue creada la rata yo tenía entre 11 y 12 años. Siempre le tuve simpatía y especial aprecio como personaje. Por eso, cuando tuve la oportunidad comencé a sacarla a pedacitos, detrás de algo, oculta, asomando la nariz, la colita o de repente salía un ojo y después empecé a hacerla más visible. En sus orígenes ella siempre estaba con la mitad del cuerpo en un pozo, en una especie de bache. Tampoco tenía pies y era muda. Solo tenía pensamientos reflejados en imágenes... Mostré sus pies, le puse parlamento y le di como un estilo más moderno”, memora Caló.
La rata también se modernizó: “La hice más versátil, se disfraza, tiene vestimentas de diferentes tipos, de acuerdo a la ocasión. También la saqué de la Revista Dominical, donde aparecía exclusivamente, y la empecé a poner en las diferentes secciones del diario que me toca ilustrar. Tal es así que actualmente está en todos lados y es un personaje bastante emblemático de ABC”.
Las primeras ratas de Julio González comenzaron a aparecer en la revista en febrero de 1980 y su última aparición fue el 22 de enero de 1984. Al reaparecer la revista el 26 de marzo de 1989 volvió con los antiguos dibujos de Julio, hasta que cayó en manos de Caló aquella noche bohemia de 1990 en la que se había dado el traspaso oficial. A partir de allí adquirió vuelo propio y empezó a reinar.
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Comienzo fortuito con el gallo
Los inicios en ABC de uno de los dibujantes más famosos del Paraguay fueron totalmente fortuitos como lo confiesa: “Estaba trabajando en una publicitaria cuando viene el golpe de Estado y se reabre el diario. Entonces fueron llamados por lista todos los que pertenecían al staff antes del cierre. Uno de ellos era mi compañero en la publicitaria Marcial Orué, jefe de coordinación y también fotomecánico de ABC. Me invita a venir con él al diario, seguro de que me iban a contratar. No tan convencido, le decía que estaba muy bien en la publicitaria en un ambiente muy tranquilo y más parsimonioso que en un diario. Pero tanto me insistió que lo acompañé y entramos al diario por la sala de máquinas. Estaba poniendo a punto la impresora cuando Orué me dice: ‘A aquel señor que está allá se le dice Gallo, hacele un poco un dibujo’”.
Sin dudar, Caló le hizo caso: “Le dibujé el rostro con un cuerpo de gallo en un papel de diario en blanco que estaba en el piso. Y ese dibujo alguien lo subió hasta la redacción. Al rato me hacen llamar de la administración. Y gracias a ese dibujo me quedé en ABC como practicante”.
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Carlos Sosa ya acumulaba una larga carrera en el oficio de dibujar, tarea que comenzó a los 4 años. Al iniciarse en el diario, como venía de la publicitaria, “tenía mucha cancha” en cuanto a ilustración, separación de colores, porcentajes y otras habilidades adquiridas en la imprenta.
Pese al rótulo de “practicante”, sus dibujos empezaron a salir en tapa gracias a que estaba habituado a pintar con aerógrafos y hacía muchas cosas que para la época eran muy apreciadas. Pasaron 33 años y no ha parado de dibujar.
Firma registrada y primer dibujo
“No recuerdo exactamente desde cuándo comencé a firmar como Caló. En principio, firmaba Carlos en honor a Los Carlos, del golpe de 1989 y por la coincidencia de mi nombre. En qué momento lo transformé al guaraní Caló no recuerdo, pero hoy soy más conocido así que por mi nombre de pila”, comenta.
El primer dibujo de Carlos para la Revista Dominical ilustró un artículo sobre la noche de la Candelaria escrito por el gran periodista Juan Bautista Rivarola Matto. “Para mí fue algo irreal que se publicara mi dibujo por primera vez en un medio tan importante como ABC Color, nada menos que en la revista y con un tiraje que superaba los 100.000 ejemplares. Fue tanta la ansiedad que me quedé a esperar la impresión a la 1:00 o 2:00 de la madrugada al lado de la máquina”, recuerda.
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“De la emoción no me percaté siquiera del ruido de la rotativa que por poco quedé sordo, porque allí usan unos auriculares para protegerse los oídos. Fue una experiencia inolvidable, ese primer dibujo en la revista”, cuenta con un tono lleno de nostalgia.
Dibujos que trajeron cola
Entre los miles de dibujos de Caló, recuerda algunos por la reacción que generaban. La mayoría de los dibujos relacionados con elecciones y encuestas siempre traían cola, reconoce Caló.
“Una vez puse dos candidatos a caballo. A uno de ellos dibujé con el casco de la pata un poquitito levantado sobre la línea de salida, entonces daba la impresión de que quedaba un poco más adelantado que el caballo de su rival. Ni bien se publicó me llama un senador a preguntar: ‘Caló, decímena que esa pata que está levantada es señal de que estamos ganando en las encuestas’ a lo yo le digo: ‘Senador, yo no sé nada, yo solo levanté esa pata para que se vea diferente nomás al caballo de al lado’. Me dijo ‘nooo, me estás jodiendo’”.
Para Caló es hasta curioso que la gente se fije en los mínimos detalles y que una señal tan pequeña como un movimiento de pata hacía que la gente pensara que se trataba de una señal en las encuestas.
Otra vez –prosigue Caló– dibujó al personaje equivocado cuando cayó de un escenario. “Era un político y en esa época nos bajaban la foto impresa del Archivo para tener los rasgos. Yo solamente tenía el nombre del político, pero no lo conocía. Me trajeron la foto de un señor de apellido Pallarolas a quien lo dibujé. Salió en la revista cayéndose del escenario sin ningún dato que referenciara el nombre. Al día siguiente llama la hija y me dice: ‘El que se está cayendo del escenario es mi papá, y él no tiene nada que ver en política’. Fue una pifiada porque me pasaron la foto equivocada. En fin, pasaban cosas así”, dice entre risas.
Para Caló es inexplicable cómo una caricatura o un dibujo genera simpatía antes que molestia por más embarazosa o enojosa sea la situación que se ilustra. ¿Por qué nadie se enoja con el dibujo? “Supongo que debe ser más que nada por no quedar en ridículo molestándose por una caricatura. Mis dibujos se aprecian al punto de que algunos políticos quieren tener los originales. Un veterano senador ha decorado su fiesta de cumpleaños con dibujos míos, preparó souvenires y hasta calendarios para sus invitados. La verdad que no sé cómo explicar ese fenómeno, pero nunca ha motivado un enojo, una crítica o una amenaza. Por el contrario, parece que les gustan ser caricaturizados”.
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Una habilidad desde la niñez
Carlos Sosa Sanabria nació en Puerto Casado el 6 de octubre de 1967, en el seno de la familia conformada por don Félix Sosa Portillo y Carmen Luciana Sanabria León. Habían transcurrido apenas dos meses de la aparición de ABC Color.
Desde muy pequeño demostró habilidades para dibujar, lo que atribuye al haber visto a su padre cuando dibujaba. “Mi papá enseñaba dibujo en Puerto Casado, en el Colegio Juana María de Lara, y traía los exámenes para corregir en casa. Yo veía eso y me gustaba. Dibujaba por todos lados y hacía muñequitos de papel recortando las figuritas. Me nutría con los personajes de Disney, de la revista Dartagnan, Nippur, El Tony y otros. Todos los materiales que llegaban en esa época a Puerto Casado me ayudaron muchísimo. Pero fue mi papá el que realmente me inspiró y su hermano, mi tío Víctor, el que me enseñó a dibujar”.
Caló recuerda como ayer aquel primer dibujo que aprendió a hacer académicamente en una pizarra de la mano de su tío Víctor en la lejana localidad chaqueña. “Me enseñó los trazos de Charlie Brown, el personaje de Charles Schulz, dueño de Snoopy. Fue el primer personaje que aprendí a dibujar. Y no paré más. Dibujé durante toda la escuela y el colegio. Era siempre el elegido a la hora de pasar a la pizarra en las clases de Artes Plásticas. Me pasaba haciendo los trabajos de mis compañeros a tal punto que yo no entregaba los míos y me aplazaron en la materia, por no haber entregado el trabajo. Mis compañeros de colegio pueden dar fe de eso”, recuerda entre risas.
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Autodidacta
Caló comenzó a dibujar desde muy joven, pero nunca estudió ni siguió la carrera de dibujo. “Solo estudié pintura sobre tela con unas monjas en una parroquia de Fernando de la Mora. Fue lo único. Nunca estudié dibujo y siempre logré los míos observando a los grandes exponentes. Uno de mis predilectos es Quino, aunque también me gustan los dibujantes europeos. De Disney aprendí a dibujar las manos, cosa que no es nada sencillo. Dibujar manos es lo que más le complica a la gente que estudia dibujo”.
A los 55 años, Caló subraya que el dibujo le ha dado grandes satisfacciones. “Mentiría si dijera que soñé alguna vez con trabajar en un medio tan importante como ABC. No me veía más allá de la publicidad. En el diario se me abrió el panorama hacia la caricatura política y el humor, que le dicen a lo que hago, aunque yo no lo considero humor, sino crítica ácida. Llegar a ilustrar las páginas de un periódico tan influyente en la opinión pública jamás me lo imaginé”.
Hoy por hoy, Caló lleva 33 años dibujando todos los días de su vida para el diario y la revista: “Trato de no calcarme, no copiarme, no repetirme, intento ser creativo y llegar con el mensaje a los lectores. Es mucho tiempo, es mucho camino. Pero solo me ha dado satisfacciones, viajes, conocer gente, compartir con personas de las que realmente he aprendido mucho. La vida ha sido muy generosa conmigo y todo gracias a esta profesión que abracé desde muy niño”.
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La gente creía más a la rata que a la policía
Marilín Parini, durante mucho tiempo directora de la Revista Dominical, recuerda que la rata tenía su sección y llegó a ser tan famosa y leída que en una ocasión el director de Identificaciones de la Policía la llamó a reclamar un error cometido por la rata.
La cuestión fue más o menos así. Identificaciones tenía sus móviles que salían para hacer las cédulas. Se informó un determinado lugar, pero erróneamente la rata comunicó en su página otro sitio. Muy poca gente tuvo en cuenta la circular policial sobre el lugar donde estaría el móvil y fue en masa al sitio que indicó la rata.
“Me llama el director de Identificaciones, Salim Yubi, a preguntar ‘¿quién es la rata?’. Yo le respondí: ‘la rata es el espíritu de la revista’, con lo cual se dio cerrado el caso. No tenemos la culpa de que la gente siguiera tanto a la rata. Hasta pensé que esa llamada era un chiste, pero es un hecho real que sucedió”, cuenta Marilín, quien entre conversaciones con el alto jefe policial entabló una buena amistad.
“El creador Julio González tenía mucha chispa y era muy ingenioso. Se le dio el nombre de un personaje a elegir y él optó por la rata. No estoy segura de que haya sido respuesta a Montanaro”, refiere.
Se había ido a España y no regresó, por eso la rata dejó de salir un tiempo, aunque muchos creyeron que había muerto. Pero Caló la rescató y manejó a la perfección. Le dio todo lo necesario para sobrevivir y tener vigencia.