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“Navidad es llenar con luces blandas la penumbra de todo ser humano”. José Luis Appleyard (1927-1998), abogado y escritor paraguayo.
“Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tantos estruendos de cometas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores…”. Gabriel García Márquez (1927-2014), escritor colombiano.
“Por Navidad, todo el mundo invita a sus amigos y la gente no se preocupa mucho por el tiempo que haga, aunque sea muy malo”. Jane Austen (1775-1817), escritora británica.
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“La Navidad no es un acontecimiento, sino una parte de su hogar que uno lleva siempre en su corazón”. Freya Stark (1893-1993), exploradora y escritora británica.
Dos milagros de Navidad
El rescate de los Andes: el 13 de octubre de 1972, el avión de la Fuerza Aérea de Uruguay se estrelló en una de las zonas más inhóspitas e inaccesibles de la Cordillera de los Andes, con 45 personas a bordo, incluidos la tripulación y los miembros del equipo de rugby Old Christians Club, junto con algunos de sus familiares y amigos. Un error fatal del copiloto del avión provocó el accidente del vuelo 571 al pensar que ya habían llegado a su destino en Curicó, Chile, e inició la maniobra de aterrizaje.
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Las malas condiciones climatológicas, las turbulencias y la falta de potencia del aparato completaron el desastre. La aeronave chocó contra una montaña y perdió las alas y la cola, el resto del fuselaje se precipitó ladera abajo hasta un glaciar, a 3.500 metros de altura, en la frontera entre Argentina y Chile.
El impacto causó la muerte de 11 personas –8 pasajeros y 3 miembros de la tripulación–. La tragedia inspiró la película Viven. El 23 de diciembre, 16 supervivientes lograron ser rescatados. El milagro de los Andes maravilló al mundo entero y, sin duda, es todo un hito de supervivencia.
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La tregua de Navidad: durante la Primera Guerra Mundial, en la Nochebuena de 1914, los soldados aliados empezaron a divisar pequeñas luces a lo largo del frente de guerra alemán. Sin embargo, lo que presagiaba el reinicio del ataque de las tropas alemanas, fue una señal de concordia. En la madrugada, los aliados recibieron la orden de alistarse para ir hasta la línea de fuego.
Al llegar, les llamó la atención que no había disparos de ninguno de los bandos. La desoladora imagen de esos campos de Flandes, agujereados por los bombardeos, era comparada con el paisaje lunar. Pero la mañana del 25 fue más rara aún: los soldados alemanes comenzaron a cruzar hasta las trincheras pertrechados nada más que con abrigos y banderas blancas, mientras repetían palabras en inglés: “No disparamos ni trabajamos hoy”.
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Entonces un soldado alemán dio una patada a un balón como toda invitación para zanjar las diferencias con goles. Vinieron las fotografías. El intercambio de recuerdos. También se celebró una misa en latín. Ni la dureza del terreno ni las inhumanas trincheras impidieron que sirvieran por unas horas como un centro de confraternización. Un milagro en el día de la Navidad.
Fuentes: proverbia.net/ / www.zendalibros.com/ / es.euronews.com/ www.elmundo.es