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Gregorio Gómez Centurión (84) cuenta que en 1983 fue al terreno donde se halla asentada su actual casa y aquello era un gran vacío, un kokuere, un barbecho donde antes se cultivaba mandioca. La puesta en marcha de plantaciones de limón también hizo que el paraje quedara deforestado masivamente. A su llegada, Guazú Corá, Villeta, estaba con el suelo totalmente desnudo, nada de plantas que lo abrigaran. Hoy la realidad es totalmente diferente, debido a la creación de otras fuentes de trabajo, en industrias, por ejemplo. Antes de 1960 la única actividad para la gran mayoría de los pobladores era ir a juntar algodón al Chaco argentino, aparte de que la gente se dedicaba a cortar caña de azúcar en invierno.
Gregorio manifiesta que desde que está ahí, con su familia se dispusieron a plantar mangos, mandarinas y otros árboles frutales.
Hoy sobresalen algunas especies del lugar, como una grandiosa planta: el árbol de guapo’y, parecido al gomero. “Seguramente en 1943 la persona que vivía acá amansaba novillos bravos para entrenar como bueyes, y decidió poner tres postes de guapo’y. Uno se perdió, y los otros dos de los que eran postes están convertidos en estos”, señala con cariño hacia los grandes árboles que dan una impresionante sombra en su propiedad.
Poesía, antropología y lengua
Actualmente me consideran como poeta, menciona Gómez, quien aclara que es autodidacta en todo lo que sabe. Está especializado en antropología y etnografía guaraní.
Como parte de las Ligas Agrarias Cristianas estuvo en San Isidro del Jejuí, una comunidad de San Pedro que fue atropellada, sitiada y dispersa en 1975, comenta. También trabajó de cerca con el antropólogo que dirigía el proyecto paĩ tavyterã de aquella época, que consistía básicamente en la legalización de tierras e incluía programas de salud, desarrollo agrícola y educación para la comunidad. Los paĩ tavyterã se encontraban en gran parte en Amambay, pero también en Concepción y en San Pedro; y fue para cubrir el área de educación que, tanto Gregorio como su esposa Cristina Olazar –de vasta experiencia como maestra rural en Horqueta–, fueron llamados. Hasta ese momento el paĩ tavyterã era un pueblo oral –recalca– y el programa de educación consistió en la alfabetización de los mismos. “Mi lengua materna es el guaraní, y cuando encontré que había un guaraní diferente al que yo hablaba, me interesé por el lenguaje cotidiano que ellos tenían”.
Tres lenguajes
En la cultura de estos nativos existen tres lenguajes: el coloquial (que se habla en la familia), uno ceremonial, que solo hablaban los jefes religiosos en sus asambleas, y el guaraní paraguayo, para hablar con el entorno.
Para que estos conocimientos no se perdieran, un libro fue lanzado el pasado año para el rescate y análisis comparado del vocabulario paĩ tavyterã y guaraní con significados en castellano, y también cuenta con la fonética explicada. Fue elaborado por Gregorio y Celeste Escobar. “Mi contribución a este material es mucha materia prima, mucho material, y Celeste es la que construía la casa”, dice.
Casi ocho años de convivencia con el pueblo paĩ tavyterã se ven reflejados en el libro. “Así como el guaraní es en cierta forma invadido por el castellano, también el guaraní paraguayo invade a las lenguas indígenas, como al dialecto paĩ tavyterã. Lo usan más porque el guaraní paraguayo les es más práctico. Hay un debilitamiento de la lengua paĩ, es un idioma que se está perdiendo”, fundamenta. “Son los hablantes los que mantienen, mejoran, aumentan o dejan morir una lengua”.
Entre un idioma y otro las diferencias son bastantes; hay una mayor suavidad fonética en la lengua paĩ que en el guaraní paraguayo. “Pero excepto la parte del guaraní ceremonial, una persona que hable muy bien el guaraní paraguayo puede entender el paĩ”, precisa.
Los jóvenes paĩ –comenta– hoy hablan más el guaraní paraguayo, o el castellano, o inclusive el portugués, ante lo que surge el interés por mantener al menos a nivel teórico la lengua. El texto lanzado es un intento de rescate de la cultura, y presenta una descripción y particularidades de la lengua paĩ, origen etnográfico y mítico, contexto sociocultural, entre otros aspectos, además de imágenes ilustrativas.
La lengua como conector a las raíces identitarias
La lingüista antropóloga Celeste Mariana Escobar Imlach se sintió llamada a realizar este material durante el trabajo de campo en rondas de mates madrugadores en torno al fuego: “Conversando con ancianos y ancianas paĩ surge el tema de que su lengua se va perdiendo para las nuevas generaciones”.
Cuenta que para ella, el mundo de la lengua, siendo migrante y teniendo una abuela monolingüe guaraní, siempre fue una forma de abrirse camino, una forma de supervivencia y un legado. “Gracias a mi abuela yo hablo guaraní, y eso está arraigado a mis raíces”.
Recuerda una conversación que había tenido con ella siendo aún muy niña; su abuela le había manifestado una gran tristeza por no poder comunicarse debidamente con todos sus nietos, ya que no hablaba español y ellos no hablaban guaraní. Eso se había quedado grabado en su memoria y resonó en ella cuando los ancianos paĩ le manifestaron una preocupación similar.
En 2008 tuvo un primer contacto con los paĩ. Fruto de la convivencia con ellos nació este trabajo de estudio, luego de vivir con varias familias diferentes dentro de las comunidades. En México defiende su tesis sobre la lengua paĩ en 2016 y más tarde comienza a trabajar con don Gregorio.
También rescata sobremanera la convivencia con los niños paĩ durante sus juegos, en los que tuvo un estudio sistematizado con ellos. Tener que cuidar a su hijo pequeño en este tiempo de registro hizo que Celeste pasara mucho tiempo con los niños paĩ y prestara atención a cada detalle de la forma de comunicación entre ellos, a la manera de aprender su lengua y socializar en ella.
“Lo que me maravilló de los paĩ es la cantidad de sonidos; para un lingüista, poder captar nuevos fenómenos o cuestiones interesantes, particulares, en una lengua en la que uno se está sumergiendo, es maravilloso, fascinante”, afirma.
Poder comparar el fenómeno fonológico con lenguas indígenas de México, país en el que realizó su especialización, fue algo impresionante, recuerda. Su propósito es que se visibilice, se promocione, se defienda, se respete y se siga transmitiendo a las siguientes generaciones las lenguas indígenas. El aporte de la nasalidad paĩ es sumamente importante para la familia tupí guaraní de América del Sur, asegura.
Interés lingüístico y cultural
El libro es el resultado de un proyecto que fue adjudicado por la Secretaría Nacional de Cultura a través de la convocatoria 2021 del programa Fondos de Cultura para Proyectos Ciudadanos - Concursable.
El material se distribuyó en las principales comunidades, para conservar el registro escrito de su lengua. La obra fue declarada de interés lingüístico por la Secretaría de Políticas Lingüísticas, así como de interés cultural por la Secretaría Nacional de Cultura.
Además, se declaró como Patrimonio Cultural Inmaterial Nacional a los “Saberes culturales del Pueblo Paĩ Tavyterã de las comunidades de Yvypyte (los paĩ de alrededor o provenientes de la zona próxima a Jasuka venda) y Mberyo (los paĩ de alrededor o próximos a la zona del río Aquidabán); el ritual del kunumi pepy con su mborahéi puku; los saberes del ritual del avati kyry; saberes medicinales y partería tradicional; las técnicas artesanales y los saberes del mandyjy guasu o algodón silvestre. En el ámbito de los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo; sociales, rituales y actos festivos; las técnicas artesanales tradicionales”.
Encerrado en su propio nombre
A propósito del Día del Árbol, sobre la etimología de la palabra guapo’y, don Gregorio refiere que en guaraní indígena el gua, guo, guy equivale a la “i” del guaraní paraguayo, y a “su” del castellano; es decir, indica posesión. “Entonces, guapo’y significa: “guapo” es su raíz, y “y” se traduce en tronco, mata. Hay muchas plantas que terminan en “y”, y significa “planta de”, aclara y ejemplifica con otros nombres como karanda’y: planta de karanda; mbokaja’y, hoy mbokajamata en guaraní paraguayo, que significa planta de mbokaja. Por lo tanto, guapo’y significa que la raíz es su tronco.
El paĩ tavyterã, el mbya, considera que nosotros somos parte de la naturaleza, y los árboles tienen alma; también los animales tienen alma, ã, y nosotros tenemos tres almas, relata el antropólogo. Acompañado de esta naturaleza que lo inspira, Gregorio también se deleita pasando el tiempo con la familia, y comenta que sus hijos Daniel, José Gaspar y Claudio ya son todos mayores y no están mucho en casa, pero sus pequeños nietos y su nuera Carolina alegran sus días.
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E-mail: cemaes-py@yahoo.com