El monte le contó una historia y ella supo escuchar

Paz Encina se “encontró” con EAMI, una película que no estaba planeada. Buscando una “historia de amor convencional” halló en la comunidad de los ayoreo-totobiegosode una historia de luchas por esa tierra amada, una historia de desterrados, de luchadores, de personas a quienes se les arrebató eso amado y sagrado. Encontró dolor e injusticias. La cineasta paraguaya habló con ABC Revista sobre el proceso del filme y también sobre nuestro cine.

Paz Encina hace un retrato visual y sonoro poderoso de la historia que encontró al llegar hasta los ayoreo-totobiegosode.
Paz Encina hace un retrato visual y sonoro poderoso de la historia que encontró al llegar hasta los ayoreo-totobiegosode.

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EAMI significa “bosque” en ayoreo. También significa “mundo”. El pueblo indígena ayoreo-totobiegosode no hace distinción: los árboles, los animales y las plantas que los han rodeado durante siglos son todo lo que conocen. Ahora viven en un área que experimenta la deforestación más rápida del planeta”, reza la sinopsis de la nueva película de Paz Encina.

El monte le contó una historia y ella supo escuchar, la gente le mostró sus memorias y ella terminó devolviéndoles su parte de amor con lo que sabe hacer: cine, no esperando poder cambiar nada, pero estando segura de que EAMI va a llegar a quien deba hacerlo.

Estrenada mundialmente en el Festival Internacional de Cine de Róterdam a comienzos de año y el pasado 17 de mayo con una Avant premiere en los cines de Paraguay, EAMI ya ha conquistado no solo premios importantes como el Tiger Award o la Mejor Dirección en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), sino también ha tocado a la gente. Críticos especializados y también el público que fue a verla ha salido conmovido.

La película sigue en cartelera en cines de Paraguay y también continúa su viaje por el mundo, para que esta historia contada desde el trance de una niña entre el dolor y la sanación, pueda hacer su propio viaje hacia el interior de las personas.

Paz Encina retrata con sutileza un momento fuerte como lo es un trance.
Paz Encina retrata con sutileza un momento fuerte como lo es un trance.

-¿Cómo empieza el proceso de una nueva película?

-Una película en sí lleva muchos años y en esos años ya te viene lo nuevo que querés hacer, porque tampoco uno es el mismo a los 25 que a los 30. Uno madura. En esa transición te pasan muchas cosas a nivel personal y ahí ya viene la siguiente película, entonces yo creo que uno termina y ya está siempre la otra puerta. Al terminar una película uno ya se siente viejo en esa película.

-EAMI tiene, nuevamente, muy presente ese componente de la memoria.

-La memoria para mí es algo estructural. Yo nazco dentro de una familia opositora durante la dictadura, mi papá era opositor, estuvo exiliado dos veces, estuvo preso muchas. Para mí recordar es parte de una educación, no es algo que decidí, es algo que siempre pensé que tenía que hacer.

-Tu generación fue como “heredera” de esta transición de la dictadura a la democracia.

-Un poco sí, pero también mi generación fue muy silenciosa. Eso es algo que me quedó… no hicimos mucho, no hablamos mucho de lo que teníamos que hablar, es una generación que quedó muy rezagada. Siempre pienso que hay una deuda muy grande que tiene mi generación con respecto a la dictadura. También hay muchas familias que no quieren hablar del tema porque están implicadas de alguna u otra manera.

-En esta transición tuya aparece el cine pero antes estudiaste música.

-Eso para mí es determinante porque yo empiezo a escribir los guiones desde el sonido. Me pueden venir imágenes, pero en realidad lo primero que me viene de una película son los diálogos: ¿de qué se quiere hablar? ¿de qué hablan los personajes y quiénes son y qué sienten? Es lo primero que me importa. Siento como que tengo a la banda sonora como si fuera un pentagrama y empiezo así una película. Es como una estructura de pensamiento que se me queda a partir de que yo era muy chiquitita cuando empiezo a estudiar música y es una gran herencia que tuve de la música.

Porai Picanerai con el Tiger Award, cuando EAMI fue proyectada en el Chaco semanas atrás.
Porai Picanerai con el Tiger Award, cuando EAMI fue proyectada en el Chaco semanas atrás.

-¿Cómo empieza, entonces, la composición de EAMI?

-EAMI me aparece al final de “Ejercicios de memoria”. Yo pensé que iba a ser un ensayo cinematográfico y estaba buscando además una historia de amor convencional de un chico que se enamora de una chica. Un amigo mío me dice “yo sé dónde está esa historia y sé que te va a gustar”. Yo no tenía pensado trabajar con indígenas y no era una idea mía para nada. Voy a la comunidad buscando esa historia, pensando: “recopilo y vuelvo”. Ahí me dicen ellos: “sí, esa historia de amor existe, pero a nosotros nos interesa hablar de otra cosa”. Les pregunto de qué que quieren hablar y me dicen, y era de lo que yo vengo hablando en todas mis películas: de la diáspora, del exilio, de la pérdida. Me proponen, digamos, hacer una película y empezar a hablar de esto.

-Te fue llevando.

-Te va llevando, no es algo que está en tus manos directamente. Hay un lugar por el que te lleva el guion, hay un espacio y un camino donde pensás que tenés el control. Yo la verdad no lo tenía ni un poquito claro. Pero se va tejiendo, porque yo no pensaba en ciertas imágenes, no pensaba en una cantidad de cosas que se fueron dando más allá de mi voluntad.

La mirada puesta en los detalles, porque hasta el más mínimo es pieza fundamental de la historia.
La mirada puesta en los detalles, porque hasta el más mínimo es pieza fundamental de la historia.

Todos somos el otro

-¿Cómo es contar entonces la historia de otros?

-La primera historia que yo cuento en largometraje es la de dos campesinos que esperan a un hijo y yo no vivo en un ambiente campesino, y después tampoco soy la hija de un desaparecido que es el tema de “Ejercicios de memoria”. “Veladores” sí tiene que ver más con mi historia, pero yo siempre siento que a mí lo que me importa es la condición humana y que todos pasamos por una pérdida, todos tuvimos un desarraigo, todos tuvimos algo que tiene que ver con el dolor del otro también.

-Encontrás ese punto en común.

-Sí, y eso es lo que a mí me importa porque por más que yo te cuente la historia de dos padres que están esperando a un hijo yo quiero que vos en algún momento te sientas esos dos padres, que esa película habla de vos también. Yo siempre trato de abrir una trama y universalizar todo lo que puedo. Siempre somos el otro, pero el otro también siempre es nosotros.

-¿Cómo fue el trabajo en la comunidad?

-Para mí el relacionamiento con ellos fue como un relacionamiento con cualquier persona y hay personas que son transformadoras en tu vida. La cosmovisión que ellos tienen del mundo fue algo que a mí me pareció increíble, fue lo que me dio mucha curiosidad. Es cierto que estamos en condiciones sociales se puede decir distintas, es verdad eso, te genera mucha culpa y angustia también. Hace poco estuve en la comunidad para mostrarles la película y fue el cierre de seis años de relación mía y de José Elizeche, que fue quien me acompañó fuertemente en todo con la comunidad, y me entró como una tristeza muy grande, también el saber que uno hace una película y sabe que no va a cambiar una injusticia de tantos años, pero en ese sentido la productora Gabi Sabaté fue muy sabia porque me dijo: “no vamos a cambiar, Paz, esta situación, es una injusticia de siglos, pero sí podemos contar la historia que ellos llevan y su lengua queda perpetuada para siempre”, y eso es verdad, y uno sabe que no es tan omnipotente desde el cine, y que lo que hacés es ir a dar un aporte.

-Con que a una persona le dejes algo ya es importante.

-Si llegás al corazón de una persona hay algo transformador en lo que estás haciendo. Yo creo que eso es sobre todo lo que pasa con EAMI. No sé si me pasó tanto con otras películas.

La fotografía, la iluminación, el vestuario, el sonido. Ningún detalle es librado al azar en esta composición cinematográfica.
La fotografía, la iluminación, el vestuario, el sonido. Ningún detalle es librado al azar en esta composición cinematográfica.

Documental y ficción sin fronteras

-Pensando en el híbrido entre documental y ficción que trabajas, ¿qué tanto hay de eso en tu vida?

-Quizás las películas tienen algo de mi mundo interno, pero también porque es un cine en el que yo creo, un cine con una marca autoral y eso en definitiva tiene como parte del mundo interno del director. Pero al momento de hacer una película no pienso si estoy en una ficción o un documental, simplemente hago un camino pensando en que esto es lo mejor para la película en este momento.

-El relato se va construyendo.

-Al filmar con comunidades indígenas hay que saber que estás filmando con otra lógica que no es la tuya. En realidad ellos tenían un poco el control de la situación. Nosotros podíamos tener un guion pero en rodaje cambió mucho el guion. Después llego a montaje y me encuentro con un material muy distinto al que yo tenía guionado.

-En cuanto a las participaciones técnicas internacionales ¿cómo fue trabajar con el montaje de Jordana Berg, la fotografía de Guillermo Saposnik y el sonido de Javier Umpiérrez?

-Siempre quise trabajar con Jordana Berg porque es la montajista de Eduardo Coutinho, era un sueño, pero no tenía coproducción brasileña. Pero no encontrábamos la calidad de montajista que queríamos en Argentina. Hay una posibilidad de hacer también en Holanda o en Brasil con Jordana. Me abalancé directamente, le escribí a Jordana por Facebook, me responde y enseguida comenzamos a trabajar.

Guillermo tiene mucho oficio más bien bien como “gafer” y en realidad miré más su trabajo como fotógrafo fijo. Ví una sensibilidad específica que a mí me interesaba y le propuse este viaje y agarró; hicimos un lindo trabajo, la verdad, porque trabajamos mucho a partir de ciertas referencias. Yo tengo un encantamiento también con la luz hace tiempo porque siempre ando haciendo como estudios de luz y Saposnik desde su lugar de gafer sabía muy bien cómo manejar esto, él mismo sabía cómo hacerlo, no es que tenía que dar orden a nadie y esa fue una ventaja muy grande.

A Javier llegó a partir de una coproducción mexicana y tenía que elegir. El productor me recomendó mucho a Javier y yo no sabía, me daba un poco de miedo porque nunca había trabajado con Javier, me daba inseguridad, hasta que me dijeron “¿sabés que su mamá es paraguaya?” y ahí dije “ya está, me voy a llevar bien con él”. Además me contaron que él pasaba parte de su infancia en Paraguay.

-La delicadeza de su trabajo hace que haya un equilibrio con la crudeza de la realidad que cuenta EAMI.

-Sí, esa delicadeza fue parte de Umpiérrez, de Saposnik, y viene sobre todo de José Elizeche, fundamental en la realización de esta película. Yo sin José no hubiera tenido la confianza de los totobiegosode. No es una comunidad a la que entrás y decís: “hola, estoy acá”. Tenés que ganarte esa confianza. Son personas a las que les han estafado y mentido mucho, entonces llegas y tienen como un cuidado. También son personas que buscan un beneficio porque son sobrevivientes, entonces tiene miedo de que vos les mientas, les jorobes, no seas honesto, tienen mucho miedo de muchas cosas.

Paz Encina se adentró en el pueblo de los ayoreo-totobiegosode y se encontró con una historia que no esperaba encontrar.
Paz Encina se adentró en el pueblo de los ayoreo-totobiegosode y se encontró con una historia que no esperaba encontrar.

Cine paraguayo

-Hablando de nuestro cine, ¿cómo podés definir al cine paraguayo?

-El cine paraguayo es un cine hecho por nosotros, es contar historias desde nosotros mismos, no que venga una mirada extranjera a contarnos a nosotros porque siempre nos va a ver como algo exótico, un estereotipo, entonces es poder mirarnos nosotros a nosotros mismos y poder contarnos nosotros a nosotros mismos. Las personas se van al cine y se reconocen y eso es impagable. Eso es cine paraguayo y está creciendo, es algo que ya inclusive tiene algo florecido. Pasaron muchas cosas con muchas películas, con “Hamaca paraguaya”, “Las herederas”, “7 Cajas”, “Cuchillo de palo”.

-También las mujeres abrieron el camino del cine, Renate Costa, Aramí Ullón, Tana Schémbori, vos…

-Gabi Sabaté, Vicky Ramírez, Mariana Pineda, Ivana Urizar. Hay algo fuerte en el cine paraguayo desde el lugar de la mujer. No sé exactamente porqué se da pero se dio así.

-Es como una fuerza o una sensibilidad diferente.

-Es una sensibilidad. Es la sensibilidad de la mujer que es distinta.

-Además este año se lanzó la primera convocatoria del Instituto Nacional del Audiovisual Paraguayo (INAP) y habrá dinero para producciones ¿Qué pensás de la gente reacia al uso de fondos públicos para nuestro cine?

-Pasa que somos un país que no ve sus impuestos. No vemos nuestros impuestos en las calles, en la educación, en la salud, entonces uno por agotamiento dice: “¿y ahora qué, me dicen que va a ir al cine?”. Creo que es una cuestión que tiene que ver más con algo estructural. Yo te puedo asegurar que lo que pase con el dinero del INAP es un dinero que se va a ver, vas a sentir dónde está, no vas a sentir una estafa. Y ahora también vamos a ser mayoritarios, las imágenes van a ser nuestro patrimonio, no es agradable filmar y saber que tu película tiene 80 dueños.

-Aparte de que es histórico lo que está sucediendo.

-Va a sentar un precedente también. También creo que ayudaron los logros que tuvo el cine que es algo a lo que la gente no está acostumbrada. Lo que pasó con las películas de Paraguay no es algo que ocurre en el mundo del cine. Tener un Oso de Oro como tiene Ana Brun con “Las Herederas”, eso no le pasa a nadie que yo conozca de mis amigos de Argentina o Uruguay; o ganar el FIPRESCI (premio de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica) en Cannes, eso es una locura.

-No fue nada fortuito.

-¡No! Estar nominados a los Goya como estuvieron los chicos con “7 Cajas”, eso no es algo normal, no es la media. Creo que todos esos logros también ayudaron a que hoy podamos estar un poco más consolidados.

-¿Qué significado en este caso tienen los premios?

-Siempre los reconocimientos son lindos, da gusto que cualquiera reconozca tu trabajo, te ayudan a seguir filmando, por eso para uno se vuelve algo importante. Hay una consideración a partir de lo que construiste en años anteriores. Más que lo que nos alegra, nos alivia.

Un nuevo capítulo

-Durante la realización y estreno de esta película también pasaron muchas cosas en el mundo y en tu mundo.

-Fueron años en los que pasaron muchas cosas. Estuvo la pandemia, se me detectó un cavernoma cerebral, falleció mi hermano, son cosas muy fuertes que pasan y te van configurando de otra manera.

-Uno encuentra fuerza en sus sueños.

-Sí, y uno intenta seguir. La pérdida de mi hermano es ahora, reciente, hace dos meses, y se me quedó una cosa… estoy muy descolocada todavía en relación a la situación.

-¿Cómo vivís lo que está sucediendo?

-Es muy inesperado, todavía estamos asombrados. Lo que sí siento es que es muy grande y es algo que me emociona mucho. En comparación a lo que yo misma pensé, no pensé que iba a tener un Tiger Award. Son instancias muy difíciles, vos sabes que estás compitiendo con tanques de otros países, que se presentaron 500 películas y vos sos parte de las 12 que quedaron, y otra vez ganar es… no esperas que te pase a vos.

-¿Qué recorrido le espera a EAMI?

-Ya tiene un recorrido marcado para todo el año. Ahora está en Australia, después va a Brasil, México, Estados Unidos, República Checa, Argentina.

-En cuanto a nuevos proyectos, ¿vas a trabajar eso con la beca de Harvard?

-Sí, para mí esta beca en realidad es parte de un sueño, en primer lugar porque es en Harvard. Voy a estar un tiempo viviendo de leer y escribir, y eso para mí es increíble. O sea que voy a tener tiempo para hacer lo que quiero hacer.

-Esto es una cosecha de tu trabajo, un trabajo muy fuerte.

-Es parte de una cosecha.

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