La canasta mecánica

¿ADIÓS AL BARBIJO?-- Ahora que el Gobierno derogó el decreto que obligaba al uso de la mascarilla, aviso que, como no me quiero contagiar y aunque tengo todas mis vacunas, por elección, voy a seguir usando barbijo por bastante tiempo.

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La canasta mecánicaArchivo, ABC Color

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Y cuando lo usé en estos años de pandemia, ni se me ocurrió pensar que se trataba de una dictadura sanitaria, ni parte del totalitarismo que nos hace actuar desde el miedo y la coacción, argumentos que forman parte del pensamiento conspirativo. A mi entender, fue prudente recurrir a las cuarentenas, al uso del barbijo, al lavado de manos y al distanciamiento social.

Esta pandemia fue (y todavía sigue siendo) un peligro de muerte general a nivel planetario, una emergencia de salud mundial sin antecedentes, que tomó desprevenida a toda la humanidad y a todas las autoridades planetarias. Ante una emergencia, las autoridades toman decisiones que no suelen ser nada populares a nivel individual, pero que son muy necesarias para proteger la vida colectiva. La imposición del uso del barbijo en los espacios públicos ocupó el centro de los reclamos contra un supuesto autoritarismo gubernamental. El odio al barbijo se convirtió en bandera de insatisfacción frente al manejo de la pandemia.

Las expresiones de protesta surgieron de distintos ámbitos de la sociedad y encontraron eco en los discursos negacionistas de alborotadores de gallinero, delirantes y adeptos a las teorías del complot.

Quedó a la vista que el negacionismo tiene distintas vertientes que permiten a la extrema derecha mezclarse con neonazis, a jóvenes que quieren divertirse compartir barricadas con viejos hippies anti vacunas y también con una ultra izquierda que apoya a Putin y a su guerra, porque comparten con el autócrata ruso su odio a los Estados Unidos.

Por otra parte existe un enfrentamiento por la distinta forma de abordar la globalización, lo que aumenta la radicalización que podría poner en peligro el consenso necesario para el buen funcionamiento de la democracia. La aparición de movimientos extremos tanto hacia la derecha como hacia a la izquierda, desde los fanáticos de Donald Trump (Alt Right) hasta ciertos grupos anarquistas de izquierda que irrumpieron en las movilizaciones de BlackLivesMatter, serían el síntoma de una sociedad global en crisis. Sumado a todo esto el poder de las redes sociales y el exceso de información, estos extremismos podrían tener efectos tóxicos sobre la calidad del debate público, al justificar la adopción de discursos políticos que prescinden de pruebas científicas para sustentar sus propuestas. La negación del cambio climático por parte de la extrema derecha y el rechazo a la corrección política por parte del progresismo, serían dos caras de una misma moneda: una sociedad en la que el valor de la verdad está degradado por la fisura política.

El fenómeno negacionista-conspiranoico es todavía pequeño. Sin embargo, con o sin barbijo, si la actual crisis política y económica se prolonga puede encontrar apoyo en un espacio social lleno de dudas, vacilaciones y desconfianza respecto a las instituciones.

carlafabri@abc.com.py

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