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La política como disciplina humana nació en Grecia, donde las ciudades-estado experimentaron diferentes modelos de gestión de gobierno (monárquico, aristocrático, oligárquico, democrático) y donde se concebía la política como una actividad moral, dirigida a entender la finalidad de cada gobierno y la posición ideal de la ciudadanía en relación al estado.
Platón fue quien pergeñó la idea de que política y ética eran dos conceptos que permanecían unidos e indivisibles. Él entendía el estado como un súper ente, en el que se encuentran todas las virtudes propias del ser humano. Así idealizó la utopía de una sociedad que se adapte a la gente y que se base en las leyes de la justicia. Por su parte, Aristóteles propone una visión integral de la política, que tiene como fin ocuparse de todos los aspectos de la vida humana. Su visión es parecida a la que hoy proponen los nuevos movimientos sociales, con otros modos e instancias, al interesarse en la vida humana desde la sociología hasta la economía, del derecho a la pedagogía y la psicología.
Los elementos constituyentes de estos nuevos movimientos sociales tienen que ver con un carácter colectivo, la lucha contra la injusticia, la inclusividad, los elementos de cambio que comporta y la recuperación de la dignidad a través del reconocimiento de la otra persona. Aquí vemos también la influencia de la voz de Ghandi que dice: “Mi política obedece a leyes universales de amor y no-violencia”.
Y surgen las instancias ecologistas para salvaguardar los derechos humanos, para el reconocimiento de las minorías, de los pequeños pueblos y de las naciones en el planeta, que están encontrando en estos ámbitos sus centros naturales de referencia tanto ideales como prácticos, con el convencimiento de que la política tiene que ser un servicio para quien te apoya y te vota. El respeto a la diversidad es una de las características de esta forma nueva y abierta de pensar hacia la vida que prefiere expandir sus límites, enriqueciéndose con el conocimiento de todo aquello que existe. Pensar de manera planetaria y actuar localmente respetando el conjunto, en vez de aislarse y encerrarse en la ilusión de que sólo la propia cultura y las ideas propias o el propio color de piel u orientación sexual sean los correctos.
Quien decide dedicarse a este nuevo modo de hacer política se convierte en alquimista, que se auto transforma mediante la aplicación de un pensamiento del cual toma la fuerza intuitiva, racional y el carisma colectivo. Esta fuerza interior es capaz de reflejar las fuerzas vivas de la sociedad, para que un país, una nación, un pueblo continúen su recorrido evolutivo.