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Chaparro (32) es de Ciudad del Este y allí desarrolla su obra. Su técnica, que fue evolucionando entre diferentes vertientes se caracteriza por utilizar variadas opciones plásticas, como la pintura al óleo o el acrílico, y también el ñandutí, un saber muy nuestro.
Una labor usualmente atribuida a las mujeres, de demandante paciencia y dedicación a los hilos por largas horas, cautivó a este hombre que, desde que conoció la técnica hace cuatro años, la incluye en su tarea artística diaria.
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No se decanta por una u otra técnica, sino que las mezcla para dar un resultado que a él lo llena mucho más. Es a través de los pinceles y las agujas que logra expresar lo que se propone en cada ocasión.
Edificaciones insignia
Anteriormente había tejido en la técnica del ñandutí edificaciones muy conocidas de la ciudad de Nueva York, como el Empire State, el Chrysler, el actual World Trade Center y las desaparecidas Torres Gemelas. Esto fue solo el puntapié inicial para idear algo que, años después, lo sigue incentivando.
Su idea es hacer en esta misma técnica varias construcciones que caracterizan a nuestro país, pero fue más allá y optó por volverse específico y creó una serie enfocada netamente en arquitectura religiosa. Esta serie está en proceso, pero hoy muestra una inédita hasta al momento: la Basílica Menor de Nuestra Señora de los Milagros, más conocida simplemente como Basílica de Caacupé, que identifica a la capital espiritual de la República.
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Este santuario nacional católico reúne a sus fieles cada 8 de diciembre. Muchos de ellos llegan luego de largas horas de caminata, una peregrinación que el artista realizó a su manera, no con las piernas, sino con las manos, tejiendo aproximadamente cinco meses desde las 8:00 hasta las 18:00, afirma.
La obra la tituló como Tupasy Renda y mide 0,80 x 0,80 m. Está realizada en técnica mixta, compuesta por nandutí, óleo y acrílico sobre lienzo.
Tradición y religiosidad tejidas a mano
Ya antes tejió íconos de la arquitectura capitalina en esta popular forma de artesanía local: “Es una enorme satisfacción convertir al ñandutí en el centro de la pieza artística y no solamente como un complemento o recurso secundario como se hacía hasta ahora”, relata al explicar que esta creación consiste en cinco piezas superpuestas de ñandutí, que buscan reproducir una imagen tridimensional.
El fondo está intervenido mediante la técnica del espatulado en óleo. Todas las técnicas que utiliza en su labor artística las aprendió de manera autodidacta: “Cada dechado o diseño que voy tejiendo no es elegido al azar, y sí con el más mínimo de detalles posibles, para que, finalmente, lo que el tejido vaya tramando recree cada parte de la fachada. Así voy creando una impresión realista, combinando también los colores de los hilos para generar una especie de luces y sombras, dejando finalmente cada parte del tejido como una pieza pintada por medio de la intervención de todos esos detalles”.
Malla sobre pinceladas etéreas
“En la obra sobre la leyenda de Caacupé, el tejido del ñandutí se funde con la pintura, como una malla o piel que cubre las pinceladas etéreas, brindando estructura y forma, pero también ofreciendo la huella de una identidad. Los dechados del ñandutí son tejidos por el artista con la libertad de un niño que juega con un alfabeto antiguo, corriendo el riesgo de inventar nuevas palabras, ofreciendo a la clásica imagen de la basílica, nuevas formas de existir en el mundo”, dice la museóloga Alejandra Peña Gill y agrega que “la obra presenta en su cielo dos aureolas: el akangua’a guaraní de fibras trenzadas y plumas y la tiara de estrellas de la Virgen María; ambos símbolos dialogan con lo trascendente y atan lo sutil con lo matérico, tal como lo hacen los hilos del ñandutí”.
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