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Blas Servín (48) es iteño y proviene de una familia de artesanos. Cuenta que es el primer nieto de Mercedes de Servín, quien fuera una de las legendarias artesanas de Itá. “Quedó su herencia de arte a través de mí”, confiesa.
También sus padres se entregaron a la artesanía; de seis familiares que se dedicaban a lo mismo, hoy en día es solo Blas quien intenta preservar el linaje de trabajadores incansables del moldeado de cerámica. “Este es un arte que de a poco se va disolviendo, y busco la forma de hacerlo sobrevivir, porque amo mucho lo que hago”, enfatiza.
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Entusiasta tenaz de la alfarería, Servín dice que no hacer esto es como perder una parte de sí mismo. Cuenta que siendo muy pequeño ya se diferenciaba de otros niños. “Mientras los demás se ocupaban en hacer bodoques para matar pajaritos, yo decidía hacer figuras, dibujar en la arena y tallar ladrillos que convertía en autos de juguete”, rememora. Todo aquel pequeño juego lo estaba ya moldeando para cuando, a los 15 años, decide realizar su primera figura en barro.
Recuerda orgulloso la sensación que experimentó cuando pudo vender al instante aquella primera figura que creó con sus propias manos; aquel mismo día supo que eso era su arte. Se trataba de la imagen de un señor tomando tereré, que vendió por 500 guaraníes entonces. Posteriormente pudo empezar a ayudar a su familia con su oficio incipiente. “Éramos 8 hermanos, y a mis 6 hermanas tuve el privilegio de poder ayudar a estudiar”.
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El detalle de lo minúsculo
Apenas había comenzado su carrera como artesano, Blas se había decantado por las figuras costumbristas, dedicándose de lleno a ello. Mujeres tomando mate, hombres bebiendo tereré y todo lo tradicional del Paraguay era lo que más amaba hacer. En un punto decidió experimentar con los pesebres, y como vendía solamente en la capital y sus principales compradores fueron siempre extranjeros, se le ocurrió empezar a reducir el tamaño, para que sus obras fueran más prácticas para transportar por los turistas.
Luego conoció a un sacerdote portugués, y fue él quien transformó su visión y lo animó a saltar a otro nivel de arte. Fue el hombre religioso quien le recomendó hacer unas figuras más detallistas, y lo nutrió regalándole revistas y libros especializados, que Blas –ávido lector– fue devorando y absorbiendo rápidamente, ensanchando de esa manera su imaginario y conocimientos sobre el oficio.
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Nuevos mundos por explorar a través de la demanda
“Yo hago lo que la gente me pida”, aclara. Este especializado escultor de las pequeñas formas trabaja siempre sobre pedido. Tanto así que luego de que su amigo sacerdote le encomendara unas obras y las llevara consigo al Brasil, recibió una propuesta interesante. En una casa religiosa del vecino país vieron el trabajo de Blas y le ofrecieron un puesto de trabajo fijo con ellos, como el escultor del recinto. “Sin conocimiento alguno de escultura hasta ese momento, decidí arriesgarme y fui. Terminé quedándome y trabajé cinco años para el Santuario Nacional de Aparecida y ahí tengo en exposición permanente más de 500 obras, tanto en miniatura como a tamaño real”, relata.
En un momento dado decidió volver a su país natal, donde no tuvo el éxito que esperaba y fue dedicándose a otros rubros, retomando solo de vez en cuando el trabajo con las manos que tanto le agrada. Hoy, con algunos problemas de espalda que le impiden hacer cualquier tipo de trabajo, desea volver a dedicarse a lo que mejor sabe hacer: dar forma a la arcilla.
Lo único que lamenta de trabajar sobre pedido es que nunca pudo participar de exposición alguna de arte, ya que sus obras siempre van junto a sus dueños al apenas terminarlas.
Un meticuloso paso a paso y el poder de la invención
“Esta es una profesión que me gustaría dejar como legado a alguien, enseñando, por ejemplo”, sostiene. Sabe que a muchas personas les gustaría aprender a hacer las esculturas en miniatura, y lamenta que sus hijos no tengan el interés para ello. “Así como mi abuela dejó esto para mí, como una herencia sanguínea, a mí me gustaría dejar esto a alguien”.
El artesano comenta que empieza siempre con una “fotografía en su mente”, que luego traslada a través de sus manos a la arcilla. Todo un proceso que comienza desde saber dibujar y manejar mucho la memoria gráfica, explica, y añade que moldear el barro y aprender su punto de trabajo es una técnica que lleva tiempo y práctica, con varios errores en el camino hasta dominar el procedimiento.
Explica que siempre se tiene que saber qué es lo que uno quiere hacer con la materia prima. Admite que, además, es necesario estar siempre actualizándose, por lo que agradece infinitamente tener acceso a libros educativos y hoy en día a YouTube, uno de sus grandes maestros.
Con el tiempo él pudo ir afianzándose hasta el punto de haber inventado y fabricado sus propias herramientas para trabajar las imágenes más pequeñas. Entre sus figuras más emblemáticas tiene una Monalisa, varios coloridos personajes del carnaval veneciano, una réplica de “Las meninas”, de Velázquez, entre otras interesantes interpretaciones que le han solicitado. Para poder trabajar rasgos como los ojos, necesita de los materiales punzantes adecuados, que fue adaptando para su uso.
En cuanto a la materia prima, la arcilla, utiliza la que viene lista para ser manufacturada. “Ya viene amasada, lista para trabajar. Una vez terminado el trabajo, lo dejo secar hasta que el agua se evapore de la pieza por completo, unas 24 horas aproximadamente”, comenta. Cuenta que, como no tiene horno eléctrico, usa leña para la quema y, como emplear este material tiene un costo considerable en estos tiempos, espera hasta tener una buena cantidad de piezas para cocerlas juntas.
Ideó un horno a carbón, con el que hoy trabaja sus piezas con calor durante 11 horas, hasta que ocurre la cristalización de la arcilla y se convierte en cerámica. Luego espera unas 5 horas hasta que la creación se enfría, dentro mismo del horno, pues quitarlas antes de tiempo puede provocar rupturas o el ennegrecido de los objetos. Por último, aplica color. Como no consigue los colores que desea utilizar, los mezcla hasta obtener el tono exacto que necesita para lo que quiere lograr.
Vida a través de los dedales
Cuenta que en el año 2019 se sintió muy decepcionado, y quiso dejarlo todo. Conoció a una persona de nacionalidad argentina que lo animó a hacer los dedales que –le explicaría aquella en ese momento– son excelentes para los coleccionistas de estos artículos.
Desde ahí no paró; gustó tanto lo que hizo que empezó a recibir pedidos solo de eso. Comenta que ya hizo dedales de personajes nativos de Norteamérica, nativos del mundo, animales exóticos, juegos de ajedrez y mucho más. No puede elegir una obra que le haya gustado más hacer, dice, ya que todo es especial para él, pues salió de sus propias manos.
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Cel.: 0983 663182