Un mural para los niños aché

La artista Patricia Ayala acaba concluir un mural en la escuela aché Jamo Jukugi, de Caazapá. De una pared blanca se pasó no solo a un motivo lleno de color, sino principalmente de significado: la reafirmación de que los aché siguen perteneciendo al monte, allá están sus raíces, su hogar, aunque hoy convivan con los paraguayos.

Mural de la artista Patricia Ayala en la escuela aché Jamo Jukugi de Avaí, Caazapá.
Mural de la artista Patricia Ayala en la escuela aché Jamo Jukugi de Avaí, Caazapá.Gentileza

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En 1994 se fundó, en Avaí, la escuela indígena Jamo Jukugi, llamada así en honor al ilustre abuelo Jukugi, fundador de esta comunidad y uno de los portadores de la sabiduría ancestral del pueblo aché. Tiene jardín de infantes, primaria y secundaria. Hasta el tercer grado se dan clases solo en idioma aché y, luego, en otros grados, se incorpora el guaraní. Hay educación primaria y secundaria. Actualmente hay 240 alumnos matriculados.

Los niños de la escuela Jamo Jukugi durante una entretenida clase.
Los niños de la escuela Jamo Jukugi durante una entretenida clase.

El director de la escuela, Ceferino Kreigi (35) es maestro especializado en pedagogía y además un excelente gestor. Consciente de los cambios en el mundo, le da mucha importancia a lo ancestral, pero con tecnología. Patricia y Roberto Ayala trabajan con ellos desde el 2015, pero tienen antecedentes de trabajar desde hace muchos más años con los mbya. “Los pueblos aché y mbya antiguamente eran enemigos, pero hoy han transformado las relaciones y son amigos”, comenta la artista, y sigue: “Para los aché, hicimos una serie de videos escolares, por ejemplo, de cómo tradicionalmente hacen objetos utilitarios: el abuelo hace el arco y la flecha o, la abuela, la pantalla”.

Los maestros de esta escuela son aché y también paraguayos. Para el año que vienen quieren sumar un prejardín.

Plasmar un paraíso verde

Los niños de la escuela Jamo Jukugi durante una entretenida clase.
Los niños de la escuela Jamo Jukugi durante una entretenida clase.

Patricia cuenta que las paredes de la escuela estaban completamente blancas, con algunas pegatinas de avisos que hacen los profesores. La idea del mural lleva dos años y se debió aplazar por la pandemia, hasta que ahora se lo pudo concretar. El mural concentra todos los elementos del mundo natural aché. “Como fundación Madre Tierra, hacemos rescate de raíces indígenas, específicamente de los objetos utilitarios, de su arte. En el mural hay cazadores, porque todavía hay viejos que van a cazar y otros que les enseñan a los más pequeños; hacen un tipo de concurso con los niños. Hay muchos rituales que han dejado de lado, como el arco y la flecha. El canasto es un objeto muy de ellos, ahí hasta llevaban al bebé. Los animalitos que pinté son los que comen en este momento: el coatí, el tatú, el mono, el tapir, ya no hay tantos chanchos salvajes. Un detalle importante fueron los gusanos, las larvas del pindó, y otros que ellos llaman “pichú” que sacan de la palmera del palmito, también hay otro chiquito que sale de la tacuara. Estos gusanos son no solo su delicia, sino una gran fuente de vitaminas y proteínas para ellos”

Todos los elementos del mural son los mismos que los niños ven en expediciones. El primer día de clase, Ceferino lleva a los chicos al monte, que son unas 700 hectáreas, ahí disfrutan de una variada cantidad de especies de palmeras, hay saltos de agua; un entorno natural todavía virgen como sus antiguas tierras (5.000 km² de monte subtropical en la región Oriental), que en otro tiempo caminaron, conocieron y amaron.

Una sonriente niña aché en la escuela Jamo Jukugi.
Una sonriente niña aché en la escuela Jamo Jukugi.

En las familias los abuelos son los que mantienen y transmiten las tradiciones. Respecto a la lengua, hablan guaché (mezcla de guaraní y aché) y otros hasta un “guacheniol” (aché, guaraní y español), es variado porque los aché vinieron de distintas partes (además de Jamo Jukigi, hay otras escuelas).

El mural tiene una dimensión de 7 x 2,5 metros. Es como un relato, una historia, un nene que está cazando y una niña recolectando frutas de güembé. “Ellos usan la piel del güembé para sus artesanías y para atar horcones para chozas, es muy resistente. Más usan ahora para arco y flecha. La fruta del güembé se la comen. Por eso el güembé es una planta muy importante en la composición del mural”, describe Patricia.

Los aché vivían libres y desnudos en el monte, pero “por cautela en el mural los cuerpos están tapados por la vegetación”.

El material utilizado es el acrílico. La pintura se realizó en una parte con la luz del celular, pues todos los focos estaban quemados y cada tanto se les corta la luz. Por eso el trabajo demandó también 5 días. Los niños se deleitaron durante el trabajo. “Identificaban a los animales, más de uno me dibujó la fruta del güembé y yo lo plasmé en el mural. Tuve asistentes de lujo, los que me traían agua o limpiaban el pincel; mientras yo pintaba, ellos jugaban en las mesitas. Los chicos aché son muy tranquilos, no hacen bochinche y son muy solidarios entre ellos, se prestan las cosas”.

Niños aché en el aula con sus docentes.
Niños aché en el aula con sus docentes.

Un pueblo marcado por su historia

Lejos de su selva, su hogar primero, los aché (que se dividen en distintos grupos con características culturales y dialectales propias) viven actualmente en Canindeyú, Alto Paraná, Caazapá y Caaguazú, esparcidos en seis comunidades. Según datos oficiales del DGEEC- 2013, son 1.942 personas.

Este pueblo sufrió crueles persecuciones en la década del 50, cuando los indígenas eran literalmente cazados para ser vendidos como criados o esclavos. Un último grupo resistió el tiempo que pudo, escondido en la selva, hasta que, a finales de la década del 70, los últimos aché silvícolas abandonaron sus tierras acosados por el hambre y los cazadores. Muchos niños quedaron huérfanos, hombres y mujeres fueron asesinados, y nadie pagó por ello. Hasta el día de hoy los abuelos guardan dolorosa memoria de aquel tiempo cuando se avasalló su cultura y forma de vida en la naturaleza.

Más info:

Los sobrevivientes Aché, documental en 3 capítulos en YouTube

lperalta@abc.com.py

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