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Se sabe que es más fácil conquistar un amor que mantenerlo. La mayoría de la gente suele ser un encanto a la hora de conquistar a otra persona, pero una vez atrapada la presa, se relaja dejando de lado el arte de seducir todos los días. Allí comienzan los sarcasmos y las recriminaciones, primero se destruye el diálogo, luego se pierde el respeto y por último se olvida la amabilidad. Resultan demoledoras las críticas ásperas y constantes. De la crítica al desprecio no hay más que un paso, y el desprecio es el veneno que asesina las relaciones. Son muy destructivas las descalificaciones en tono despectivo, culpando y atacando a la pareja.
Estudios hechos en un “Laboratorio del Amor” parecen haber encontrado la fórmula justa para mantener en buen funcionamiento la relación de pareja: Hay que ser amable con él o con ella en la proporción de cinco a uno, es decir, cinco caricias por cada falta de cortesía. Miles de parejas se sometieron a grabaciones, entrevistas, incluso a exámenes químicos a través de análisis de sangre, orina, electrocardiogramas, etc. Con años de experiencia en el Laboratorio del Amor, el psicólogo John Gottman estableció varios tipos de comportamientos en la relación de pareja, que si se presentan de forma habitual tiranizan la relación y preparan el terreno para una ruptura cercana. Dice que el desprecio es el factor más destructivo de los matrimonios, casi igual que la traición o el engaño.
Los sensores, las cámaras de vídeo y demás parafernalia científica bucearon en todas las dimensiones matrimoniales. Gottman sugiere que cuando ya no hay más remedio es “Mejor un divorcio pacífico que un matrimonio en guerra”; atribuye la proliferación del divorcio a la falta de inteligencia emocional y a las falsas expectativas que la gente se hace en relación a la vida en pareja. “Mientras quede un resquicio de afecto y de admiración, aún hay esperanza”, sostiene Gottman.
A veces, un buen recuerdo es suficiente para recuperar los buenos sentimientos de los primeros tiempos e impedir que la indiferencia deje paso al desprecio y que la relación se vaya a pique definitivamente. Esto no se consigue de un día para otro y requiere un gran esfuerzo reparador, una terapia de a dos. Existe arreglo cuando una relación matrimonial se quiebra, sobre todo si no se trata de un amor superficial, pererí y descomprometido. Si hay buena predisposición de ambas partes, lo que se quiebra se puede componer con menos críticas destructivas y más amabilidad, teniendo en cuenta que el amor se construye a diario, que la indiferencia lo mata lentamente y la desilusión puede eliminarlo de una vez.