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La sostenibilidad urbana y el hecho de haber entrado en la nueva era de la información y el conocimiento son uno de los principales desafíos a enfrentar en este comienzo de siglo. Es necesaria la integración de un modelo de ciudad más sostenible con un modelo de ciudad del conocimiento, que es la definición de un nuevo urbanismo: el urbanismo ecosistémico, cuyos objetivos obligan a repensar los mecanismos de gestión y organización de las ciudades.
Salvador Rueda, arquitecto catalán y exdirector de la Agencia Urbana de Barcelona, es uno de los impulsores de esta propuesta que puede aplicarse en nuevos desarrollos urbanos y tejidos existentes.
“La sociedad actual se está dando cuenta de que por las sendas seguidas en la forma de producir una ciudad tenemos impactos inasumibles para la humanidad. Lo más conocido es la emergencia climática, pero hay otros impactos que van en la misma línea y cuya responsabilidad primera son las ciudades y su forma actual de organización. Necesitamos de manera urgente regenerar lo que tenemos y luego desarrollar las ciudades supeditadas a unos principios con mínimo impacto en el medioambiente y que integren a sus ciudadanos”, comienza diciendo.
¿Cómo se aplica?
El urbanismo ecosistémico pone en el centro de la planificación a las personas y a las leyes de la naturaleza, no a las máquinas. “La vegetación es exhuberante y bella. Imagínense que pudiéramos implementar la variante de la arborización en la ciudad de Asunción de manera planificada... ¡sería una de las más bellas del mundo! Lo mismo si se pudieran crear sendas, bicisendas y medios de transportes más óptimos”.
Parece una utopía, pero para Rueda, no. “La gente se va a concienciar quiera o no y va a buscar el cambio, porque lo que se viene es tremendo”. Y se cuestiona: “¿Por qué se incendia el Chaco?, ¿por qué se incendian Australia o las Islas Canarias? ¿por qué se tiene que ir la gente? Por los cambios climáticos que son excesivos. Hay lugares donde la gente se está poniendo en fila india para irse porque no puede plantar una semilla, por la sequía o las excesivas lluvias”.
El resultado es un flujo migratorio de millares de personas y “mover a la gente por supervivencia es la peor bomba que existe, porque es una bomba inteligente. El problema es que si son flujos excesivos, los lugares de acogida no los pueden recibir, no tienen ni los recursos para darles de comer ni los territorios”, advierte.
La solución está en frenar eso, pero, ¿cómo lo hacemos? Rueda responde que tanto el problema como la solución está en las ciudades. “El urbanismo es la clave, cómo desarrollar nuevos modelos, cómo organizarnos. La naturaleza ya no está marcando las pautas”.
A su criterio, hay que trabajar para que cualquier actividad humana tenga el mínimo impacto. La suma de urbanización y arquitectura tiene que hacer que los lugares cumplan con la mejor calidad urbana y, con ello, con la mejor calidad de vida.
Una forma de transporte
Las personas deben convertirse en ciudadanos que puedan ejercer en el espacio público los derechos de intercambio, cultura, ocio y entretenimiento, expresión y manifestación, además del derecho de circulación. Pero, con el modelo actual de movilidad, la aspiración máxima es ser un peatón: una forma de transporte.
Rueda sugiere que al menos el 75% del espacio público debe estar dedicado al ejercicio de todos los derechos ciudadanos. Igualmente, se debe construir una infraestructura para que la mayoría de los desplazamientos se realicen a pie, bicicleta y transporte público.
A su criterio, una ciudad debe ser confortable, es decir, sin ruido ni contaminación del aire y con el máximo confort térmico; atractiva, con una gran diversidad de actividades; accesible, con espacio libre para ejercer todos los derechos y armónica, con una buena relación entre las alturas construidas y los anchos de las calles.
Cohesión social
En todo este proceso de urbanización, la cohesión está estrechamente relacionada con la mezcla de personas de diferentes características “en proporciones apropiadas”. Cada grupo humano acepta ciertos rangos de personas diferentes. Para evitar la segregación social, la planificación urbana debe garantizar en los nuevos desarrollos urbanos incluir la combinación “adecuada” de personas con diferentes ingresos y, cuando corresponda, de cultura y etnia.
Centro histórico
Para el arquitecto catalán la regeneración en Asunción debería comenzar por el centro histórico. “Es una joya”, dice.
Incluso es posible revitalizar la Chacarita. “Hay que envolver, dar oportunidad a todo el mundo, es posible. Se ha hecho en otros lugares. Hay que organizarse y buscar líderes que no tengan miedo a equivocarse. La equivocación es no hacer lo que se debe hacer, si no, lo pagarán sus hijos”.
Sigamos sus consejos y hagamos que todo sea próximo, que se acaben los “suburbios”. Busquemos que la naturaleza llene nuestras calles y hagamos que la economía suba “porque vamos a ser capaces de crear unos espacios maravillosos”.
Finalmente, Salvador Rueda aconseja que confiemos en los cambios, en las acciones y en las leyes de la naturaleza. “Está todo por hacerse...Y todo lo que hagamos en el buen sentido, bien hecho estará”.
Fotos: ABC Color/Virgilio Vera.