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“La calidad es un elemento que no debe ser negociable nunca”, refiere María Paula Reinbold, oficial de Educación de la sede regional de Unicef para América Latina y el Caribe. “Hay algo clave que muchas veces no tenemos tan claro y es que el juego es el corazón que debe tener cualquier propuesta pedagógica que deben recibir los niños pequeños, que los contenidos pedagógicos tienen que estar acordes a lo que los niños deben recibir en ese momento. Si no es un currículo actualizado, decimos que es de baja calidad, porque de pronto se hizo sin evidencia científica y que no tienen una base tan fuerte como el juego; ahí ya no se da la calidad de los servicios como se debe hacer. Ahí es fundamental”, explicó durante su visita a nuestro país.
Reinbold destacó que la formación de los docentes es fundamental dentro de este esquema. “Los docentes necesitan estar formados y acompañados todo el tiempo. Necesitan tener continuamente mentorías, para que les digan cómo lo pueden hacer mejor. Estamos hablando de la vida de los niños pequeños y de la vida del momento más importante en su formación”, destaca.
Según la Convención sobre los Derechos del Niño, la primera infancia abarca desde la gestación hasta los ocho años. “Es tal vez el momento más importante de los seres humanos, porque el 80% de nuestro cerebro se desarrolla. Hasta los ocho años, un niño pequeño descubre quién es, quiénes son sus seres más cercanos, aprenden a una velocidad que no se vuelve a aprender jamás, aprenden a hablar, a caminar, a identificar sus emociones, las emociones de los otros, a comunicar sus sentimientos. Es un momento muy especial en la vida de los seres humanos”, destaca la profesional.
Teniendo en cuenta todos estos aspectos, Unicef trabaja en la educación de calidad, pues es vital para los niños pequeños. En nuestro país, según esta entidad, tres de cada diez niños de tres a cinco años asisten a programas educativos para la primera infancia. En sus casas, seis de diez niños de entre tres y cinco años realizan habitualmente actividades con sus padres o adultos cercanos que les permiten estimular su aprendizaje, como conversar, cantar, jugar y leer cuentos, entre otras actividades. Este número disminuye a cuatro de cada diez en los hogares más pobres. Invertir en programas de atención a la primera infancia constituye una acción relevante para romper el círculo de la pobreza y contribuir a que los ciudadanos puedan desarrollar la plenitud de sus potencialidades físicas, emocionales e intelectuales.
En esta época en que la tecnología, con el uso de aparatos celulares, computadoras y tabletas, forma parte de la rutina de los niños, Reinbold señala que la evidencia recomienda para los niños pequeños las interacciones cariñosas y sensibles. “Cuando un niño pequeño está mucho tiempo frente a una tableta o computador, no hay una interacción. No se desarrolla ningún tipo de vínculo afectivo ni nada. Hay una teoría muy bonita que es la teoría de dar y recibir. Cuando un niño pequeño está jugando con su familia al ‘koréko... gua’. Eso es dar y recibir. Yo te miro, sonrío. Tú me miras y sonríes. Ahí empieza como una danza, una interacción. En la tecnología no pasa eso”, señala.
Con la tecnología, los niños no tienen esta devolución que necesitan para su óptimo desarrollo. “Para que los niños aprendan y desarrollen al máximo su cerebro, sus potencialidades, necesitan sobre todo de otros seres que tengan una interacción directa con ellos. Los niños también aprenden copiando. Entonces todas estas interacciones positivas son fundamentales. Cuando tú quieres de verdad que tus hijos desarrollen diferentes habilidades, capacidades, componentes como seres humanos, necesitamos interacciones positivas y cariñosas. Necesitamos jugar koréko... gua, que nuestra familia se siente con nosotros y nos cuente una historia. Eso hace parte de mi proceso de aprendizaje y que va a ser fundamental para el resto de la vida”, sugiere.
Esa interacción familiar también forma parte de la calidad educativa. “Las familias tienen que estar involucradas en los centros. No podemos creer que porque el niño va a un centro de 8:00 a 17:00 ya está. Al revés, sí, aprenden un montón de cosas en los centros, pero las otras 16 h, el niño va a estar en la casa con su familia. Entonces necesitamos acompañar para que estas, aprendan, desarrollen sus habilidades para acompañar a sus hijos en sus procesos de aprendizaje. Cuando hablamos de calidad, estamos hablando de cómo estamos involucrando a las familias a que ellos también aprendan sobre cómo acompañar a sus hijos a aprender”, detalla.
La profesional destaca que está comprobado que los niños pequeños que asisten a servicios de calidad en sus primeros años tienen más posibilidades de terminar la escuela y cuando son adultos tienen más ingresos o están menos involucrados en actividades delictivas, por ejemplo. “Cuando hablamos de la inversión de calidad en servicios de primera infancia, estamos hablando de una inversión no solamente para ese niño, sino para su comunidad y todos como sociedad, porque los niños van a tener más oportunidades de terminar sus colegios, de acceder seguramente a una universidad, oportunidades de mayores ingresos. Un estudio muy famoso decía que los niños que asistían a centros de calidad llegaron a ganar 25% más de dinero”, resalta.
El compromiso es de todos. Desde el hogar, los primeros años son fundamentales. Ese pequeño ser aprende a descubrir el mundo y si es con educación de calidad, mucho mejor.
María Paula Reinbold
Es antropóloga colombiana, consultora de desarrollo integral de la primera infancia de la oficina regional de Unicef para América Latina y el Caribe. Su labor internacional está enfocada en actividades sociales relacionadas con niños pequeños. Ha visitado nuestro país para realizar diferentes capacitaciones.
• Fotos ABC Color/Diego Peralbo/Gentileza/Unicef/Paraguay/Da Silva.