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Y sin embargo, esta definición siempre le quedó chica a la hija rebelde Henry Fonda, que a punto de cumplir 80 fue rompiendo todas las etiquetas, desde la de “sex symbol” –en los tiempos de “Barbarella”, en los años 60– hasta la de pacifista y feminista (en los 70), reina del aerobismo (años 80) y de los papeles no protagonistas entre cine y televisión (desde los 90 hasta ahora). Fue feminista y rostro de la belleza sin edad; ganó premios como actriz comprometida y se ofreció papeles en la más pura tradición estadounidense; encarnó las pasiones de la generación hippe y se halló bajo las banderas de un cristianismo arcaico.