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La señora Arminda Escobar manifestó ayer a ABC Color que su mayor anhelo es que su hija, presa en Asia, siga con vida. A duras penas podía pronunciar las palabras debido a la angustia que tiene ante la posibilidad de que su descendiente sea ejecutada a miles de kilómetros de distancia.
Se trata de su hija mayor, Rosalía Amarilla Escobar, quien fue condenada a muerte en China Continental y donde permanece recluida en una cárcel industrial luego de que la detuvieran cuando transportaba una carga de cocaína. La ejecución de la mujer fue pospuesta por dos años, un tiempo que está cerca de cumplirse (20 de marzo de 2015), lo que acrecienta la preocupación de su progenitora.
Las lágrimas se agolpan en los ojos de Arminda, mientras toma un poco de aire. De algún lado consigue sacar fuerzas para seguir hablando. Que su hija siga con vida, es su clamor.
Desde 2012
La última vez que esta madre vio a Rosalía Amarilla Escobar –la mayor de sus tres hijos– fue el 14 de julio de 2012. Aquel frío sábado, la joven dejó su hogar en Ñemby, al que hasta ahora, más de dos años y cinco meses después, no ha conseguido regresar.
Cuatro días después de aquella fecha, el teléfono de doña Arminda recibió una llamada. Era un número extraño, con características del extranjero.
Atendió, dubitativa.
–“Disculpame, mami, que yo tuve que viajar de sorpresa. Ya estoy en el Brasil”, le escuchó decir a Rosalía.
– “¿Ya estás en el Brasil?”, le preguntó.
–“Sí, ya vinimos con la señora. Estamos en São Paulo”, respondió su hija.
Rosalía había viajado bajo engaños al vecino país. Le habían dicho que irían a la ciudad más grande de Sudamérica para comprar ropas, las cuales luego podría traer a Paraguay para venderlas nuevamente y ayudar así a su madre y a su pequeño hijo de apenas tres años.
Por aquel entonces, en la enorme metrópoli citada caía una copiosa lluvia y esa fue la excusa que le dieron a Rosalía para mantenerla encerrada en algún lugar.
–“Si este fin de semana no me voy, para el lunes o martes ya voy a estar en casa”, le aseguró Rosalía a su mamá.
Pero en realidad, el destino le tenía deparadas varias desagradables sorpresas.
Después de dicha llamada, Arminda no volvió a saber de su hija hasta mucho tiempo después. Rosalía estaba desaparecida y lo último concreto que supo es que había viajado a Brasil para comprar prendas de vestir que pretendía traer y vender en Paraguay.
Luego, una mañana, mientras se encontraba en la fábrica de confección en la que trabaja, Arminda recibió una nueva llamada. Como la que había recibido la última vez que habló con su hija, era un número extraño con características del extranjero. Solo que esta vez el número no tenía código brasileño sino uno diferente.
En medio del barullo de las máquinas de coser trabajando al unísono, doña Arminda escuchó que un hombre con acento colombiano le decía que su hija estaba viva, pero estaba recluida en una prisión de China.
“Me quedé desvanecida”, recuerda mientras conversamos.
Sus compañeros de trabajo le rodearon enseguida. Detuvieron las máquinas más cercanas, apagaron las radios y le insistieron en que siguiera hablando con aquel desconocido que decía comunicarse desde Colombia. Aun así, el ruido seguía siendo muy fuerte y las emociones que sacudían a Arminda no le dejaban entender lo que sucedía, así que decidió pedir al hombre que volviera a llamarle, pero un domingo, cuando se encontraría en su casa más tranquila y sin el ruidoso ambiente.
Al día siguiente decidió acudir a la Fiscalía para relatar lo que hasta en ese momento sabía de concreto sobre el caso. “Puede ser que cualquiera te esté queriendo hacer una broma”, fue la primera respuesta que recibió por parte de los funcionarios del Ministerio Público.
“Parece que no tomaron tan en serio”, asegura.
Para tener mayor respaldo, les pidió a sus hijos que le consiguieran un teléfono que le permitiera grabar las conversaciones. Así lo hicieron y cuando quince días después volvieron a comunicarse desde Colombia, grabó los 20 minutos que duró la charla que mantuvo su hijo con aquel hombre.
El desconocido que le estaba dando la noticia resultó ser el tío de una joven que también se encontraba presa en una cárcel del gigante asiático.
Y Rosalía, aún sin conseguir comunicarse con las autoridades por los problemas del idioma, le pidió a su compañera que le solicitara a su tío que contactara con su familia. La conversación fue grabada de nuevo, y con ella su madre fue una vez más a la Fiscalía. “Ahí empezaron a tomar en serio”, señala.
Rosalía había sido detenida en el aeropuerto de Beijing el 24 de julio de 2012. De acuerdo con algunos reportes a los que tuvo acceso ABC Color, hablando apenas guaraní y español, consiguió dar a entender que le habían adherido algo ilegal en el cuerpo y que había tres personas esperándole afuera del aeropuerto.
Colaboración
Según un informe del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem) y Amnistía Internacional (AI), Rosalía colaboró en todo momento con las autoridades chinas, lo que le valió la suspensión de la pena capital por dos años.
La Unidad de Lucha contra la Trata de Personas encontró nexos entre este caso en particular con integrantes de redes delictivas que ya eran buscados por participar en la captación de mujeres que luego eran llevadas bajo engaños a otros países.
La mujer que había engañado a Rosalía ya fue detenida en nuestro país hace algún tiempo.
Lo que no sabía doña Arminda es que Rosalía no solo se encontraba en prisión, sino que estaba esperando el momento de su ejecución. “Había sido que el Consulado ya le había traído luego a mi hija el relato del caso”, recuerda.
Doña Arminda se enteró hace apenas algunos días.
–“Mamá… te voy a ser sincera. Vamos a tener que salir únicamente en los periódicos para que nos ayuden porque el caso está muy mal”, le dijo su hija menor, Patricia. Una vez más, sintió un duro golpe. Desde que se enteró debe andar con calmantes que le ayuden a controlar sus emociones todo el día. Clamor
Pese a lo establecido por la ley de trata de personas vigente en nuestro país, la familia de Rosalía aún no recibió protección alguna por parte de las autoridades.
Aguantando las lágrimas y tomando aire para ganar fuerzas, consigue dirigirse a las autoridades a las que les pide solo una cosa: “Que hagan lo posible para ayudarle a ella (a Rosalía), para salvarle y si se puede, traerle. Es mi mayor anhelo como madre, verle a mi hija. Eso es lo que más deseo, que la salven”.
“Ahora me dicen que tiene pena de muerte, es lo más triste para mí”, continúa. Otra vez las lágrimas vuelven a agolparse en sus ojos.
Las gestiones que realizó el Estado paraguayo hasta el momento han sido muy pocas y el tiempo es el principal enemigo de una familia que espera que su hija siga con vida.
“Quiero pedirle al Gobierno, a todos los que puedan, a ayudarme para salvarle a mi hija y traerle si es posible. Que pague acá su condena, pero le voy a tener cerca. Ella es una chica estudiante, ella es trabajadora, lastimosamente que cayó en esto porque quería ayudarme, porque quería ayudarle a su hijo porque su papá...”, dijo.
“Mi mayor anhelo es que ella regrese sana y viva”, expresó finalmente entre lágrimas.