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Luego de avanzar por el Chaco, el 30 de noviembre de 1868 los jefes brasileños exploraron la costa oriental del río Paraguay y eligieron el presidio de San Antonio como lugar de desembarco de las fuerzas aliadas.
El 5 de diciembre las fuerzas enemigas desembarcaron en San Antonio, donde no encontraron mayor resistencia y realizaron un reconocimiento hasta el arroyo Ytororõ. Unos 18.000 hombres componían las fuerzas enemigas.
El mariscal López, en horas de la noche, envió una fuerza de 3.500 hombres al mando del general Bernardino Caballero, secundado por el coronel Valois Rivarola, para tratar de detener a las fuerzas aliadas, muy superiores en cantidad de combatientes.
Cuenta el historiador Efraím Cardozo, que el puente de Ytororõ “era un desfiladero obligado por donde necesariamente tenía que pasar el ejército invasor para llevar adelante sus operaciones”.
Los brasileños cometieron el error de no ocupar inmediatamente el puente, permitiendo que los paraguayos sí lo hicieran, emboscados en la tupida arboleda que rodeaba el lugar. Los paraguayos, por su parte, cometieron el error de no destruir el puente, facilitando el ataque aliado.
Los combatientes comandados por Caballero estaban constituidos por cinco regimientos, siete batallones y seis piezas de artillería volante. Los brasileños, por su parte, constaban de 21 cuerpos de voluntarios, 20 batallones de línea, la caballería y diez cañones. En total 3.500 paraguayos (luego se sumaron otros 1.500 hombres) contra 19.000 brasileños. Ningún argentino ni uruguayo participó de la acción.
La batalla
Al amanecer del domingo 6 de diciembre, el ejército brasileño se puso en marcha, siguiendo por una entrada ligeramente accidentada y no distante del río Paraguay, que quedaba a la derecha de la columna de marcha, cuyos componentes llevaban desplegadas sus banderas altivas e imponentes.
“Al llegar la vanguardia a un sitio inmediatamente al norte del arroyo, recibió fuegos directos del enemigo, que protegía un pequeño puente de madera sobre el arroyo. Contra esa primera resistencia, el coronel Fernando Machado (quien murió en la acción), compromete, en reñido combate, sus cuatro batallones en sucesivas tomadas y retomadas del puente, que daba acceso a los terrenos del margen sur. Procurando resolver la situación, el 2° Cuerpo de Ejército vio escaparse sus fuerzas.
Sintiendo la gravedad de la situación, el general jefe intervino personalmente en la refriega, lanzando el 1° Cuerpo, eficientemente apoyado por la artillería, colocada en una pequeña colina al norte del objetivo. Los batallones pasan sucesivamente por el puente y toman la formación en cuadrado para responder las embestidas de la caballería paraguaya. La confusión se tornó grande en una limitada área; la lucha por veces se revistió de increíble violencia, con los contendores luchando con denuedo por la posesión del puente, que se encontraba ocupado por cuerpos, unos sin vidas, otros gravemente heridos.
Cerca de mediodía, el enemigo (los paraguayos), realizando un envolvimiento por su derecha, abandonó la posición, batiéndose en retirada hacia el sur, sufriendo muchas bajas. Otras fuentes señalan que la conclusión de la batalla fue a las 17 de aquel 6 de diciembre.
Inmediatamente, los aliados se posicionaron al sur del puente a descansar, con la caballería ubicándose en avanzada, reaprovisionándose de municiones, recogiendo y transportando heridos y enterrando a sus muertos. El mariscal Argolo Ferrão fue herido en la ocasión, siendo sustituido por el general José Luis Mena Barreto.
Según relata el coronel Maurílio da Cunha, los paraguayos atacaron con una gran masa de infantería, juntamente con la caballería, siendo resistida por la caballería e infantería brasileña.
En un momento de flaqueza, el propio mariscal Caxías desenvainó su espada y arremetió al frente de sus hombres registrándose escenas indescriptibles, logrando alentar a sus hombres quienes atacaron furiosamente a nuestras fuerzas, logrando que se organizara el repliegue hacia el sur.
Nuestras fuerzas, según unas fuentes, tuvieron 1.200 bajas (600 muertos e igual cantidad de heridos) y la pérdida de las seis piezas de artillería. Los brasileños, por su parte, tuvieron 369 muertos y 2.047 heridos.
Terminado el combate, hubiera sido natural la persecución, pero las fuerzas atacantes estaban extenuadas. Si bien tenían refuerzos frescos, el mariscal Caxías no quiso arriesgar ataques sin provisiones y la caballería brasileña estaba muy fatigada.
Así culminó la heroica jornada del 6 de diciembre de 1868, la primera de las tres grandes batallas de la campaña de Pikysyry.