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Numerosos fieles se dieron cita a la misa pascual, celebrada ayer poco antes del mediodía, en la Catedral Metropolitana. Al inicio del acto litúrgico, monseñor Edmundo Valenzuela, arzobispo metropolitano, bendijo a los presentes mientras el coro Nuestra Señora del Perpetuo Socorro entonaba uno de los cánticos.
“Este domingo, el primero de los domingos de Pascua, es una verdadera fiesta. Celebramos la fiesta de la resurrección de nuestro Señor, la vida nueva inaugurada por Jesús y que repercute en la transformación del universo y de la historia humana, de todas las culturas, lenguas, razas y religiones”, señaló al inicio el arzobispo Valenzuela.
“En la fiesta no solo liquidamos un mundo viejo y amenazador, purificándonos del pecado y de toda corrupción. En la fiesta buscamos una renovación, poder alcanzar ser un hombre nuevo, empleando todas las energías”, añadió.
Así también, resaltó que Jesús rompió todas las fronteras con su muerte y resurrección, y que desde el bautismo, los creyentes entran en comunión con el Cristo Glorioso. “La meta es el encuentro y definitiva comunión con el Cristo Glorioso, pero la Iglesia camina todavía sobre la tierra... el Cristo vivo urge a caminar responsablemente tras sus huellas a los discípulos que vivimos en este mundo todavía”, recordó.