Más allá de la huelga general

El Gobierno superó sin sobresaltos la huelga general convocada por los sindicatos. Los anuncios preventivos de brotes de violencia tuvieron el efecto deseado; al igual que el agresivo cabildeo de la presidenta del Partido Colorado para poner en vereda a aquellas organizaciones sindicales que siendo coloradas pretendían protestar. Finalmente, todo quedó dentro de márgenes manejables. Se disipó lo que pudo haber sido un conflicto importante para el Gobierno, pero se está lejos de haber encontrado soluciones definitivas para evitar enfrentamientos en el futuro.

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La huelga general del pasado miércoles es la primera convocada en los últimos veinte años. Los cuatro presidentes electos, anteriores a Cartes, no tuvieron paros generales. Eso representa todo un dato. No es casualidad que se haya convocado a una huelga nacional. La situación general en el sector de los gremios obreros sigue siendo la misma de las últimas décadas; entonces, la respuesta no está por ese lado. Donde sí se están viendo algunos cambios es en el modelo de gestión de la cosa pública. Y en ese esquema el paro apenas es un síntoma de una situación mucho más compleja que esconde otros frentes de tormenta que están en el horizonte cercano.

Es cada vez más claro que la clase política nacional está atravesando un tortuoso proceso de transformación, no por gusto, sino por imposición de la coyuntura. De los tiempos que se viven. En el interior del Partido Colorado y el Partido Liberal se está librando una verdadera batalla entre sectores que se adhieren irremediablemente a la política clientelista y prebendaria y aquellos que creen que los tiempos que se viven exigen nuevos modos de gestión política y de relacionamiento con los electores. No es un enfrentamiento generacional como podría suponerse. El enfrentamiento es entre quienes, más allá de la edad, tienen visiones distintas de hacer política. Así tenemos a jóvenes que se suman al viejo modelo y políticos veteranos, pero con un agudo sentido de lectura de la coyuntura, que se enlistan en los grupos renovadores.

Esa misma crisis están viviendo los empresarios que contratan con el Estado y que gracias a eso hicieron fortunas en un corto tiempo. El modelo de negocios asentado en la viveza criolla y la pillería al cual estaban acostumbrados está cambiando. Con la administración Cartes se instaló una nueva visión donde los márgenes de ganancias no significan castigar la calidad de las obras. No es un dato menor que uno de los primeros llamados para la construcción de rutas haya sido ganado por un grupo extranjero y que se haya ahorrado diez millones de dólares. O que cargas importantes de contrabando hayan caído en las últimas semanas. Existen grupos empresariales que, por decir lo menos, están incómodos con la situación. La reunión del empresario Antonio J. Vierci con el presidente de la República a mitad de semana, en medio del escándalo de la millonaria carga de azúcar de contrabando, donde sus empresas aparecen salpicadas, evidencia que existen situaciones que no conforman.

Ambos grupos, los políticos y empresarios, son parte de un mismo esquema que estuvo en funcionamiento durante décadas en el país. Eran una perfecta simbiosis. Ahora, las cosas están mutando, todavía no está claro que sea para mejor o si es un simple cambio de mando para que asuma un nuevo grupo. Eso se verá con el tiempo.

El conflicto que se viene tiene sus raíces en estos grupos que están peleando para mantener sus privilegios, pero sobre todo para seguir dando vida a un modelo que les generó inmensos beneficios. Y que creen todavía puede pervivir.

La huelga fue útil para traer de vuelta al sindicalismo a la sociedad. Por ahora es un actor anémico que necesita hacer bastante para ponerse a la altura de los tiempos que se viven. La falta de renovación de la dirigencia y la escasa inserción en el sector obrero fueron decisivas para su deterioro. Pero llegado el caso puede ser una herramienta importante para canalizar los enojos sectoriales.

Las mesas de trabajo conformadas por el Gobierno son un paso en el sentido correcto para enfrentar lo que se viene. Significa poder atender a sectores postergados y sobre todo tratar de aliarse con actores que podrían ser relevantes en un esquema de eventual inestabilidad. Estos acuerdos, sin embargo, serán insuficientes para capear los demás frentes de conflicto. Hará falta más que eso para poder sostener los cambios.

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