“Los asuncenos tenemos que aprender a convivir con el río”

El Club Deportivo de Puerto Sajonia cumple este domingo 95 años de existencia, aniversario que lo encuentra restañándose de los rastros de la inundación, una de las más pronunciadas y prolongadas de nuestra historia reciente, que se resiste todavía a abandonar la ciudad. Su presidente, Juan Carlos Prono, describe en esta entrevista la lucha desigual contra el fenómeno natural, un desafío que no es nuevo para la entidad social y deportiva vecina del Bañado Sur, que quedó totalmente anegada en 1983. Prono afirma que así como lo han podido hacer otros países, es posible controlar el agua y convivir con el río, parte indivisible del viejo Sajonia desde hace casi un centenar de años.

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–No hay tantos clubes sociales y deportivos que hayan sobrevivido tanto tiempo en este país; encima, justo a orillas de un río tan imponente como ahora.

–El Sajonia nació originalmente por la decisión de 13 matrimonios a los que unía el deseo de practicar el tenis. Con el tiempo se fue construyendo la infraestructura que tenemos y que vincula hoy a 35.000 personas. El tiempo fue creando un lazo indisoluble entre el río y el club. A pesar de los tremendos embates que nos traen las inundaciones, es un privilegio para nosotros estar a la vera del río. Muchos de nuestros socios son expertos en pesca y deportes náuticos como el remo y la natación. Desde joven, mi padre por ejemplo practicaba remo. Por supuesto que seguimos sus pasos los 12 hijos y, lógicamente, nos hicimos nadadores...

–Hay varios Prono en la historia de esa competencia...

–Los sajones –algunos más, otros menos– nos fuimos especializando en estos deportes náuticos y, más allá, aprendimos a amar y respetar el río...

–¿Cuánto tiempo se interrumpieron las actividades por la inundación?

–Yo creo que en el 2015 y en este 2016 hemos capeado de alguna forma esta crecida, que en rigor es la tercera más grande de la historia y una de las más prolongadas. Históricamente, una creciente de esta envergadura inundaba todas las instalaciones. Las aguas alcanzaban entre 1,50 y 1,80 por encima del nivel del suelo. Hoy, con las nuevas tecnologías y nuevas estrategias, conseguimos que esta inundación no anegue totalmente el club. Fue todo un desafío. Se protegió la infraestructura con defensas y sistemas de desagote. Invertimos unos 300 millones de guaraníes...

–¿No iba a ser más barato dejar que entre el agua?

–No. Estimamos que una recuperación después de la creciente hubiera costado por lo menos cinco veces más. Otro hecho fundamental es que la masa societaria se iba a desconectar completamente quién sabe por cuánto tiempo. Desde diciembre está presente la creciente en forma sostenida. La gente se iba a marchar, a buscar otros lugares de esparcimiento. Aparte, están las oficinas administrativas. Si no hubiésemos salvado estas cinco hectáreas que tenemos de este lado del río, nuestro 95º aniversario íbamos a seguir con los trabajos de reconstrucción y recuperación de los edificios y campos deportivos. Lo que hicimos finalmente fue defender nuestro territorio.

–¿Defender?

–Sí, porque es como defender la casa de uno o defender las fronteras del país, no permitir que el enemigo nos invada. Es lo que hicimos día por día, hora por hora, porque el agua se filtra por todos lados, hasta por debajo de las baldosas. Estábamos totalmente rodeados. Tuvimos momentos muy críticos, dramáticos, que supimos controlar. Podemos decir ahora que le ganamos al río la batalla y salvamos lo económico, pero también el factor social. ¿Qué pasaba si decidíamos cerrar el club? Hubiesen quedado sin trabajo más de un centenar de colaboradores y sus familias. En el vínculo hay una cuestión moral también, y mucha solidaridad. Tampoco dejamos de colaborar con nuestros aportes mensuales al comedor de niños de la parroquia Virgen del Rosario, que tiene su radio de influencia en el Bañado Sur y que bajo el liderazgo del padre Derlis (el cura párroco) lleva adelante un trabajo admirable dando de comer diariamente a 200 niños indigentes.

–No era muy cómoda la convivencia todos estos años: asambleas tumultuosas, administraciones judicializadas, querellas. ¿Cómo quedó todo eso?

–Bastante tumultuosas (sonríe con ironía). Yo creo que nuestros asociados entendieron que debemos respetar las reglas de convivencia. La alternativa es el caos. Se acabaron las presidencias absolutistas, personalistas. Conseguimos que las cosas se conduzcan como cualquier institución normal, con base en planeamiento, presupuestos anuales, organización y dirección. Hemos tratado de hacer entender a los asociados que en las asambleas y en las elecciones hay que conducirse con respeto y educación. En las últimas dos grandes asambleas, en 2015 y ahora, en abril pasado, cuando fuimos reelectos por tres años más, no hubo un solo hecho que pudiera empañar estos actos. En asambleas anteriores, lo normal eran las agresiones, las ofensas y las sillas rotas. Hoy, los prepotentes, los que no quieren saber de convivencia social, son duramente sancionados. En la actualidad no tenemos pendiente ningún sumario que no se haya dilucidado. Son conquistas en pos de la pacificación, que no se ven, pero se sienten en el ambiente.

–¿Qué viene ahora, con el fin de las inundaciones?

–Los pronósticos dicen que el río va a tener una bajante importante, en coincidencia con el fenómeno de La Niña. Tenemos pendientes proyectos de infraestructura que vamos a llevar adelante, como un nuevo estacionamiento para albergar con comodidad a los socios. El club ha estado comprando propiedades adyacentes a nuestro predio histórico. Necesitamos crecer. Firmamos contrato de alquiler con la Industria Nacional del Cemento (INC) para usufructuar un terreno que no usa. Tenemos una necesidad de canchas techadas para ampliar la actividad deportiva. Ni bien acabe la creciente se construirá una amplia pista sintética hacia el río. La cancha no interferirá los espacios de tránsito normal de los que caminan y pasean por las instalaciones. Estamos lanzando un plan maestro de construcciones que abarca 15 años, que va a ser compartido con toda la masa societaria. Vamos a dar participación a todos para que aporten ideas y recomendaciones. La idea es que esta directiva y las próximas que le sucedan lo ejecuten en forma planificada, entre piletas, polideportivos y hasta edificios en altura... En cinco años más vamos a cumplir 100 años. Los caños ya son antiguos. Están colmatados. Se necesita renovar hasta los desagües pluvial y sanitario. Paralelamente, estamos trabajando en la red de distribución eléctrica. Lleva mucho dinero reconvertirlo. Trabajamos fuertemente para instalar tableros modernos y seguros. Adquirimos un generador para mantener el club sin cortes de energía, especialmente en horas de la noche, cuando más se usan las instalaciones. Compramos 60 aparatos de aire...

–¿Y el terreno al otro lado del río?

–Tenemos 300 hectáreas: el “Rancho 13”. Originalmente, se llamó así en homenaje a los 13 matrimonios fundadores, hoy Rancho Sajonia. Será reconstruido por completo. La inundación destruyó todo. El agua lo sepultó entre tres y cuatro metros. Se van a adquirir embarcaciones cero km para que el cruce sea rápido, seguro y agradable la próxima temporada.

–¿Es una utopía un puente sobre el río o un túnel para comunicar con la isla de enfrente?

–Un proyecto de esa envergadura requiere una financiación inmensa que solamente puede ser posible con asistencia del Estado. El tiempo va a determinar cuándo habrá que construir esos pasos, esos puentes que parecen tan normales en otros países y que en el nuestro cuesta tanto hacer. En París, Londres, Roma, hay puentes cada 200, 500 metros sobre el Sena, el Támesis, el Tíber. En Brasil mismo vemos larguísimos puentes sobre el mar, como el Niteroi en Río, o en Florianópolis; en Argentina...

–Nosotros tenemos dos puentes sobre el río Paraguay y dos sobre el Paraná...

–Un puente debe costar 30, 40, 50 millones de dólares. Un puente frente al Sajonia o en sus cercanías podría beneficiar a poblaciones como Nanawa, puerto Elsa; quizás pueda ser sustituto de Puerto Falcón. Por ahí un puente puede traer beneficios sociales y económicos que deben ser bien analizados por los especialistas del Gobierno para establecer su factibilidad. Evidentemente, no está a nuestro alcance. En cambio, estamos en condiciones de hacer puente con lanchas para que los asociados puedan disfrutar de nuestras 300 hectáreas en el Rancho Sajonia, inundables ciertamente, pero habitables. Los asuncenos tenemos que aprender a convivir con el río y no acordarnos de él solo cuando viene la inundación.

–¿Usted milita en política?

–En general, el centro de mis actividades es el sector privado. Frecuento asociaciones de la Universidad Católica, el Consejo de Facultad, estoy en la Cámara Paraguaya de Medios de Pago, en el Club de Ejecutivos y en otros estamentos vinculados a la actividad laboral, empresarial y social.

–¿Son 12 hermanos?

–Sí, somos 12. Mis padres ya pasaron la barrera de los 50 nietos y 35 bisnietos (sonríe), casi todos conectados al club. Nos sentimos parte del Sajonia. Mi incursión en la dirigencia es por una vocación de servicio. Quiero retribuir de la mejor manera lo que nos dio el club a mí y mi familia. El objetivo desde el principio fue sanear las finanzas y atender los aspectos que hacen a la convivencia, la conducta de los socios, recuperar el prestigio que se forjó nuestra entidad a lo largo de su existencia. Todos sentimos cuando la imagen de nuestro club se deterioró gravemente, y eso lo estamos revirtiendo.

–¿Cuál es su profesión?

–Contador y administrador por la Católica. Tengo una maestría en administración de empresas. Me entrené en aspectos de liderazgo, finanzas y motivación de personas. Es todo un desafío en ambientes complicados y difíciles. La trayectoria y ejemplo también quiere decir mucho; es lo que queda, se respeta y se imita...

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