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En el contexto de la visita apostólica del papa Francisco, es oportuno y necesario retomar con lucidez y coraje la denuncia de los obispos en 1979, ya que el mismo Santo Padre nos insta hoy a no ser tibios frente a la corrupción imperante en nuestra sociedad.
En efecto, las palabras de Su Santidad, dirigidas a los obispos italianos el 18 de mayo pasado, valen también para nosotros como Iglesia que peregrina en el Paraguay y que él vendrá a confirmar en la fe y en el seguimiento de Jesucristo.
El papa Francisco nos dice: “La sensibilidad eclesial significa también no ser tímidos o irrelevantes en denunciar y en derrotar una difusa mentalidad de corrupción pública y privada que ha logrado empobrecer, sin alguna vergüenza, familias, jubilados, trabajadores honestos, comunidades cristianas, descartando los jóvenes […], y sobre todo emarginado los débiles y los necesitados”. (Discurso a los obispos italianos, Vaticano, 18 de mayo de 2015).
Es de gran actualidad la preocupación del episcopado paraguayo, reflejada en su carta pastoral hace casi cuatro décadas, cuando afirman: “Lo que más nos preocupa en estos momentos es el grave deterioro moral de nuestra sociedad, la quiebra de los valores morales que pone en peligro las estabilidad misma de la nación” (Saneamiento Moral de la Nación, junio de 1979).
Son de público conocimiento los graves hechos de corrupción y que están relacionados con las investigaciones de algunos miembros de la Policía Nacional y en la Contraloría General de la República, entre otros, y que revelan la quiebra de los valores morales en las personas e instituciones que deben ser pilares de la confianza ciudadana.
Los obispos hoy, como los de ayer, debemos decir también que “la quiebra de los valores en nuestra sociedad nos afecta profundamente: toca las raíces mismas de la comunidad nacional. El ritmo creciente en que suceden hechos delictuosos, la impunidad de que gozan sus autores, la reacción cada vez más resignada y permisiva de la gente nos debe alarmar a todos, pero especialmente a los cristianos, que queremos ser la conciencia moral de la nación y el fermento liberador de nuestra sociedad. Nos preocupa y alarma porque esta quiebra de valores morales significa la pérdida del horizonte moral en la mayoría de nuestros conciudadanos”.
La corrupción es un pecado grave, porque, como dice el Santo Padre, priva a los más pobres y desvalidos de nuestra sociedad de los recursos necesarios para mejorar sus condiciones de vida, acorde a la dignidad que les corresponde como hijos de Dios.
En efecto, el papa Francisco denuncia que la corrupción de los políticos, de los empresarios y de los eclesiásticos “la pagan los pobres”, que son privados de aquello a lo cual tienen derecho para sostener la avidez de los poderosos…, la corrupción la pagan los hospitales sin medicina, los enfermos que no tienen terapias, los niños sin educación (homilía en Santa Marta, 16 de junio de 2014).
“En palabras de Pío XII podemos decir: ‘Falta a nuestro tiempo el sentido del pecado’. En verdad, no es solo una sucesión de desórdenes y actos delictuosos, sino en definitiva es la destrucción del mismo hombre, de la persona humana, la única portadora de los valores morales. Es una advertencia comprometedora para todos, ya que nos dice que la descristianización de nuestro pueblo está llegando a niveles alarmantes. Porque esta destrucción de la persona es al mismo tiempo destrucción de la sociedad y es la negación de una convivencia fraterna digna del hombre, hijo de Dios” (Saneamiento Moral de la Nación, junio de 1979).
El Santo Padre, quien nos visita como mensajero de la alegría y de la paz, nos propone que hagamos un examen de conciencia, como Iglesia y como sociedad, con el firme propósito de iniciar un proceso de conversión personal, eclesial y social, imprescindible para pensar y soñar en un nuevo Paraguay.
Para este examen de conciencia, les invito a releer la carta pastoral “el Saneamiento Moral de la Nación” (www.episcopal.org.py/documentos). Nos duele y desafía su gran actualidad y vigencia 36 años después.
Confiamos en que la visita apostólica de Su Santidad, el papa Francisco, nos dará nuevos impulsos para encarar, con coraje ciudadano y caridad cristiana, el desafío de rehacer y fortalecer el tejido moral de la nación.
* Obispo Castrense