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Esto me recuerda a la bibliografía sobre el populismo económico. Williamson, en su trabajo sobre La Historia del Pingüino de América Latina (1992), definió al populismo como un fenómeno en el que se busca ganar la popularidad con promesas de beneficios, pero careciendo de un programa de financiamiento coherente. Asimismo, Dornbusch y Edwards, en su libro sobre el Populismo Macroeconómico en América Latina (1991), definieron al populismo como un conjunto de políticas económicas dirigidas a redistribuir el ingreso sobre la base de déficit fiscales altos e insostenibles.
Hoy se impulsan varias iniciativas que tendrían un efecto adverso sobre la economía y en última instancia en las condiciones sociales. Entre las mismas se toman en cuenta la iniciativa para establecer un subsidio amplio al consumo de energía eléctrica para varios estratos de la sociedad más allá de la población en situación de vulnerabilidad, las iniciativas de reducción de años de aporte, elevación de tasas de sustitución y equiparación en las jubilaciones, las cuales apuntan a elevar los beneficios sin mayores aportes, y la universalización de transferencias para los adultos de la tercera edad, donde se excluye la condición de pobreza para ser beneficiario. También hay un efecto en la inequidad, dado el carácter regresivo de varias de las iniciativas, donde se otorgan mayores beneficios a quienes ya tienen jubilaciones y transferencias a quienes tienen ingresos relativamente altos.
Según estimaciones preliminares, todas estas iniciativas, algunas aprobadas, con media sanción o en estudio, podrían representar un costo anual de 1,4% del producto interno bruto (US$ 571 millones).
La consecuencia sería una prospectiva de déficits fiscales que involucra riesgos significativos. Se pondrá en riesgo no solamente la estabilidad macroeconómica, condición fundamental para el desarrollo conseguido con mucho esfuerzo en los últimos quince años, sino también se pondrá en riesgo los demás programas de políticas públicas, programas sociales y los mismos beneficios otorgados en dichas iniciativas.
Algunos dirán que estoy exagerando ¿Cómo podría ocurrir eso? Bueno, el ciclo de las políticas populistas que se ha caracterizado tomando las experiencias en la región es muy ilustrativo.
En una primera fase hay un sentimiento de éxito tras otorgarse los beneficios como incrementos desmedidos en salarios, jubilaciones o transferencias. En la siguiente fase se registran déficits fiscales crecientes, procesos de elevada inflación y escasez, lo que erosiona beneficios a niveles incluso más bajos que los iniciales. Y seguidamente tras el colapso se vuelven inevitables las políticas de estabilización o de ajuste fiscal, que termina empeorando las condiciones de toda la población. Es razonable esperar que este ciclo se repita si se multiplican estas iniciativas populistas.
La motivación inicial de buscar un mayor bienestar es incuestionable. Lo cuestionable es que todo beneficio o gasto público adicional, que queda como compromiso permanente del Estado, debe tener como contrapartida una fuente de ingreso o financiamiento de carácter permanente, de manera a dar sustentabilidad al programa en cuestión.
Si eso no existe, como es este el caso, en última instancia el costo los terminaremos pagando todos. Y como decía Milton Friedman, “no existe tal cosa como un almuerzo gratis”.
(*) Viceministro de Economía del Ministerio de Hacienda.