Pateando el perro

Lo escuché en Ecuador. Cuando alguien entra a su casa, o a su lugar de trabajo “pateando el perro”, significa que entra mbarete.

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Mascotas aparte, hoy yo tengo ganas de patear ídolos y romper tabúes. Me encanta el ruidito que hacen al rajarse y caer a pedazos. Cada grieta que se produce en una idea fosilizada es música.

Melodiosamente van cayendo trozos ante el impacto de lo nuevo, transgresor e inesperado. Es el ruido que hacen los cascarones al romperse cuando nacen los pájaros, y los reptiles. Se hace polvo la envoltura, surge la vida. En algún momento pelearán por el sustento, el hornero comerá la lagartija, o la serpiente se deglutirá los pichones.

Ah, pero hay quienes pretenden que todo siga igual. Son ideologías que en su momento se opusieron a la imprenta, quemaron la biblioteca de Alejandría o impusieron censura a las películas de Isabel Sarli. Una forma de pensar muy estrecha, que se da en todas las culturas, religiones y cuentas bancarias. Conste que soy muy lectora, mi casa está llena de libros polvorientos y cada tanto escribo algo que se publica en sistemas del siglo XX.

¿Vamos a patear algún tabú?

Por ejemplo, por qué tanto repetir escandalizados que los chicos no leen, como si estuvieran desparramando sífilis como hizo Pedro de Mendoza al fundar Buenos Aires en el peor lugar posible, por primera vez. Mal ejemplo que cundió, se acuerdan. Claro que los jóvenes leen. Lo que quieren. O sea, sus mensajes del celu. Constantemente. Y escriben raro y resumido: paradójicamente, dicen algunos expertos que así crecen los idiomas. Además escuchan música, fotografían gente, seleccionan imágenes, etc, etc. ¿Por qué no se aprovechan más estas posibilidades? Celular tiene cualquiera, es cosa de buscarle la vuelta, usarlos a full.

En algunos colegios todavía hay profesores (¿necesitamos que aclare /as?) que pretenden que los chicos (ídem) memoricen cosas tan importantes como las fechas de las batallas o la altura de los picos del Cáucaso. A menudo estos docentes no saben usar ni siquiera el Google, supuestamente simple. Lo más probable es que cuando ellos estaban en la escuela tampoco hayan aprendido a usar un diccionario, para no hablar de una buena enciclopedia. Copiaban del pizarrón lo que el profesor escribía, si es que no le encargaba a la alumna que mejor “letra” tuviera la tarea de transcribir de unas páginas manuscritas y amarillas de viejas. Algunos más modernos y solventes, hacían fotocopias que los alumnos acumulaban sin leerlas jamás. De allí a los que usan la Internet para copiar sus tesis universitarias, hay un paso.

El concepto es el mismo: reproducir sin reflexionar ni criticar, ni crear. ¿Qué diferencia existe con los monjes de conventos medievales? Esto aún sucede, no tanto por escasez de computadoras como por aburridos que son los que “piensan” qué tipo de educación queremos.

Hay que cambiar la manera de usar la información tanto como la forma de transmitirla. En tanto sigamos aferrados a un eslogan muy válido hace cien años, nos perderemos el proceso evolutivo que de todas formas se sigue realizando, nos guste o no. El problema no es que los chicos no leen, sino que los grandes atrasamos en el pensamiento.

mrossi@abc.com.py

Enlance copiado
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