Pacta sunt servanda

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Este es el aforismo al que usualmente recurren nuestros socios del Mercosur cuando sirve a sus intereses. Lo pactado debe cumplirse. Sin embargo, parecen no tener empacho en violarlo cuando conviene a los suyos.   

Es necesario destacar que para el bloque regional, su Tratado es su Constitución, la grundnorm a la que con tanto acierto se refería el gran maestro vienés Hans Kelsen. Por lo tanto, si se lo quiere modificar, es necesario que TODAS las partes contratantes estén de acuerdo para ello, pero además debe obrarse de conformidad con la Convención de Viena sobre el derecho de los tratados, que establece en su artículo 24 "entrada en vigor de los Tratados" : "A falta de tal disposición o acuerdo, el tratado entrará en vigor tan pronto como haya constancia del consentimiento de todos los Estados negociadores en obligarse por el tratado".

En el caso del protocolo de ingreso de la República de Venezuela, no importa quien haya firmado dicho protocolo, que es un pretexto al que suele recurrirse para echar la culpa a otro: el mismo fue sometido a la aprobación de los Congresos, como debe ser. Por lo tanto el que tiene en sus manos ahora la decisión es el Congreso paraguayo el cual no ha dado aún su consentimiento, sin el cual es imposible su incorporación.   

Recuérdese que el protocolo es una especie dentro de los Tratados, pero es finalmente "un Tratado", que necesita inexorablemente, en este caso, de la aprobación de los cuatro Estados parte, desde que también y en el mismo Tratado de Asunción, de creación del Mercosur, se establece en su artículo 20 que la admisión de nuevos socios se dará solamente "por unanimidad". En el Diccionario de la Real Academia se lee lo que significa esta palabra y es cuanto sigue: "Sin discrepancia, unánimemente".   

Parece ser que a esta altura de la reflexión ya no caben dudas que sin el apoyo del Congreso paraguayo no podrá darse el ingreso de ningún socio nuevo.   

Claro está que hay siempre subterfugios jurídicos a los que puede recurrirse. Pero ello irá en contra de la voluntad de la expresión soberana del Parlamento paraguayo, y conlleva necesariamente el rechazo y la nulidad de lo actuado.   

No debemos sorprendernos tampoco si como consecuencia de la posición paraguaya, comienzan de nuevo las presiones ilegales ejercidas por los vecinos, como ser bloqueo de puertos, dificultad en la navegación de los ríos internacionales, o la negación del paso de la carne paraguaya, con el pretexto de la aftosa, cuando cualquier alumno de primer año de la carrera de veterinaria sabe que el virus de esta muere rápidamente y nunca puede causar daño, cuando la carne va refrigerada, en contenedores fumigados debidamente etc. etc.   

El congreso, con todas las falencias que se le pueda atribuir, es un Poder del Estado, al que la Constitución le dio la facultad de aprobar o rechazar los tratados internacionales. No respetarlo sería crear un innecesario conflicto de poderes, que puede traer más daño a la República que los beneficios que pudieran provenir del ingreso de Venezuela que, curiosamente, hasta la fecha no han sido explicados.   

Esperemos que se actúe con sensatez, y no se defraude ni se viole una vez más nuestra Constitución. Pensamos que la defensa de la institucionalidad, tan trabajosamente lograda, merece que se la ejerza con fuerza por TODOS los poderes del Estado. La República tiene precisamente su base en esta distribución de funciones que atribuye la Constitución.   

El presidente Mujica, a quien se considera el portavoz de este pedido de ingreso de Venezuela, y al que vimos vestido con el uniforme del ejército venezolano, parece estar cumpliendo las órdenes de su Comandante en Jefe, el señor Hugo Chávez. Esperemos que nuestro país no caiga en la añagaza que pretenden tenderle.   

*Profesor universitario
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