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El líder Sindulfo Miranda, de la comunidad Che’íro Ára Poty, de J. Eulogio Estigarribia, departamento de Caaguazú, fue el primero en manifestar que esperan ayuda del Gobierno para convertir un colegio donado por Nicolás Leoz en una escuela agrícola, que permita a sus hijos aprender tecnologías de producción acordes a los tiempos actuales. Señaló que únicamente de esta manera los jóvenes nativos podrían dejar de ser simples peones e insertarse en el mundo laboral con competitividad.
Jacinto Villalba, de la comunidad Karanda’y, del distrito de Yguazú, departamento de Alto Paraná, también pidió infraestructuras para que los niños y jóvenes de la zona puedan aspirar a una formación académica adecuada. Solicitó además a las autoridades asistencia –no asistencialismo– para poder producir de una manera sustentable y tener acceso a servicios básicos, como la energía eléctrica y atención médica con la habilitación de un puesto de salud.
En parte, respondiendo a este pedido, cuatro entidades privadas: Asociación Japonesa, Cooperativa Yguazú, Asociación del Comercio, la Industria, Servicios y Profesionales de Yguazú (Acispy) y A Todo Pulmón Paraguay Respira, iniciaron un plan piloto para permitir a los aborígenes incursionar en la agroforestería.
Es una iniciativa loable que debería haber partido de los organismos de gobierno, sea el Indi o la Secretaría de Asuntos Indígenas de la Gobernación.
Ojalá la iniciativa de esas entidades privadas sirvan de ejemplo para las entidades gubernamentales para busquen coordinar la realización de proyectos que permitan a los nativos insertarse, con dignidad, al modelo productivo, respetando su cultura.
mbogado@abc.com.py