Mi solidaridad con Luis Verón

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En alguna parte leí que no hay nada más práctico que una buena teoría. Es lógico: si queremos encarar con seriedad y con seguridad un proyecto, un plan, necesitamos sólidos principios, ideas fundamentadas, conclusiones precisas. La teoría, nacida de la práctica, constatada, evaluada constantemente, nos indica cuáles son los caminos más expeditivos para encaminar nuestras acciones, ahora y en el futuro. En términos profesionales, se sobrentiende que las universidades son los espacios donde se desarrollan, enseñan y aprenden las teorías fundamentales, las más actuales, las pertinentes en cada quehacer y con vistas a los grandes planes a ser llevados adelante en la sociedad.   

En este contexto, me atormentan estos interrogantes: ¿en qué facultad estudiaron los fiscales que acusaron a Luis Verón y los jueces que lo condenaron? Y, ¿en qué facultad estudió el sujeto que ante la tarea de restaurar un patrimonio nacional del arte barroco lo trató con materiales y métodos que le ocasionaron daños irreparables? Recordemos que tal perjuicio está comprobado al punto que los responsables de tales monumentos impidieron la continuidad de las obras en manos del tal profesional. Recordemos también que Luis Verón fue juzgado, condenado y, por lo tanto, cumple la pena y debe pagar un millonaria suma.   

Ante tal desatino, levantaron sus voces en contra varias organizaciones y varias personas, de aquí y del exterior. A modo de ejemplo y por considerarlas muy significativas menciono las de Piribebuy; no solo se solidarizaron con Verón, sino lo declararon hijo dilecto. El pueblo sencillo, que valora y guarda los patrimonios más significativos, sabe dónde está la verdad y es agradecido con quienes la custodian.   

Pero, ¿y las universidades, las casas de los altos estudios, los espacios por antonomasia de la verdad, de la ética, de la sabiduría? Okirirîmba. No solo se llamaron a silencio, sino que se hicieron los desentendidos, no va, supuestamente, la cosa con ellas. Como ocurrió cuando la ciudadanía capitalina se desayunó con la noticia de que el nuevo viaducto de costos millonarios no ofrecía garantía de seguridad. O cuando nos enteramos de que hay decenas de edificios sin salidas de emergencias y otras falencias por el estilo.   

En muchos lugares he escuchado la preocupación por las aperturas de universidades que se expanden como hongos por todo el territorio nacional. Dicen que para la apertura ya no se necesitarán próximamente de los dictámenes técnicos, sino bastarán las decisiones políticas. ¿Qué se busca? Tema a investigar. Pero no olvidemos la ya constatable situación actual en sus resultados, en los profesionales cuyas obras no solo son lamentables, sino altamente perjudiciales al país, a las ciudades, a la gente, al patrimonio histórico y a un largo etcétera.     Convengamos, mientras tanto y para empezar, que mientras nuestras casas de altos estudios estén en manos de los mediocres, de los corruptos, de los improvisados y de los desactualizados, los frutos, ni por acaso ni por milagro, serán diferentes a sus generadores.
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