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Recuerda a Theodore S. Roosevelt en los prolegómenos del periodismo de investigación (1906) cuando este bautizó a los profesionales de la tecla y la tinta como “escarbadores de basura”. Menciona a Hitler, quien ordenó expulsar de Alemania a Noel Panter de Dayly Telegraph (Londres) por haber escrito sobre las tropas de asalto en Munich. Estos son algunos ejemplos que nos recuerdan que decir la verdad, o preguntar sobre ella, ha tenido consecuencias negativas sobre la prensa. De este lado del globo, en nuestro país, padecimos y seguimos padeciendo a gobernantes que a lo largo de nuestra historia han ensayado métodos para acallar a los periodistas que no se prestan a la zalamería hacia detentadores del poder. Reconozcamos también que en el gremio hay uno que otro par de hurreros de la pluma y el micrófono que escriben y vociferan al son de la música corrupta gubernamental. A los que no, pues el sistema se ha encargado de repartirles generosos golpes de cachiporra y balas, según la gravedad de la molestia. Pero como el Gobierno sabe que no es negocio andar todo el tiempo agrediendo a periodistas, ha encontrado una nueva forma de coacción que no pierde tiempo en sutilezas.
Hoy, Horacio Cartes (ANR) extorsiona públicamente a los medios de comunicación y se jacta de ello. A través de su vicepresidente, Juan Afara, promete –emulando tiempos stronistas– pagar millonarias sumas de dinero a los propietarios de radios del interior a cambio de hablar bien de ellos. A los que no lo hicieron, se ufana, les cortó el chorro y lo mismo podría pasarles a ellos.
Edison Lanza, relator especial para la Libertad de Expresión de la CIDH, opina que “premiar y castigar con publicidad oficial a los medios de comunicación por su línea de afinidad con el Gobierno interfiere con la libertad de expresión”. Recordemos que la libertad de expresión es uno de los pilares fundamentales de la democracia. Y este pilar está cuando menos resquebrajado, por lo que difícilmente podemos decir que el nuestro es un Gobierno democrático. Afara va más allá y exige también que estos empresarios se encarguen de “alinear” a los periodistas que no sigan la pauta, lo que abre las puertas a una caza de periodistas “revoltosos”.
Esta es una represión laboral selectiva. Esta es una dictadura de hambrientos lobos autoritarios, que amenaza con dejar sin sus puestos a trabajadores paraguayos.
Una cuenta más en el rosario de vergüenzas del gobierno cartesiano.
mescurra@abc.com.py