La perversión en el sadomasoquismo

Donaciano Alfonso Francisco, Conde de Sade, fue un escritor francés que firmaba con el seudónimo de Marqués de Sade. Su nombre ha sido dado a la perversión conocida como sadismo, que según lo define el diccionario es la satisfacción neurótica de infligir penas o castigos a otros. El marqués de Sade escribió novelas obscenas y murió en 1814 en un manicomio. El sadismo, siempre consultando el diccionario, es un deseo anormal de ejecutar crueldades. En su práctica, predominan las acciones violentas, como atar, encadenar, dar látigos o azotes; en síntesis, producir dolor en la otra persona. Otros conceptos sobre el sádico, es aquel que se deleita en hacer el mal a los seres vivos o que se complace con los padecimientos ajenos.

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En el otro extremo, está el masoquismo. Una conducta tan anormal como el sadismo. O sea, para que el sádico pueda hacer de las suyas, siempre tiene que haber un masoquista que lo acepta, que aguanta todo, con tal de no perder a su media naranja. A raíz del estreno de la película: “Cincuenta sombras de Grey”, los sexólogos se pusieron a opinar sobre el sadomasoquismo. No faltó el profesional que sostuviera que “entre cuatro paredes, la pareja puede hacer de todo, si ambos están de acuerdo”. En otras palabras, se pueden pegar, golpear, ocasionarse daños físicos.

Sin embargo, cualquiera en su sano juicio sabe que en las relaciones íntimas, se busca placer, goce o disfrute. Qué extraño que se busque placer a través de la violencia. Ni los animales más salvajes realizan actos semejantes en su apareamiento. Corand Lorenz, que estudió el comportamiento de los animales y fue Premio Nobel, decía que algunas especies hacen verdaderos galanteos, para seducir a su macho o hembra. Y que había que copiar esas actitudes tan sofisticadas y elegantes. Además, si una pareja consume drogas o alcohol, lógicamente, se puede esperar de todo. Por eso, las relaciones en la actualidad son tan patológicas. En vez de primar la ternura, el amor, el respeto y la consideración, predominan los celos, los sentimientos posesivos, descontrolados y sin confianza. Por eso, hay tanta violencia doméstica y los crímenes pasionales aumentan en forma escandalosa.

El Sistema 911 informa con frecuencia que las llamadas a ese número por violencia intrafamiliar, especialmente los fines de semana, son alarmantes. Algo se tiene que hacer al respecto. En realidad, la asistencia psicológica a las familias no existe. Tampoco funciona la fiscalía, ni los juzgados ni las comisarías. No hay un trabajo serio ni coordinado para evitar violencia intrafamiliar ni para controlar el consumo de drogas ni el alcohol. Al contrario, estos son grandes negocios, que prosperan notablemente a costa de la salud, de la seguridad y de la vida misma.

La persona sádica no muestra sus gustos extraños únicamente en la cama o en el acto sexual, también es sádico el que maltrata verbal o emocionalmente. Hay tantos ejemplos en nuestro medio. Hombres abusivos que tratan de lo peor a sus parejas, llegando incluso a los crímenes. Está la mujer callada y sumisa, que soporta todas las crueldades, hasta que ya sabemos cómo termina la historia. La mujer masoquista es la que “ama demasiado”, soñando que va a cambiar a su hombre. Cuando en realidad es ella la que debe modificar su conducta, amándose y respetándose a sí misma.

Vinimos al mundo para ser felices. Vinimos a buscar y a vivir un amor sano, que nos llene de alegría y plenitud. Pero la pornografía, la sociedad de consumo que considera a la mujer un objeto sexual y fomenta la prostitución, todos los antivalores conspiran contra el verdadero amor. El sexo viene de Dios y, como tal, merece un profundo respeto, ya que todos fuimos concebidos a través de esa relación tan maravillosa. El sadomasoquismo es una perversión, una degeneración. Donde el individuo no saca lo mejor, sino lo peor que lleva adentro. Y esto no es saludable, bajo ningún punto de vista. Se tiene que ver como una enfermedad que requiere terapia inmediata.

blila.gayoso@hotmail.com

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