La moraleja de Koki

La visita del máximo líder de la Iglesia Católica ha puesto sin dudas al Paraguay en la vitrina del mundo. El fervor en las calles y el entusiasmo en torno al papa Francisco, que con su autenticidad y sencillez ha conquistado el corazón de los paraguayos ha exaltado aquellos rasgos de nuestra cultura que son cotidianamente invisibles.

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Y pronto se escucharon los elogios de nuestro amor a la lengua guaraní, de nuestra hospitalidad y calidez con los extranjeros y, sobre todo, de nuestra capacidad de “hacer” que ocurran cosas positivas en la adversidad. Puede decirse que, con la venida del Papa, hemos tenido la mayoría de los paraguayos un baño de autoestima.

Pero el altar de maíz y frutos del artista Koki Ruiz es para mi la experiencia que más enseñanzas nos deja. De ahí hay mucho que aprender, porque mas allá de la belleza y la estética del arte expuesto en el magnífico retablo, el proceso de realización fue el mejor ejemplo de cómo lograr que la gente se sienta parte de una obra colectiva. Si los líderes políticos entendieran la lógica de como “hacer un rumbo nuevo con la gente” no solo en los discursos, la sociedad paraguaya podría lograr en pocos años que nuestra patria soñada sea una realidad.

El trabajo de Koki es producto de una visión de la cultura y la vida, que luego se convirtió en plan, que luego se concretó con la participación y el aporte colectivo, porque fue un plan con el que la gente desde un principio se sintió identificada, incluida y movilizada.

Desde la lógica de la racionalidad comunicativa, toda planificación, para ser efectiva, debe cumplir con al menos tres condiciones:

a) Que personal y socialmente tenga sentido, que sea deseable (todos queríamos el altar de maíz).

b) Que pueda ser percibido como posible, que sea concreto y realista (todos sabíamos que se podía hacer).

c) Que sugiera las formas de realización de los diferentes actores (cómo se hace y con quién). Y todos sabíamos que Koki con los compatriotas de Misiones sabían hacerlo, porque cada año ya nos habían deslumbrado en Tañarandy.

El proceso es claro, la lógica es transparente, pero se requiere de gran visión, absoluta generosidad (en forma de desapego por lo material), y un liderazgo humilde y sencillo, despojado de afanes ególatras para hacerlo. Y, sobre todo, una trayectoria de venir haciéndolo desde siempre.

Con esto no digo que Koki se candidate a presidente, pero quienes quieran hacerlo deberían aprender algo de él.

(*) Educadora y periodista

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