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Si es cierto que el diputado Maldonado quiere “defender la dignidad de los paraguayos“, entonces guarde silencio y regrese a lugar de trabajo, porque nos está haciendo pasar vergüenza a los paraguayos que vivimos en Europa; tenemos miedo que en el ambiente en que nos movemos, ya sea en Francia o en España, la gente se entere del escandalete que se ha montado.
Maldonado ha dicho: “Yo no lo estoy haciendo como parlamentario, sino como paraguayo, como padre de familia defendiendo mi dignidad y la de toda mi familia y de todos los paraguayos que sufrimos varios desprecios en otros países”. Hace más de diez años vivo en España, conozco a muchísimos paraguayos, me esfuerzo por atender y ayudar a todos aquellos que pasan por Salamanca y nadie se ha quejado nunca de un trato discriminatorio. Quizá alguno que otro, en alguna rara ocasión, lo haya experimentado por parte de algún racista, pero racistas hay en todas partes, como racistas hay y son mayoría en el Poder Legislativo al que usted pertenece porque hasta ahora no se han resuelto a hacer una ley contra la discriminación y siguen permitiendo que nuestros aborígenes sigan sufriendo la depredación de sus bosques, el robo de sus maderas, la destrucción de su medio ambiente. Si aquí alguien es discriminado por motivos racistas, tiene el recurso de ir a la comisaría más cercana y presentar denuncia, que será debidamente atendida. En nuestro país, no.
¿Cómo quiere que le creamos cuando dice que el metro de París está “en paupérrimas condiciones”? Si así fuera, ¿cómo tendríamos que catalogar los ómnibus de su compañía? ¿Por qué no comienza a cuidar la “dignidad” de los paraguayos dándoles un servicio de trasporte decente, limpio, con un trato respetuoso a los pasajeros?
Creo que se equivocó de país para ir de vacaciones con toda su familia. Fue allí, por si no lo sabe, y estoy seguro que no, donde a finales del siglo XVIII (1789) tuvo lugar un hecho trascendental para la historia de la humanidad y que se conoce con el nombre de Revolución Francesa bajo el lema de “Libertad. Igualdad. Fraternidad”. Para quienes pretendían mantener los principios de desigualdad y de privilegios en favor de una clase gobernante, pusieron en la Plaza de la Concordia una máquina llamada “guillotina”, que tuvo la misión de cortar todas las cabezas que eran necesarias. Y algunas más también. Usted creyó que estaba en el Paraguay, donde no rige ese principio de igualdad y pensó que por ser diputado y su hija por ser hija de diputado, podía tener privilegios que no correspondían.
No nos haga pasar vergüenza, señor diputado. Por el bien del país, por el bien de su partido, por el bien de todos sus compatriotas, por el bien de quienes vivimos afuera porque no somos hijos de diputados, ni de ministros, ni de autoridad alguna que nos permita disfrutar de un sueldo sin trabajar en alguna oficina del Gobierno; por su propio bien, recapacite y recobre la calma. Si guarda silencio, en pocos meses se olvidará todo, como se ha olvidado incluso que muchos estudiantes compraron sus notas en la Universidad Católica, entre los que figuran miembros de su familia.
Usted es un diputado de la Nación, miembro de uno de los Poderes del Estado, lo que le obliga a mantener, en todo momento, una conducta ejemplar ante quienes viven en el país, de seriedad y de respeto para quienes lo miran desde afuera. Ruego al cielo que este escándalo vergonzoso no llegue a oídos del presidente François Hollande ni a las oficinas del Quai d’Orsay (Ministerio de Asuntos Exteriores) porque van a pensar que están leyendo el último ejemplar de la revista humorística “Charlie Hebdo” y no el documento diplomático de un país serio. Y ante la pasividad de nuestro Gobierno y de su propio partido, el PLRA, son capaces de enviarnos de regalo una guillotina para que cortemos las cabezas de quienes no se hayan enterado todavía de que una democracia se asienta sobre aquellos principios de “Libertad. Igualdad. Fraternidad”.
jesus.ruiznestosa@gmail.com