La barbarie de las religiones

Hemos llegado a un nivel de civilización en el que los conocimientos científicos rápidamente se traducen en descubrimientos tecnológicos. Las distintas sociedades se aprovechan de las miles de ventajas que nos presenta diariamente la globalización. Hoy es más fácil no solo aprender y educarse, sino también disfrutar de los logros de miles de cerebros inteligentes que nos ayudan a tener una vida menos estresante y más cómoda.

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A pesar de todo ello, es un siglo XXI que presenta ciertas contradicciones. No solo tenemos aún dictaduras y gobiernos autoritarios que restringen o cercenan las libertades individuales, sino también que hay otros factores que inciden en que el nivel de intolerancia y violencia en el mundo se incrementen cada vez más. En este sentido, la religión, no solo la monoteísta, ha servido como instrumento de opresión, censura, persecución y hasta ejecución a lo largo de la historia civilizatoria.

Hoy no es la excepción, y, aunque su nivel de monopolio de la moral y hasta de la verdad se quiebra cada vez más, continúa explotando la capacidad de influenciar en los distintos países donde el pensamiento mágico junto con la ignorancia poseen miles de seguidores.

En la última semana, el parlamento nigeriano aprobó una ley en contra del matrimonio homosexual. No contentos con eso, los legisladores establecieron una sentencia de 10 años en prisión para “cualquiera que, directa o indirectamente, muestre en público relaciones amorosas del mismo sexo, y para cualquier persona o grupo de gente que supervise, presencie, proteja o defienda la formalización de matrimonios homosexuales en Nigeria”. Nigeria es el país más poblado del continente africano, con 160 millones de habitantes, además de poseer una importante diversidad étnica poblacional.

El país petrolero enfrenta un conflicto religioso entre musulmanes contra cristianos y animistas del país, ya que los primeros impulsan, mediante la violencia, el establecimiento de un país teocrático, donde la sharia esté por encima de los derechos humanos. A esto se suma el auge del grupo terrorista islámico Boko Haram, que masacra a quienes no sean musulmanes, en pos de establecer una dictadura religiosa.

Por su parte, la justicia iraní, en una “renovación del código penal”, estableció que las personas adúlteras podrían ser ejecutadas de otra forma si no se dan las condiciones de “lapidación”. En esta dictadura teocrática del Asia, a los que cometen adulterio se los entierra antes de lanzarles las piedras, a las mujeres hasta los hombros y a los hombres hasta la cintura, si logran escaparse durante la pedrada, salvarán su vida.

En este país con leyes trogloditas también se castiga con la muerte los “crímenes” de apostasía y de homosexualidad.

Mientras, en Túnez, la justicia ordenó que la joven Amina Sbou siga en prisión a causa de “profanación de un cementerio”, por haber escrito con aerosol en la pared de un camposanto la palabra “Femen”, el nombre de la organización feminista internacional. Amina se hizo famosa luego de mostrar sus pechos en protesta por el conservadurismo y autoritarismo islámico vigente en su país.

Pero el fundamentalismo e intolerancia no son monopolios del islam. En El Salvador, los grupos cristianos se opusieron hasta último momento a la práctica de una intervención quirúrgica o aborto a una joven de 22 años que padece lupus y una enfermedad renal, y su bebé, además, es anencefálico, es decir, no tiene cerebro. Sin embargo, ante la condena unánime de los grupos internacionales de derechos humanos, se permitió la cesárea para los próximos días. El pensamiento mágico no solo tiene admiradores, sino poder político, que hace que nos encontremos en un mundo contradictorio, donde la intolerancia religiosa sigue presente y trata de imponerse hasta en las sociedades democráticas, donde, en teoría, se respetan las libertades fundamentales. Pero aún hay tiempo de contrarrestar la barbarie.

equintana@abc.com.py

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