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La costanera de Encarnación, el principal recurso turístico del momento para la ciudad, se convirtió por obra y gracia de las últimas administraciones municipales en una romería, donde cada vez surgen nuevos locales comerciales instalados en plena playa.
Tras la “experiencia piloto” de Schmalko, quien inicialmente entregó a título gratuito la playa para que un par de empresarios amigos hicieran el gran negocio de subalquilar parcelas de espacio público, el intendente actual entrega el espacio aéreo para que, con igual propósito, se haga negocio vendiendo los mejores sitios publicitarios.
El Estado paraguayo –a través de la EBY– gastó millones de dólares para construir una avenida costanera y una playa “para la ciudadanía”. Por miles, pobladores que ocupaban las zonas afectadas por las obras de la represa fueron obligados a abandonar sus viviendas, para dar lugar al primoroso espacio abierto que se extiende a lo largo del río Paraná, para que unos avispados, con la complicidad de los administradores de turno, lo conviertan ahora en su patio privado donde hacer jugosos negocios.
Pero acaso más catastrófico que el desparpajo de estos señores es la apatía de una ciudadanía encarnacena, que maldice entre dientes su malestar pero no se anima a levantar su voz de protesta. Como un perro viejo: elige gruñir en silencio y seguir durmiendo la siesta.
jaroa@abc.com.py