Ha muerto Joseph Napolitan

La campaña de Kennedy en 1960 inauguró la era de la imagen y de la política mediática, que se impusieron a la voz y a las concentraciones en las plazas. Los líderes de la radio congregaban a sus seguidores con una oratoria encendida, estandartes, bombos, bandera. La televisión cambió todo.

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Mientras el orador tradicional usaba una voz altisonante para que lo escucharan quienes estaban más lejos de la tribuna, la televisión permitió que los líderes invadieran la casa de los electores obligándolos a conversar. El primer debate televisado de la historia demostró el divorcio de las palabras con las imágenes. Las encuestas que se hicieron entre quienes lo escucharon por radio favorecieron a Nixon y entre quienes lo vieron en la televisión, a Kennedy.

En el equipo técnico demócrata que trabajó en esa campaña y en la de 1964, coincidieron varios personajes excepcionales que pusieron las bases de la consultoría política. Uno de ellos fue Tony Schwartz, autor del spot político más famoso, filmado para la campaña de Johnson, y de dos libros fundadores de la consultoría política. The Comprehensive Chord, que tradujimos en 2001 con el nombre de La respuesta emocional, y Media: the second God. Schwartz fue un genio que convirtió sus padecimientos en un desafío vital. A los 16 años perdió el oído por un tiempo, quedó con una sensibilidad extrema a los sonidos, y desarrolló una agorafobia y una claustrofobia agudas que lo mantuvieron prácticamente encerrado, los últimos cuarenta años de su vida, en una casa de Manhattan llena de libros y aparatos de última tecnología. De difícil trato, mantenía una conversación intelectualmente densa pero apasionante, hacía preguntas desconcertantes y desde su laberinto se mantenía al tanto de todo lo que ocurría en el mundo. Hablando con Tony una mañana se aprendía tanto como al leer una biblioteca. El otro fue Joseph Napolitan, estratega de Kennedy, Johnson, Humphrey, Carlos Andrés Pérez, Óscar Arias, Valéry Giscard d’Estaing, Ferdinand Marcos, Gaafar Nimeiry y centenares de candidatos en veinte países. Fue él quien acuñó el término consultor político, se convirtió en una leyenda y fue reconocido por sus pares como el mayor. Escribió Cómo ganar las elecciones, un clásico de la materia que tradujimos al español en 1994. En 1986 presentó una ponencia en el congreso de la Asociación Internacional de Consultores Políticos: “Las cien cosas que he aprendido en treinta años de trabajo como asesor de campañas electorales”, que se convirtió en la Biblia de la consultoría. A fines de 2005 lanzamos en WDC una versión comentada de este texto que se llamó: “Cien peldaños al poder”.

La elección de Clinton en 1993 constituyó un hito en la historia de la consultoría política. La propaganda épica de Bush fracasó frente a un Clinton que habló de los sueños de la clase media; las campañas sucias demostraron su ineficiencia cuando los republicanos fracasaron al intentar inútilmente debilitar a Clinton por no haber combatido en la guerra de Vietnam y por haber fumado marihuana. La misma noche en que Clinton inauguraba su período se instaló en Crystal City, el congreso de la American Association of Political Consultants que vivía un período de esplendor por las incansables iniciativas de su presidente, Ralph Murphine. James Carville y Mary Matalin, que a pesar se ser pareja habían sido los estrategas de Bush y de Clinton, mantuvieron un debate apasionante recogido en su libro Love, War and Running for President. En Washington, Christopher Arterton había iniciado lo que después sería la GSPM, y todos vivíamos un enorme entusiasmo encabezados por un Napolitan que anunciaba una etapa de desarrollo académico de la profesión. Joe entregaba su tiempo y sus conocimientos con enorme generosidad a toda causa justa. Con su apoyo, soñamos con un posgrado de consultoría en castellano para el que iniciamos la publicación de una biblioteca con libros de Napolitan, Schwartz y otro cuya autoría compartimos con el maestro. El soñado posgrado se inició hace un año en la GWU. Joseph Napolitan fue un hombre genial, culto, sencillo, con un gran sentido del humor, capaz de reírse de sí mismo y contar interminables anécdotas recogidas en su vida de viajero incansable. Su actitud fue siempre la de escuchar, comprender, aprender toda técnica que aparecía, difundir la democracia en los países más diversos. No solo fue un maestro del que aprendimos mucho, sino alguien que se ganó el afecto y el respeto de todos los que lo conocimos. A la enorme pena que nos produce su muerte, acaecida en Springfield el 2 de diciembre, se une la admiración por alguien que supo vivir con tanta intensidad positiva.

(*) Profesor de la George Washington University.

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