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Más allá de la natural brecha generacional, existe una grieta profunda entre los adultos mayores y los adolescentes por la impresionante rapidez de las innovaciones tecnológicas que conllevan radicales transformaciones culturales como si los chicos de hoy viviesen en otro mundo.
Las nuevas tecnologías, principalmente las de comunicación, irrumpieron sin pedir permiso en la formación de los niños y adolescentes hasta el punto de que los celulares se convirtieron en los padres y docentes de esta nueva generación. Las redes sociales sustituyeron a los diarios impresos y a las radios AM, los “grupos” virtuales reemplazaron a las barras de amigos, y las páginas web, Youtube y Wikipedia son las fuentes del conocimiento y de la verdad.
Los mayores enfrentan enormes dificultades para comunicarse con los niños y adolescentes de hoy porque éstos manejan lenguajes y códigos diferentes a los de hace dos o tres décadas. Hay una distancia psicológica y cultural muy grande porque las áreas de experiencia común son muy pequeñas o no existen.
El celular y la computadora se tragan casi todo el tiempo no escolar de los niños y adolescentes. Incluso en los almuerzos familiares de los domingos, el móvil está ahí, entre el tallarín y la gaseosa, haciendo prácticamente imposible cualquier conversación racional entre los comensales.
Los valores tradicionales son cuentos depreciados. El respeto a los mayores, la atención a la maestra, la misa de los domingos, la fidelidad en la pareja, el compromiso con ciertos ideales, etc., son leyendas de un tiempo extinguido, salvo raras excepciones. ¿Esto significa que los jóvenes ya no tienen valores? No. Significa que los chicos han adoptado nuevas pautas de conducta, siguen a determinados gurúes informáticos, priorizan metas personales y se interrelacionan en un mundo virtual que está fuera del alcance de los adultos mayores.
¿Cuál es el problema central que esto representa en la sociedad actual? Que existe un cortocircuito entre los sistemas tradicionales de educación en valores y el mecanismo actual de aprendizaje de las nuevas generaciones. Los educadores históricos (padres, docentes, sacerdotes) han cedido terreno a los “maestros tecnológicos”, es decir, esa montaña de informaciones y opiniones de muy diverso contenido y veracidad, que pueden producir, por igual, niños genios de extraordinario talento y adolescentes guiados por pervertidos sexuales o fanáticos ideologizados para matar a grupos humanos seleccionados.
Los que ya pasamos los 50 poco o nada podemos hacer. Son los propios jóvenes quienes deberían tomar conciencia de este gran cambio cultural. Analizar la realidad, promover los aspectos positivos y alertar sobre las facetas negativas son las tareas necesarias para avanzar hacia un mundo mejor. Es el eterno desafío de la educación; solo han cambiado los protagonistas y los instrumentos pedagógicos.
ilde@abc.com.py