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Uno tenía entendido que los problemas que hoy tiene México no se solucionan con una rebaja del sueldo presidencial o cobrando cuentas de hace 500 años. La oposición mexicana dice que el planteo de AMLO es oportunista, populista y para distraer la atención.
Los españoles reaccionaron con más furia. El gobierno rechazó “con toda rotundidad” el planteo de AMLO. Desde la Moncloa se le instó a evaluar los acontecimientos en su contexto histórico. “La llegada, hace 500 años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas”, le indicaron, con bastante acierto.
Hubo respuestas más furibundas. ”Es una auténtica afrenta contra España y contra su historia… yo no creo en la leyenda negra de España que la izquierda acomplejada intenta ahora escribir”, dijo Pablo Casado, líder del PP. Alfredo Rivera, de Ciudadanos, la calificó de “ofensa intolerable al pueblo español”, calificando el planteo de “populista” y de ”querer falsear” la historia.
Solo la gente de Podemos estuvo a favor, y es natural.
El escritor, periodista y miembro de la RAE Arturo Pérez-Reverte no se guardó nada: “que se disculpe él (AMLO) que tiene apellidos españoles y vive allí. Si este individuo se cree de verdad lo que dice, es un imbécil. Si no se lo cree, es un sinvergüenza”. Así nomás.
Oportunista, populista, izquierdista acomplejado, escandalizador, quizás hasta un demagogo a la enésima potencia. Hay que rescatar y reconocer que es coherente: planteos similares hicieron en su momento Chávez, Evo Morales, Correa. AMLO, que rápidamente dio su apoyo a la dictadura de Nicolás Maduro, está en la línea del español Rodríguez Zapatero, es un “chavista bolivariano” más, de izquierda, populista y progresista.
Se podría, empero, colocar algunas banderillas para moderar el embiste de los españoles. Pérez Reverte recurre a un manido argumento: carga las tintas sobre los americanos descendientes de españoles. Esa repuesta la oí más de una vez. Ha sido repetidamente utilizada frente a similares “reclamos” aborígenes de entusiastas lectores de Eduardo Galeano. No es así. Se trata de una falacia.
Me atrevo a decir que casi el ciento por ciento de los americanos con apellidos –de la península– que hoy pueblan este hemisferio, no descienden de Virreyes, ni Adelantados, ni Capitanes ni de Monjes (me supongo). Los descendientes de aquellos, que hicieron lo suyo –en otras épocas y realidades, es cierto–, si también vinieron seguramente no se quedaron, volvieron a España, quizás hasta a bordo de los barcos que remontaban el Guadalquivir hasta la Torre del Oro. Los apellidos “españoles” son de miles y miles de vascos, catalanes, muchos gallegos, y pocos castellanos, que vinieron con hambre, amontonados en las bodegas de los barcos en busca de un futuro. Vinieron tras una nueva tierra y algunos pocos –que en su mayoría se quedaron– con el sueño de hacerse la América. Ellos fueron lo que construyeron una muy buena parte de lo que hoy es América. Ellos no traían espejitos ni cuentas de colores.
El caso da para alguna reflexión más. Que sí tiene que ver con el tiempo y la España contemporánea. La España europea, la de la comunidad para acá.
Reflexionar, por ejemplo, en torno a la España que apoyó a Chávez, con el que hacia buenos negocios y le vendía barcos y hasta bancos. La España que festejaba y respaldaba –con visitas y aportes repetidos de la monarquía– a Correa, a Evo y a Fidel, por supuesto. Y ni qué hablar a Lula –el que está preso–, tanto que, en buenas épocas de los brasileños, se llegó a temer que el portugués pasara a ser el primer idioma de la península. Qué decir de los negocios con Cuba: ¿se ha revisado cómo les va a los pobres cubanos, que, convenios mediante con el gobierno de la isla, trabajan para las compañías españolas? Habría que hacer una lista, además, de los expertos, jueces y juristas, que asesoraron a Chávez –en eso la gente de Podemos es coherente–, a Correa, a Evo, a Cristina Fernández de Kirchner. Y faltaría saber cuál ha sido la conducta de las firmas españolas que operan, licitaciones mediante, por estas tierras. Si se hiciera una investigación a fondo quizás hasta aparece algún caso tipo Odebrecht.
Habría sí que hurgar en esta historia más reciente y vigente sobre cuál ha sido el accionar de España en los últimos 50 años; con sus luces y sombras, pero bajando un poco los decibeles.
En cuanto a lo que digan el Vaticano y el papa Francisco, interesa poco. Cada vez menos.
daf@adinet.com.uy