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Leemos en el Evangelio cómo María fue a visitar a su prima Isabel y entre estas dos mujeres, embarazadas en situaciones muy especiales, se establece un diálogo lleno del Espíritu Santo, que ilumina a todos los siglos de la historia humana.
La cumbre del relato son las palabras: “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.
María durante toda su infancia y adolescencia fue preparando su alma para la venida del Salvador, a través de la lectura del Antiguo Testamento, de una constante oración y una vida ejemplar. Como se prepara la tierra para recibir la semilla, hay que preparar el alma para recibir la fe.
Ella creía que, en algún momento, Dios iría a cumplir sus promesas, pues Dios jamás promete en vano: lo que promete sí o sí va a realizar, pues Él es el dueño de todos los corazones.
Esta fe en la palabra de Dios le traía felicidad, justamente porque la fe nos descortina el futuro, nos hace saber las cosas que vendrán, aunque en medio de algunas oscuridades, pues no es posible saber cómo ni cuándo vendrán.
Hay que creer en Dios para ser feliz, pues el Señor es lo único estable en medio de todas las vicisitudes: de la salud, de la economía y de los afectos humanos. Él es nuestro Amigo y nos comunica una buena noticia a cada segundo.
Y justamente para acrecentar nuestra fe y hacerla más operativa y transformadora el Papa nos invita al “Año de la Fe”: de octubre de 2012 a noviembre de 2013.
Incluso, este es el momento de, humildemente, pedir perdón por las manifestaciones de falta de fe y por no cultivarla mejor: ¡esta confianza en Dios le hará más feliz!
Por lo tanto, mi hermano y mi hermana, en la fuerza de su fe, no tenga recelo de abrazar a su marido, a su esposa, a sus hijos y decirles cuánto usted les quiere y cómo ellos les son importantes.
Y esta será, entonces, una linda y santa Navidad.
Paz y bien
hnojoemar@gmail.com