Félix Paiva

En la fecha se cumplen 50 años del fallecimiento del Dr. Félix Paiva, ciudadano paraguayo de un solo apellido. De los tantos que vieron la luz en hogares campesinos de mujeres solas, pero que construyeron linajes de sacrificio, logros académicos, dedicación a la patria y fundamentalmente, decencia y probidad.

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Como otros de su época y a lo largo de sus 89 años de vida, desde 1877 a 1965, este ka’asapeño, hijo de una Residenta de la Guerra del 70, doña Martina Paiva, es el único paraguayo que hasta la fecha ocupó la titularidad de los tres poderes del Estado: dos veces Presidente de la República (brevemente en 1921 y desde el 13 de agosto de 1937 hasta el 15 del mismo mes, de 1939); Presidente del Congreso Nacional desde 1920 a 1921 y del Supremo Tribunal de Justicia entre 1913 y 1914, de 1924 a 1927 y desde 1930 a 1931, renunciando a su cargo al producirse el asesinato de los estudiantes el 23 de octubre de aquel fatídico año.

Fue también senador de la Nación desde los 28 años de edad, ministro de Estado en las carteras de Relaciones Exteriores y en la de Educación, Culto e Instrucción Pública en distintos gabinetes durante la segunda década del siglo XX; fue decano de la Facultad de Derecho en cuatro ocasiones (en 1902, 1923, 1934 y 1937) y rector de la Universidad Nacional en dos (1908 y 1912). Ejerció igualmente la docencia, tanto en la Facultad de Derecho como en los colegios nacionales y de comercio. En estas instituciones exhibió sus atributos de maestro enseñando Geometría, Geografía y Álgebra, en cátedras ganadas en concursos de oposición, tal como se estilaba en aquellos tiempos. En el campo de la prensa, integró el selecto elenco de periodistas que dio vida y vigor a la prédica de “El Diario”, a la vez que fundó y dirigió varias instituciones de cultura. Entre ellas el Ateneo Paraguayo, entidad a la que presidió entre los años 1901 y 1905.

A lo largo de toda esta vasta actuación pública y académica, Paiva privilegió siempre lo correcto y decente como fundamentos insoslayables del liderazgo y la gestión del Estado. Un gesto lo retrata de cuerpo entero: ejerciendo la Presidencia de la República y afectado por una gripe en un año particularmente frío, los pies se le congelaban en el despacho presidencial, desprovisto entonces de comodidades acordes con la investidura. Paiva ya contaba entonces con más de 60 años por lo que el Sr. Jorge Castillo, su secretario privado, sugirió comprarle una estufa a gas. El presidente se lo prohibió, terminantemente. Al día siguiente aparecería en el Palacio con una caja de madera vacía de botellas. La colocó debajo de su escritorio para posar sobre ella sus pies y separarlos de las húmedas y gélidas baldosas ahorrándole al Estado la compra de la estufa.

Este empecinado apego a la austeridad no le significaría a Paiva la consideración ni el recuerdo de sus compatriotas. Como tampoco la mención de su nombre para perpetuar los valores ejercidos por él, o sostenidamente cultivados a lo largo de su función pública y docente. Por el contrario, más bien hubo menoscabo y desdén hacia la memoria del ilustre conciudadano, pues habiendo sus familiares donado a la Universidad Nacional la valiosa biblioteca que perteneciera a tan insigne Señor el 14 de abril de 1977, descubrirían pocos años más tarde que los libros de la valiosa colección, catalogados y sellados, poblaban los estantes de anticuarios y mercaderes de libros, a la vista de quien quisiera comprarlos.

El Dr. Félix Paiva residió y murió en una casa de la calle España Nº 401, casi Takuari. La única que tuvo y todavía se conserva aunque en pésimo estado y ya en otras manos. Irónicamente y a pesar del esplendor de sus cualidades, las comodidades de su hogar eran más exiguas de las que Froilán Peralta cuenta en la cárcel de Takumbu.

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