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La Defensa Nacional es inmanente al Estado. De hecho, el Estado moderno se construyó y desarrolló sobre la base de un sistema de defensa, consistente en un complejo conjunto de instituciones que permiten esa protección de derechos individuales y colectivos del grupo social que conforma la Nación.
El sistema sería absolutamente insuficiente si no tuviera la capacidad de utilizar eficazmente la fuerza cuando la amenaza conlleva violencia organizada. Las FF.AA. tienen esa función esencial de un Estado y, por tanto, deben estar siempre preparadas y presentes, en función disuasiva o efectiva, en última instancia. Es por eso que todos los países del mundo están en el esfuerzo permanente de preparar a sus Fuerzas Armadas para que, juntamente con otras instituciones, el Estado tenga una forma eficaz de defensa; más ahora que las amenazas contemporáneas superan largamente los conflictos entre Estados por el control de un territorio. El terrorismo, el crimen organizado, el narcotráfico, son amenazas transnacionales que al poseer tecnologías, estructuras jerárquicamente organizadas, entrenadas y equipadas para ejercer la violencia sobre personas e instituciones, dejan de ser tan solo una preocupación de seguridad ciudadana para convertirse en un auténtico problema de defensa.
El país mantiene intactos los cuadros de sus Fuerzas Armadas, cuya organización podrá eventualmente cambiar ante sucesos globales de toda índole, como son los procesos de integración regional, la cooperación militar internacional bajo el nombre de Operaciones de Paz, etc., pero, de cualquier manera, seguirá necesitando de los ciudadanos que cumplieron con el Servicio Militar Obligatorio (SMO) y que conforman la reserva.
Las reservas se clasifican por edades. Así, los que habiendo cumplido el SMO se encuentran entre los 20 y 32 años, conforman la reserva permanente y son los primeros en ser llamados cuando la Patria requiera una movilización. Los que se encuentran entre los 33 y 44 años conforman la guardia nacional y los que están entre los 45 y 50 años, la guardia territorial. Desde la vigencia de la figura llamada objeción de conciencia, la mayoría de los jóvenes en edad de cumplir con el SMO ha optado por acogerse a esa figura para evitar el servicio militar, tal vez más por no interrumpir proyectos de estudio o de trabajo que por una real objeción a lo esencial del servicio militar; aprender el empleo de las armas, dentro de una estructura legal y constituida, para defender a la Nación. EL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO NO ES UN SERVICIO A LAS FUERZAS ARMADAS, ES UN SERVICIO A LA PATRIA.
La disminución de nuestra reserva permanente, conformada con los que cumplieron el SMO entre el año 2000 y el 2015 ha sido del 70%. En el mismo periodo, la reserva total, es decir, la reserva permanente, la guardia nacional y la guardia territorial juntas han decrecido en 26% y, de seguir la misma tendencia, en una proyección real, se habrá reducido otros 46% para el 2025.
Esta mermada reserva, instruida en los cuarteles de nuestras Fuerzas Armadas, conforma, sin embargo, un grupo muy unido y listo para seguir prestando servicios “pro bono” a la Patria, con particular entusiasmo. Prueba de ello es la estimulante autoconvocatoria de “reservistas” para participar en las fiestas patrias. Cierto que esta misma fuerza cívica está dispuesta también a ayudar, con disciplina y entrega, en la defensa civil, es decir, en la Defensa Nacional ante catástrofes naturales o provocadas. Una buena cantidad de “reservistas”, radicados naturalmente en cada uno de los departamentos de nuestra geografía, puede conformar un grupo de asistencia local inmediata para mitigar los efectos de cualquier emergencia.
Adicionalmente, la instrucción militar, que requiere de salud física y mental, de orden, de disciplina y respeto; complementa y aporta en ese mismo sentido a la formación integral de nuestros jóvenes, iniciada en el seno familiar y en las escuelas.
Podrá alegarse a favor o en contra del servicio militar obligatorio, pero lo cierto es que la realidad de la disminución de las reservas puede conducirnos a situaciones tan desagradables como peligrosas, máxime si consideramos que “la República del Paraguay es para siempre libre e independiente…”, tal como se inicia el primer artículo de nuestra Constitución Nacional.
(*) Excomandante de las Fuerzas Militares