El silencio de los buenos

“Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos”. “Nuestras vidas empiezan a terminar el día que guardamos silencio sobre las cosas que importan”. Las frases son de Martin Luther King, un pastor bautista que lideró la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en EE.UU. Tenía 39 años cuando lo asesinaron.

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Tengo un problema personal con las agresiones estudiantiles, físicas y verbales; con lo que llaman bullying. Con los acosos de los más fuertes sobre los más débiles. Ver a la gente indefensa soportando en silencio la violencia, verlos acurrucarse y aguantar a otros seres humanos violentándolos me supera.

Los últimos episodios en un colegio de la capital llegaron hasta el hospital, con un chico de 16 años golpeado por otro de 18. Que haya ocurrido en un lugar donde se debería vivir la pedagogía de Don Bosco ya fue algo difícil de tragar; oír que el Superior del Colegio sacó a la gente a la vereda a hacer la denuncia policial, o que tuvieron que llamarlo muchas veces para que viniera a ver la situación aumentó la sorpresa. Vengo de un colegio salesiano y conozco la vida de San Juan Bosco y su entrega por los jóvenes.

Cuentan que la violencia entre los cursos ya venía incubándose de hace tiempo amparada por adultos que se jactan de su poder; esto no solo muestra un manejo desprolijo sino irresponsable al no haber actuado a tiempo.

Más atónita me quedé cuando me mostraron las fotos de los whatsapps responsabilizando a la víctima de que unos chicos no pudieran farrear. Enseguida del otro lado contraatacaron diciendo que el verdadero responsable de que no hubiera farra era el agresor.

Ahora hay padres de un lado y del otro tratando de justificar, explicar, debatir la violencia. Y la violencia no se explica, ni justifica ni se debate: Se combate. Y se combate entre todos. La violencia estudiantil no afecta solo a las familias de la víctima y victimario; no afecta solo a los padres de uno y otro curso. Se equivocan quienes miran en silencio, esgrimiendo el famoso “no te metas” porque no afecta a sus hijos: La violencia nos afecta a todos. Nuestros hijos tienen que vivir en esos ambientes y de nosotros depende que los mismos sean sanos y amigables.

El bullying no es problema de dos familias, de dos hijos, de dos cursos. Afecta a nuestras comunidades, pequeñas, grandes, medianas. Y es en ese entonces cuando se requiere muchísima serenidad para ser proactivos y no reactivos. Para sentarse a hablar sin exhibir más violencia de la que los chicos ven todos los días. ¿Creemos por ventura que ellos no absorben día a día el ejemplo de unos adultos abusando de otros dentro del Estado, desde el gobierno, desde la justicia, desde los partidos, o desde el Congreso?

Reaccionar como si fuera un partido de fútbol de rivales acérrimos, dividirnos entre los de aquí y los de allá cuando más serenidad necesitamos nos convierte en espejos.

Esos espejos en el que nuestros hijos se miran cada día.

mabel@abc.com.py

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