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Sobre los objetivos políticos de Paraguayo Cubas –único senador electo del ignoto Movimiento Cruzada Nacional– hay especulaciones diversas. Hay quien cree que busca, a mediano o largo plazo crear una ola de respaldo popular que lo conduzca a la candidatura presidencial, similar a otros out-siders a nivel regional y mundial.
Él lo niega con un argumento sensato: no cuenta con la estructura ni el dinero para acometer tal empresa. No se sabe que detrás de su figura haya algún gran financista poderoso o grupos empresariales, más allá de vagas acusaciones de que es funcional al cartismo, a cuyo líder, de hecho, ha calificado de narcotraficante.
Hasta ahora, Cubas se maneja como alguien que no le debe su lugar en el Congreso a ningún poderoso oculto.
No ha dudado en pelearse con cualquiera, aun con quienes parecían ser sus aliados al principio. Reparte acusaciones, a veces sin pruebas, a veces tal vez injustas, aunque su fuerza radica en que no ha dudado en gritarle verdades que nadie les ha dicho a algunos de los que adornan el Parlamento con pésimos antecedentes.
Algunos critican los modales y el vocabulario de Cubas. Es notable que algunos legisladores se preocupen por las formas pero no, por ejemplo, por cumplir el reglamento y las resoluciones, en cuanto a la puntualidad y otros puntos.
Además, es lícito suponer que Cubas no hubiera conseguido que se le preste atención a su reclamo si lo hacía con una simple nota ante la comisión directiva y los líderes de bancada y no de la manera escandalosa que exigió.
El Poder Legislativo se fue degradando estos años no por efecto de un ataque sistemático de poderes fácticos como pretenden algunos de sus integrantes sino más por la desidia y la cachafacería de unos cuantos.
De repente, notamos que todo había pasado a ser relativo: el respeto al horario, el lenguaje, las mayorías y, en general, el cumplimiento de varias disposiciones del reglamento.
Como se vio, no costaba mucho que alguien viniera a patear el tablero para marcar la falta de seriedad de los miembros del “honorable” cuerpo legislativo. Lo notable es que no hayan podido plantearse hace tiempo poner fin al carnaval de informalidades por una decisión de la mayoría y tuviera que venir alguien a imponerlo, con gritos destemplados e insultos.
El estilo de Cubas, a fuerza de repetición, puede terminar cansando y diluirse como novedad pasajera. En el poco tiempo que lleva esta legislatura ya se vio además que él tampoco se salva de entrar en contradicciones y acusaciones infundadas. Además, el hecho de ser un llanero solitario, lo expone y muestra que no se puede pelear con todo el mundo todo el tiempo, a riesgo de perder eficacia.
El aporte del peculiar legislador a la posteridad puede ser que se instale la autocrítica constante de los legisladores. Animar a otros senadores a no exagerar en su hipocresía, creyendo que la gente no los conoce. Que los periodistas no sean complacientes y entren en el juego del amiguismo con los legisladores. Que muchos ciudadanos que se alegran porque ahora alguien les escupe en la cara ciertas verdades a los políticos, se animen a salir, como ahora están haciendo unos cuantos, a reclamar y a cuestionar públicamente a tanto ladrón y caradura que se pasea tranquilo con el rótulo de autoridad.