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El liderazgo de Francisco es de gran importancia, no solo por movilizar a las masas sino fundamentalmente porque es un líder que no divide el mundo en “buenos y malos”. No promete el cielo solamente para los buenos, pero también para el malo que quiere tornarse bueno. Por eso, debe ser calificado como un líder carismático constructivo. Tiene, a su vez, un poder religioso, político y también social porque posee la capacidad de influir en los demás. Lo importante es que utiliza este poder para construir y no destruir; principalmente, para construir el beneficio de los demás y no solo de sí mismo. Se ubica en el lado opuesto de los que fomentan la violencia y cuyas raíces, me temo, están en la búsqueda desmedida del poder hegemónico económico, político y social a nivel personal, sin importar los medios. Está también muy lejos de la agresividad extrema generada en la sociedad por la competencia radical, la codicia desmedida y la búsqueda de la hegemonía y el poder absoluto. Sabe muy bien que son estas competencias radicales entre ciertos seres humanos las que a menudo generan resentimientos grupales cada vez más radicalizados.
Es a su vez, un líder que trata de sumar y no dividir. En suma, incluyente por sobre todas las cosas; no importa el pensamiento, religión o ideología de los demás ni tampoco sus imperfecciones. Cuida muy bien en no gastar su energía en lo conflictivo y más bien busca ideas-fuerte como el de la nación para señalar un interés común a todos. Me pareció también identificar en Francisco una preocupación distributiva para los más débiles y también una capacidad única para el diálogo y la concertación en la toma de decisiones. Aboga constantemente por la aceptación de un consenso social en cuestiones de vital importancia para el mundo; utilizando para ello una estrategia ético-comunicativa como la sugerida por Habermas.
Por último, existe un fuerte mensaje de la necesidad de recuperar la política; redefiniendo el bien común para generar un futuro en nuestro país y para eso también, redefinir el mismo rol de nuestros políticos. Como ya decía Juan Pablo II: “debemos someter las leyes del mercado salvaje al de las leyes de la justicia y principalmente al de la solidaridad”. Pero por sobre todas las cosas, como sociedad, el mensaje de Francisco es que debemos aceptar nuestro pasado doloroso producido por una guerra inicua de tres naciones contra nosotros que casi nos extermina y también nuestra larga historia sin libertades. Debemos aceptarlas y no vivir auto compadeciéndonos si queremos lograr una identidad clara y firme. Aceptando nuestro pasado (que es imperfecto) podremos mirar hacia el futuro mucho más unidos por nuestra misma historia. Nosotros tenemos que perdonar a la Argentina, Brasil y Uruguay por habernos sometido a un verdadero holocausto, ya que ellos no nos piden perdón. Y también tenemos que perdonar a nuestros dictadores del pasado por habernos privado de vivir en libertad. Solo así tendremos un futuro sin odios ni rencores bajo ese manto tricolor que tanto amamos.
*Médico especialista diplomado del Board Americano de Psiquiatría y Neurología.
victor2343@gmail.com