Cargando...
El país andaba más o menos bien, más o menos tranquilo, hasta que saltó una furia que nos envolvió en agrias discusiones y actos violentos, o sencillamente ridículos, como la falsificación de firmas, de vivos y muertos, acopiadas por los cartistas. A esta tragifarsa tenemos que agregarle el “descubrimiento” de un tenebroso complot contra la vida del Presidente de la República urdido a través de las redes sociales.
El lector del futuro no entenderá, como no se entiende hoy, cómo el titular del Ejecutivo fue aplaudido en su campaña proselitista al confesar que no buscará la reelección porque la Constitución Nacional la prohíbe. Daba muestras de que ajustaría su conducta a los dictados legales. Pero luego de un par de años, de espaldas a sus altas funciones, puso todo su empeño en forzar la reelección. Cartes nunca explicó la causa de este cambio, aunque es fácil hacer deducciones: cayó víctima de los deleites del poder. En rigor, la víctima es el país.
¿Qué le hace creer a Cartes que debe ser reelecto? ¿De dónde saca la idea de que sin él solo el caos caerá sobre el Paraguay? ¿No percibe que, precisamente, el caos político que vivimos es por culpa de su desmedida ambición? Colorados contra colorados, liberales contra liberales –por citar solo a los partidos tradicionales– se prestan a un espectáculo que escandaliza y avergüenza. ¿Por qué el enfrentamiento? ¡Por la reelección!
Tampoco el lector del futuro entenderá, como no se entiende hoy, que Fernando Lugo, de ferviente defensor de la Constitución –“Yo no voy a votar por la enmienda”, repetía sin descanso– hasta que, sin sorprender a nadie, pasó al grupo de los violadores.
Lugo ya había sido presidente de la República y no puede volver a serlo. Así manda el artículo 229, “De la duración del mandato”: “El Presidente de la República y el Vicepresidente duran cinco años improrrogables (…) No podrán ser reelectos en ningún caso”. Ni siquiera por vía de la enmienda, como se pretende. El art. 290, “De la enmienda”, lo prohíbe expresamente: “No se utilizará el procedimiento indicado de la enmienda sino el de la reforma, para aquellas disposiciones que afecten (…) LA DURACION DEL MANDATO...”. Es decir, lo expresado con toda claridad en el artículo 229, que se titula, precisamente, “De la duración del mandato”. Este no se podrá tocar en una enmienda no importa cuántos legisladores estén a favor ni cuántas firmas, de vivos y muertos, se recolecten.
Que Lugo anuncie su voto por la enmienda no hace sino ubicarle entre los atracadores con la esperanza de regresar al poder. Su caso es realmente patético. En su afán de volver al sillón presidencial cometió la torpeza de “perdonar” al Partido Liberal –grupo llanista– con la idea de que “una traición es pequeña frente a los grandes intereses de la patria”. Se dio el caso de que nadie le pidió perdón por habérsele arrojado del poder. Pues bien, ahora anda de amores con Blas Llano devenido en su bastón camino hacia la reelección.
Hay que carecer de absoluta dignidad, como Lugo, para volver a echarse a los brazos que le tiraron sin piedad del Gobierno. ¿De dónde saca Lugo que Llano va a cambiar? ¿No se da cuenta de que está más cerca del cartismo, al que coquetea sin escrúpulos? Desde Aristóteles para acá, la política va ligada a la ética.
¿La ética? Está ausente también en la obsesiva campaña por la reelección. Vemos hasta dónde se degradan las personas en este intento disparatado.
Los lectores del futuro se han de horrorizar –como nos horrorizamos hoy– de que miles de fallecidos aparezcan como firmantes de un pedido ilegal, a más de otras tantas rúbricas falsificadas, para impresionar –no se sabe a quién– con cifras mentirosas. ¿Cuántos ciudadanos firmaron voluntariamente? ¿Cuántos lo hicieron presionados? ¿Cuántas adulteraciones hubo?
Y para coronar estos desaciertos aparece alguien –no le nombro porque ha de tener familia– con la tilinguería de una conspiración contra la vida de Cartes.
Decididamente, el lector del futuro nos mirará con lástima. Se preguntará cómo fuimos capaces de soportar tanta vejación a nuestra dignidad.
alcibiades@abc.com.py