De mal en peor

Acaba de cumplir 6 años de vida el Instituto Paraguayo de Tecnología Agropecuaria (IPTA). La Ley 3788 le entregó su fe de nacimiento el 21 de mayo de 2010 y a partir de esa fecha comenzó a querer desarrollar y ejecutar actividades destinadas a la investigación agrícola y pecuaria. Incluida la producción forestal.

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Como al subdesarrollo hay que llamarlo “en vías de desarrollo”, el Paraguay sigue recibiendo el socorro foráneo de todos los países que fueron mucho menos desarrollados que el nuestro pero que a esta altura del campeonato siguen aportando para que, no sé en cuántas décadas más, salgamos de esta malaria que nos sigue acometiendo y del infortunio que continúa agrediendo.

El ente autárquico tiene personería jurídica y ya cuenta con un largo historial que se remonta al año 1952 con ayuda del Servicio Técnico Interamericano de Cooperación Agrícola (STICA), dependiente del Gobierno de los EE.UU.

La Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) apoyó para que el Centro de Investigación Capitán Miranda se instale en esa parte de Itapúa y muy cerca de Encarnación. Debió ser este Centro la médula de toda la tecnología que debe usarse para optimizar la producción del Paraguay. Los japoneses apoyaron durante unos 30 años todas las actividades y la infraestructura para que la investigación llegue al productor necesitado de todo el paquete del know-how provechoso, el uso de las buenas prácticas agrícolas, conseguir el buen rendimiento de los productos, alcanzar el volumen y calidad que no colisionen a los recursos naturales y que todos los productores mecanizados y los muchos campesinos, que aún destilan el esfuerzo del rastrillo y el sacrificio de la azada, puedan convertir sus fincas en exitosas bases productivas.

El pasado 29 de abril el IPTA tuvo el desagrado en contraer sus recursos para investigar el trigo y la soja. El Centro también acaba de contraer matrimonio con el aumento de más pobreza al suspender todo el apoyo a la producción de miel de abeja (apicultura), a la acuicultura (manejo del agua y cría de peces), a la producción de pastos y forrajes para todo tipo de ganado, cría y manejo de ovinos y caprinos, a la producción forestal, a los recursos naturales y a la biotecnología. Nos vamos de mal en peor.

También los programas y el dinero que aportan otras instituciones para la investigación y el mejoramiento de los granos que dan vida al Paraguay, como la soja y el trigo, se fueron al basurero y dicen que el dinero irá direccionado a la agricultura familiar aniquilando justamente rubros productivos familiares. Ya se huele el destino de ese desatino...

El desarrollo de muchos años investigativos quedará arrugado por culpa de estas autoridades del IPTA que conjugan la decadencia y el atraso con la fusión de la mediocridad. Su misma ley y artículos pregonan que el ente debe promover los programas de investigación, la diversificación de la producción agropecuaria y forestal según exigencias y demandas de los mercados nacionales e internacionales. Es más, debe estimular el aporte del sector privado para definir la política productiva y el desarrollo de las actividades que generen la transferencia de la técnica agropecuaria y forestal.

Acaba de ser cambiado un excelente director y técnico cañero del Centro Experimental de Caña de Azúcar en el Guairá por una técnica en mandioca, no hay nada parecido ni coherente, salvo el tenor de carbohidratos que disponen la caña y la mandioca.

En el IPTA la proliferación de cargos es normal en sustitución del personal calificado y lo único que logra la creación de cargos de confianza es crear la carga de desconfianza. El IPTA debe ser técnico y no guarida de oficinistas que ni concursan y en eso es probable que sean como sus directores: sin méritos ni aptitudes...

caio.scavone@abc.com.py

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