Por las promesas electorales, acicateadas por una virulenta opinión mediática a la que se alineaban casi automáticamente políticos y referentes sociales (y que hoy oportunistamente se disocian), el gobierno del Pdte. Lugo nunca ha tenido otra mira que la casi obsesiva de negociar el contencioso Itaipú desde el día mismo de su asunción al poder. Pero ello ha sido en detrimento de la debida atención a los problemas de los demás subsectores energéticos, como el gasoíl, vía la interminable sucesión de problemas de Petropar, el siempre precario suministro de gas de cocina (GLP), el alcohol combustible y el biodiésel, que podrían dar muchísimo más al país, y sobre todo la leña/carbón, el combustible de los más pobres y el de mayor consumo en el país.
Por ello la crisis del sector eléctrico, a la que hoy se suma el tema del gas de cocina (gas licuado de petróleo), no es casual ni fruto de un designio divino. Nuestro país, uno de los privilegiados del mundo, que produce más de siete veces la electricidad que consume, debe recurrir a generadores diésel eléctricos o termogas para sostener su sistema eléctrico, a pesar de la extraordinaria utilidad financiera registrada por su empresa monopólica en los pasados ejercicios; o que hoy suframos aguda escasez de gas de cocina, pues dependemos totalmente del abastecimiento de Argentina, un país que, a su vez, depende de otro para enfrentar el drama de su abastecimiento, Bolivia, a su vez con sus problemas.
La mitad de toda la energía que la Argentina consume es gas natural, y su oferta es cada vez menor. Decía un ex secretario de Energía de la Argentina y remarcaba: "La Argentina dejó de ser un país gasífero y hoy tiene dificultades para abastecer su propia demanda, pues año a año la producción baja y la demanda crece" . Y advirtió que la escasez de gas es un problema que tiende a agravarse con el paso del tiempo y el problema es serio y la solución va a demandar mucha materia gris, dinero y tiempo. Pues bien, nosotros dependemos de este país y lo sabemos de hace rato, sin hacer nada de nada.
El Estado paraguayo, en vez de empantanarse en el suministro de gasoíl, con un subsidio ineficiente que más beneficia a los ricos, y en una interminable sucesión de problemas, desmanejo y oscuras transacciones como el de Petropar-PDVSA, debería redefinir su rol en el suministro del gasoíl y dejarlo al sector privado, bajo un régimen de libertad vigilada, al menos, que tan buenos resultados diera en el tema de las naftas. ¿Cuánto hace que no hay problemas con las naftas?
El GLP tiene reservas sustanciales gracias al doble origen, ya que un 60% proviene de la extracción del gas y petróleo y el 40%, del refinado del petróleo. De todo el gas natural y petróleo extraídos, 5% por lo menos constituye GLP. Así que cuando Bolivia, y sobre todo Brasil, explote sus ricos yacimientos hidrocarburíferos habrá GLP a tutiplé. El suministro de GLP no depende de la disponibilidad de ninguna fuente en particular y el GLP se puede obtener desde todas las partes del mundo, no solo desde un país. Esto constituye una ventaja importante durante una crisis de suministro, cuando la disponibilidad inmediata es esencial. Además, en lugar de depender de una infraestructura fija que puede ser vulnerable a los cortes de suministro, el GLP se puede transportar desde cualquier sitio de la región y del mundo, usando una combinación óptima de mar, tren y carretera. Esta flexibilidad facilita no solo el transporte del GLP al territorio nacional, sino también su distribución a los hogares e industrias. El GLP no utiliza redes de tuberías de los que nosotros carecemos totalmente. Con su disponibilidad y sus diversas opciones de fuentes, rutas de transporte y aplicaciones, el GLP debería jugar un papel importante en un modelo energético más competitivo, sostenible y seguro.
El gas natural o el GLP son muy necesarios para diversificar la matriz energética y como insumo industrial en un país agroindustrial. Pero como en este sector no existen las condiciones de mercado y de geopolítica energética regional, sí es esencial la presencia del Estado, mediante una empresa nacional de petróleos moderno, al estilo ENAP, ECOPETROL, PETROBRAS, etc. Simplemente, no hay condición para que el sector privado invierta y garantice el suministro. Una empresa público-privada (nacional oil company), participando en los negocios regionales de gas y gasoducto (y por qué no de petróleo también), en asociación público-público o público-privada, puede posibilitar el abastecimiento nacional, seguro y de largo plazo del gas natural o el GLP.
Pero hay muy pocas esperanzas en este tipo de visión o proyecto. Todo estos males que nos aquejan no son sino el simple y previsible resultado de décadas de desidia, improvisación e incompetencia de una clase dirigencial, política, pública y privada, que sustenta, por desidia, desconocimiento o conveniencia, a una cúpula gerencial que si bien deviene de gobiernos anteriores, se reproduce como la hidra y, mediante simple enroques, siguen tan campantemente con la presente administración y sin pudor se acomodarán en los siguientes gobiernos.
Los responsables del sector energético paraguayo viven en una burbuja a la que la crisis del sector no afecta su bienestar, ni su futuro, pues son los asalariados mejor pagados del país, con los mejores beneficios sociales. Reciben capacitación y educación internacional, con generosos viáticos viajan hasta a los balnearios más lujosos de la tierra a un largo rosario de seminarios, cónclaves, conferencias, talleres..., a traer inversiones o para mejorar el acceso de los pobres a la energía, etc.
La realidad es que no hacen sino priorizar sus privilegios e intereses personales y corporativos por encima del interés general, pues están exentas de la "accountability", esto es, de la rendición de cuentas con responsabilidad por los resultados y por el que se recibe castigo y premios. Si fuese así, y en vista de los resultados, la cúpula energética paraguaya y el poder político que los sustenta estarían en la calle, bajo el frío y la lluvia, buscando empleo (o disfrutando de lo acumulado), y no poniendo en riesgo innecesario y evitable una actividad tan trascendental para el bienestar de la sociedad y la economía del país. Este gobierno, en muchos aspectos, salvo honrosas excepciones, es prácticamente más de lo mismo.
Por ello la crisis del sector eléctrico, a la que hoy se suma el tema del gas de cocina (gas licuado de petróleo), no es casual ni fruto de un designio divino. Nuestro país, uno de los privilegiados del mundo, que produce más de siete veces la electricidad que consume, debe recurrir a generadores diésel eléctricos o termogas para sostener su sistema eléctrico, a pesar de la extraordinaria utilidad financiera registrada por su empresa monopólica en los pasados ejercicios; o que hoy suframos aguda escasez de gas de cocina, pues dependemos totalmente del abastecimiento de Argentina, un país que, a su vez, depende de otro para enfrentar el drama de su abastecimiento, Bolivia, a su vez con sus problemas.
La mitad de toda la energía que la Argentina consume es gas natural, y su oferta es cada vez menor. Decía un ex secretario de Energía de la Argentina y remarcaba: "La Argentina dejó de ser un país gasífero y hoy tiene dificultades para abastecer su propia demanda, pues año a año la producción baja y la demanda crece" . Y advirtió que la escasez de gas es un problema que tiende a agravarse con el paso del tiempo y el problema es serio y la solución va a demandar mucha materia gris, dinero y tiempo. Pues bien, nosotros dependemos de este país y lo sabemos de hace rato, sin hacer nada de nada.
El Estado paraguayo, en vez de empantanarse en el suministro de gasoíl, con un subsidio ineficiente que más beneficia a los ricos, y en una interminable sucesión de problemas, desmanejo y oscuras transacciones como el de Petropar-PDVSA, debería redefinir su rol en el suministro del gasoíl y dejarlo al sector privado, bajo un régimen de libertad vigilada, al menos, que tan buenos resultados diera en el tema de las naftas. ¿Cuánto hace que no hay problemas con las naftas?
El GLP tiene reservas sustanciales gracias al doble origen, ya que un 60% proviene de la extracción del gas y petróleo y el 40%, del refinado del petróleo. De todo el gas natural y petróleo extraídos, 5% por lo menos constituye GLP. Así que cuando Bolivia, y sobre todo Brasil, explote sus ricos yacimientos hidrocarburíferos habrá GLP a tutiplé. El suministro de GLP no depende de la disponibilidad de ninguna fuente en particular y el GLP se puede obtener desde todas las partes del mundo, no solo desde un país. Esto constituye una ventaja importante durante una crisis de suministro, cuando la disponibilidad inmediata es esencial. Además, en lugar de depender de una infraestructura fija que puede ser vulnerable a los cortes de suministro, el GLP se puede transportar desde cualquier sitio de la región y del mundo, usando una combinación óptima de mar, tren y carretera. Esta flexibilidad facilita no solo el transporte del GLP al territorio nacional, sino también su distribución a los hogares e industrias. El GLP no utiliza redes de tuberías de los que nosotros carecemos totalmente. Con su disponibilidad y sus diversas opciones de fuentes, rutas de transporte y aplicaciones, el GLP debería jugar un papel importante en un modelo energético más competitivo, sostenible y seguro.
El gas natural o el GLP son muy necesarios para diversificar la matriz energética y como insumo industrial en un país agroindustrial. Pero como en este sector no existen las condiciones de mercado y de geopolítica energética regional, sí es esencial la presencia del Estado, mediante una empresa nacional de petróleos moderno, al estilo ENAP, ECOPETROL, PETROBRAS, etc. Simplemente, no hay condición para que el sector privado invierta y garantice el suministro. Una empresa público-privada (nacional oil company), participando en los negocios regionales de gas y gasoducto (y por qué no de petróleo también), en asociación público-público o público-privada, puede posibilitar el abastecimiento nacional, seguro y de largo plazo del gas natural o el GLP.
Pero hay muy pocas esperanzas en este tipo de visión o proyecto. Todo estos males que nos aquejan no son sino el simple y previsible resultado de décadas de desidia, improvisación e incompetencia de una clase dirigencial, política, pública y privada, que sustenta, por desidia, desconocimiento o conveniencia, a una cúpula gerencial que si bien deviene de gobiernos anteriores, se reproduce como la hidra y, mediante simple enroques, siguen tan campantemente con la presente administración y sin pudor se acomodarán en los siguientes gobiernos.
Los responsables del sector energético paraguayo viven en una burbuja a la que la crisis del sector no afecta su bienestar, ni su futuro, pues son los asalariados mejor pagados del país, con los mejores beneficios sociales. Reciben capacitación y educación internacional, con generosos viáticos viajan hasta a los balnearios más lujosos de la tierra a un largo rosario de seminarios, cónclaves, conferencias, talleres..., a traer inversiones o para mejorar el acceso de los pobres a la energía, etc.
La realidad es que no hacen sino priorizar sus privilegios e intereses personales y corporativos por encima del interés general, pues están exentas de la "accountability", esto es, de la rendición de cuentas con responsabilidad por los resultados y por el que se recibe castigo y premios. Si fuese así, y en vista de los resultados, la cúpula energética paraguaya y el poder político que los sustenta estarían en la calle, bajo el frío y la lluvia, buscando empleo (o disfrutando de lo acumulado), y no poniendo en riesgo innecesario y evitable una actividad tan trascendental para el bienestar de la sociedad y la economía del país. Este gobierno, en muchos aspectos, salvo honrosas excepciones, es prácticamente más de lo mismo.