Coherencia ante todo

Un auditor es un técnico cuyo oficio consiste en revisar las cuentas administrativas para vigilar su honesta ejecución. Hace algunos días, una auditora de la Contraloría General realizó una breve pero dramática incursión filosófica, aseverando que “El Hombre en su naturaleza es ladrón. A vos te dan la oportunidad, y vas a robar también”. Dada la aparente contradicción entre su criterio ético y la función que debe cumplir, ¿diría usted que esta funcionaria incurre en incoherencia?

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La Teoría de la Coherencia fue desarrollada en una escuela de lógico-matemáticos conocida como Círculo de Viena; y sostiene que, supuesto que la verdad no es accesible al saber racional sino al metafísico, no es correcto hablar de verdad sino de veracidad. Así, las afirmaciones del saber científico son veraces o no veraces, no ya verdaderas o falsas. Y la veracidad, según dicha teoría, consiste en que una aseveración sea coherente con el sistema lógico discursivo en el que está inserta.

Más sencillamente: si nos ponemos de acuerdo en que la afirmación “si te dan la oportunidad vas a robar también” es realista en nuestro ámbito; o sea, que el mundo cultural al que pertenecemos admite que cierta cantidad y calidad de robo hace parte natural de la conducta general, entonces “el Hombre en su naturaleza es ladrón” pasa a ser un principio coherente dentro de nuestro sistema axiomático; es decir, es veraz.

“¡Ah! Pero entonces, ¿para qué aceptamos mandamientos religiosos y normas positivas que prohíben robar?”, cuestionará alguien. Bien. Esto también es veraz; pero dentro de sus respectivos sistemas; no en este. Cada cosa en su lugar y Jesús en el altar.

Luego, ¿deberíamos interpelar a esa funcionaria de este modo: “Si usted piensa así, ¿por qué aceptó ser auditora? ¡Justamente auditora!”. No conjeturo la respuesta que nos daría, pero cito una anécdota que lo hará por sí misma. Cuentan que hasta hace poco vivía en EE.UU. un ladrón de bancos, de apellido Sutton, que se pasó la vida entrando y saliendo de la cárcel, reincidiendo una y otra vez. En cierta ocasión el juez, intrigado, le preguntó: “Cuénteme Willie, ¿por qué insiste en robar bancos?”. Un tanto desconcertado, el aludido se tomó un momento; luego dijo: “No sé, señoría; supongo que es porque allí es donde está el dinero”. Coherencia y veracidad.

Debemos admitir, para no incurrir en ingenuidad y desorientación, que la manera de pensar expresada crudamente por la auditora coincide con la de la mayoría de los habitantes de este país y de otros similares. Algunos trazan mejor las líneas y distinguen entre robar ocasionalmente y hacerlo habitualmente, tratando al primer caso con la amable dispensa de lo “humanamente comprensible” y aplicando al segundo la condena gruesa. Al primer caso se lo tiene por desliz; que es del ámbito moral; al segundo por corrupción, que es del ámbito ético. Lo primero es personal, lo segundo es social.

Históricamente, en Paraguay fue el régimen de Stroessner el que consiguió convertir los hechos ilícitos circunstanciales (del tipo “si tenés la ocasión también vas a robar”) y reunirlos para que actúen dentro de un ordenamiento integrado y eficiente. Así fue como la corrupción se sistematizó; de tal suerte que entonces ya no cupo la opción de mantenerse honesto pero integrado en el sistema. Era lo uno o lo otro. O se tiraba de la cuerda para todos, o no se la tiraba para nadie.

De modo que podemos concluir que “El Hombre en su naturaleza es ladrón” es una aseveración cabalmente coherente con el conjunto axiomático en el que está inserta. No es pues la afirmación de la auditora lo que hay que discutir, sino por qué los paraguayos todavía no pudimos cambiar ese sistema, integralmente, con sus axiomas, su auditores y todo lo demás, por otro de igual eficiencia y veracidad, pero de signo ético contrario.

Seguramente nos daremos a nosotros mismos alguna respuesta conveniente, de esas que vienen enlatadas en aforismos, como aquella acuñada por Bismarck y que sirve para responder cualquier cuestionamiento de este tipo: “La Política es el arte de lo posible” (como si hubiera algún arte de lo imposible). Bueno, pues resulta que en este arte no es posible ser íntegramente honesto dentro de un sistema integralmente deshonesto. Pura coherencia.

glaterza@abc.com.py

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