Cambiar de actitudes

Este Evangelio presenta dos partes: la interpretación que Jesús ofrece para una tragedia que había ocurrido con algunas personas, y la otra es la parábola de la higuera estéril.

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La tragedia se refiere a unos galileos que Poncio Pilato había sacrificado, y a un grupo de dieciocho que murieron cuando se desplomó una torre. Jesús hace una pregunta inquietante a sus interlocutores: ¿Ustedes piensan que estos eran más culpables que los otros, a quienes no les pasó nada? Nada, al menos por en cuanto, dicho sea de paso.

En seguida, revela la urgente misión que ellos tenían: “Si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”.

Es cierto que en la teología de la Nueva Alianza no podemos sostener automáticamente la teoría de la retribución, como hacían los antiguos hebreos, es decir, si una persona hace algo malo hoy, mañana ya le vendrá un castigo. El ejemplo más luminoso es del mismo Jesucristo, que no hizo nada de malo, sin embargo, pasó por momentos acuciantes.

Pero también es correcto lo que manifiesta el proverbio popular: “Quien siembra vientos recoge tempestades”. Esto significa que ciertas acciones que tomamos entrañan un resultado previsible, para el progreso o para el desastre.

Por ello, la advertencia del Señor es muy actual: hay que cambiar de actitudes y es necesario abandonar ciertos desatinos que uno comete de modo tranquilo y campante, como si fuera la cosa más normal del mundo.

Hay que aceptar la lucha espiritual que se engendra, ya que fácilmente nos apegamos a ciertas ventajas, justas o injustas, y aceptar también la exigencia de hacer algunas renuncias, que, en un primer momento desagradan, pero en seguida nos liberan y nos hacen más humanos y más hermanos.

Es útil tener en cuenta lo que nos instruye el Catecismo: “La inversión de los medios y de los fines, que lleva a dar valor de fin último a lo que sólo es medio para alcanzarlo, o a considerar las personas como puros medios para un fin, engendra estructuras injustas, que hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana, conforme a los mandamientos del Legislador Divino” (n° 1.887).

En esta Cuaresma poner en práctica estas enseñanzas es gesto de humildad y sabiduría: no hacer de los medios de vida (dinero, ropa, casa, posición social) como el fin último, y también no tratar las personas como cosas, que se puede manosear de modo caprichoso y luego, tirar, como algo desechable.

Tome usted nuevas actitudes para mejorar su vida familiar y perfeccionar nuestra sociedad.

Paz y bien

hnojoemar@gmail.com

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