Al Gore ritmo

Al Gore tiene un mensaje para cualquiera que, no obstante habérselo escuchado un millón de veces, no se aburra de oírlo: la supervivencia de la humanidad está en peligro y es por culpa de esa misma humanidad.

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La verdad que ya aburre con la monserga, que se la endilga a quien se cruce en su camino sea de día o de noche y venga a cuento o no venga, que casi nunca viene. Pero hay que reconocerle esa perseverancia suya indesmayable digna de mejores causas.

No siempre fue así. Habiendo servido como vicepresidente de Bill Clinton ocho años completos, se encariñó de tal manera con la Casa Blanca que quiso permanecer en ella ocho años más, ahora como presidente. Pero el sueño se lo estropeó George W. Bush con apenas un puñado de votos en la Florida.

Por aquel entonces las cosas que repetía ya tenían que ver, como es fácil suponer, con su compromiso de toda la vida con el bienestar de la humanidad, aunque también se referían a su propia persona. Por ejemplo, afirmó que era el inventor de la internet. O la vez que le contó a Maureen Dowd, del New York Times, que el intenso romance con su esposa Tipper cuando novios había servido de inspiración a Erich Segal para escribir la popularísima Love Story. El autor tuvo luego que corregir las exageraciones de Gore.

Descartada la etapa presidencial se dejó de esas cosas y se concentró en el medioambientalismo. El momento era propicio porque en el desconcierto que siguió a la caída del muro de Berlín muchos sustituían la causa roja por la causa verde. Y hasta el día de hoy, cuando incluso algunos científicos reconocen que la propaganda climática ha exagerado un tanto, y lo mismo los datos presentados para respaldarla, Al Gore sigue sin flaquear jamás.

Recompensado en sus esfuerzos con un premio Nobel de la paz, un Óscar por Una verdad incómoda y una portada de Time como personaje del año, Gore no desmaya. En el reciente Foro Económico Mundial de Davos dijo que ahora hay que convertir el movimiento en fuerza de cambio político y que los líderes verdes en los Estados Unidos, a pesar de la retirada de Trump del acuerdo sobre el clima de París, continúan comprometidos con él y dispuestos incluso a exceder sus metas.

La segunda película de Gore, Una secuela incómoda, ha sido recibida con muchísimo menos fervor y credibilidad, sobre todo desde que algunas predicciones del celoso del anticalentamiento –el derretimiento de la Antártida y la inundación de New York– no se materializaron en los plazos que pronosticó. A mí en particular los que me mataron fueron los peces que vio nadando en las calles de Miami Beach. ¡Oye, que yo vivo en Miami Beach! 

Mi recomendación sería que se hiciera examinar la vista. Aunque por otro lado temo que bajo ninguna circunstancia renunciará a la misión existencial que ha adoptado y continuará dale que te pego a su ritmo de costumbre.

[©FIRMAS PRESS]

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