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El doctor Eligio Ayala nació el 4 de diciembre de 1879 en Mbuyapey, Departamento de Paraguarí. Para muchos estudiosos fue el mejor presidente que tuvo el Paraguay. Le distinguieron su honestidad y firmeza moral en el manejo del negocio público. Su sólida formación en algunas universidades europeas contribuyó para que fuera enteramente útil al país en momentos de necesidades extremas: Ordenar las finanzas, pacificar la República y prepararla para una guerra internacional.
Viajó a Europa en 1911. Ya había sido Defensor de Pobres y Ausentes, juez de primera instancia en lo civil, miembro del Consejo Nacional de Educación, presidente de la Cámara de Diputados a los 31 años de edad. Dejó el país por dos principales motivos: la atmósfera envenenada de la política y su convencimiento de que tenía que estar bien preparado intelectualmente para ser más útil al país.
El pensamiento del Dr. Ayala sigue tan vigente como antes. “Las divisiones entre los partidos –escribió– no pueden ser tan radicales y excluyentes de las condiciones en que se asienta la sociedad. En todos ha de haber igual amor al país, la misma preocupación de la grandeza y de la dignidad de la nación, las mismas convicciones republicanas. De lo contrario, no podrían coexistir ellos mismos y no sería posible mantener la libertad política. El porvenir del Paraguay no podrá estar seguro si la política de todos los partidos políticos no responde a las necesidades nacionales”.
He aquí la gran cuestión: coincidir en las necesidades nacionales. Para algunos políticos esa necesidad –como vimos hace poco en Diputados– es sancionar leyes que abran las puertas para la corrupción al despenalizar las declaraciones juradas falsas. La fiscal Liliana Alcaraz se fue por ese mismo camino, según sus declaraciones a ABC Color el pasado domingo 28. Dijo que no le cabe a la fiscalía investigar el delito de la declaración jurada falsa porque “no son suficientes para iniciar una investigación de oficio”. Y agregó: “La fiscalía actúa cuando tiene conocimiento de evidencias que indiquen conducta penalmente relevante y ello sea evidente, ya sea a través de denuncia, una publicación, intervención policial o por cualquier otro medio”.
Aquí la única y monumental evidencia es la contradicción de la fiscal. ¿Qué hace la prensa? ¿No es una publicación? ¿No está en el rango de “cualquier otro medio”? ¡Si la estatua de Eligio Ayala pudiera gritar!
Pero están sus escritos diseminados en muchos libros: “Los puestos públicos –dijo- son el soñado ideal de todos, el título ansiado para distinguirse, para divertirse y para ganar plata (…) No se piensa en lo que es bueno, verdadero y útil, sino en perfeccionarse en los servilismos que conducen a las elevadas posiciones en el presupuesto”.
El doctor Ayala podía hablar así porque así era su conducta.