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Quisiera ser algo más optimista, pero es esta una de las ocasiones en que “un optimista no es más que un pesimista mal informado”, como dice el viejo chiste; porque uno de los mayores problemas de la economía actual es que, aun en una situación normal, destruye muy fácilmente puestos de trabajo, pero los crea con mucha dificultad. La mecanización y la informatización están haciendo desaparecer rápidamente la gran mayoría de los trabajos manuales.
Por supuesto, en una crisis tan amplia como la actual, esa tendencia se agudiza hasta convertirse en una auténtica calamidad. No soy economista ni mucho menos, pero mis muchos años de actividad empresarial me han enseñado algunas cosas, entre ellas que el crecimiento económico no siempre va acompañado de un incremento proporcional del empleo.
Más importante aún: reabrir o sustituir a las empresas que cerraron requiere tiempo y esfuerzo; lo cual también significa que contratarán personal muy poco a poco y solamente para aquello que consideren totalmente imprescindible. Pongamos por ejemplo un restaurante que sobrevivió a pesar de estar cerrado por meses y que tenía veinte empleados entre cocina y servicio, con mucha suerte contratará ocho para reiniciar su actividad, por lo menos durante los primeros años.
Así que hubo un error de salida en los programas económicos del gobierno: el crédito, cuando lo hubo, no llegó a tiempo para impedir los cierres y en otros casos no llegó en absoluto. Las empresas cerraron, los empleos se perdieron. Solo un ingenuo economista teórico podía creer que los bancos iban a estar encantados de hacerle la competencia a sus propias líneas de crédito “con mucho riesgo y tasas tan poco convenientes”, como dijo textualmente uno de los portavoces del sector bancario.
También hay un error en el anunciado paquete de medidas para la recuperación económica y es que se centra casi exclusivamente en la reactivación económica y no presta suficiente atención al empleo. Por supuesto que el gobierno afirma que “uno de los tres pilares” del plan es recuperar empleos, pero no es más que una declaración hueca, porque salvo la inyección en obra pública (que esperemos que no nos deje llenos de metrobuses y funcionarios multimillonarios) no veo ninguna medida que haga atractivo para un empresario del sector privado contratar personal; mucho menos aun cuando el consumo disminuye porque demasiada gente se quedó sin trabajo.
Es posible que el plan de reactivación coseche algún éxito en materia de dinamizar la casi totalmente paralizada economía; pero resulta difícil de creer que, con las medidas anunciadas hasta ahora, consigan algo más que un escuálido resultado en materia de empleo… y conviene recordar que las obras públicas se terminan (o se dejan sin terminar) y se evaporan los puestos de trabajo.
No escribo estas líneas tan deprimentes para hacer profecías catastróficas, sino porque aún están a tiempo de corregir y mejorar el plan de recuperación, que en mi opinión no puede funcionar si no se mejora la política de creación de puestos de trabajo. Para eso hay que ver los problemas que el gobierno pretende que no existen, si lo medimos por el “país de las maravillas” que pintó nuestro Presidente de la República. No digo que sea fácil, pero sí es posible y hay bastantes ejemplos de políticas de empleo exitosas aplicadas en otros países.
De lo contario, a la luz de lo que hemos visto en las declaraciones juradas, habrá que decirles a los jóvenes que, en lugar de un trabajo, se busquen un lugarcito en la política, que parece ser con diferencia el “negocio” menos esforzado y más rentable en el Paraguay de hoy.