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La lucha del personal de blanco contra el virus y las medidas de emergencia adoptadas por el Gobierno parecen estar funcionando bien porque nuestro país es el que tiene menos número de personas contagiadas y, sobre todo, la muy escasa cantidad de fallecidos. Aquí tenemos un punto a favor.
En el manejo de los cuantiosos fondos aprobados para apoyar la labor sanitaria liderada por el Ministerio de Salud Pública ya nos encontramos con problemas de negligencia, lentitud de gestión, errores de procedimiento y hasta denuncia de casos de corrupción.
Se tardó en la compra de respiradores del Brasil y luego las autoridades vecinas ya no dejaron exportar los aparatos, se encomendó a una empresa privada fletar un avión para traer insumos médicos de China en vez de haber hecho la gestión de gobierno a gobierno y en una compra de mascarillas tapabocas se descubrió una sobrefacturación fenomenal.
Desde la declaración de la cuarentena la economía tuvo un bajón histórico, aumentó el índice de desempleo, miles de cuentapropistas y pequeñas empresas suspendieron sus actividades y, si esto se prolonga, hay amenazas de cierre de comercios e industrias. Con cierta lentitud, el Gobierno acudió a ayudar a los más pobres, con paquetes de alimentos y un poco de efectivo, pero en cantidad muy insuficiente. Paralelamente, todos los sectores quieren subsidios, que el Estado les mantenga por un tiempo. Ahora hasta los ya asistidos empresarios del transporte han planteado aumentar 2,6 millones de dólares la contribución estatal.
Un subsidio excepcional por una vez quizás sea admisible, pero durante varios meses es algo absolutamente imposible. El Estado obtiene los fondos de los impuestos internos y de préstamos internacionales; ambas fuentes ya están al tope de su utilización. Con lo mal que está la economía, el sector privado no puede ahora pagar más impuestos; al contrario, aporta menos.
¿De dónde el Estado podría obtener más recursos? Una opción es disminuir drásticamente los gastos de la administración pública; eso está planteado como proyecto, pero hay que ver si se concreta.
Para complicar el panorama, ahora es posible que todo el sistema educativo entre en receso hasta fin de año o que se inicie de inmediato el proceso de aprendizaje en todos los niveles a través de programas de radio, de televisión y de las plataformas y redes sociales en internet. Cualquiera de las dos opciones creará serios problemas administrativos, pedagógicos y de gestión para miles de padres, estudiantes y docentes. No estamos en Finlandia para que los chicos estudien a distancia en aulas virtuales.
Además, nadie tiene la menor idea de cómo ni cuándo saldremos de esta pesadilla. Ojalá hayamos acumulado mucha paciencia, porque la necesitaremos.