El último gobierno colorado

Es un hecho. El síndrome del “último gobierno colorado” ha infectado las recientes decisiones políticas en Paraguay. En la actualidad, este síndrome aparece en una nueva variante, con un nuevo síntoma. Las decisiones políticas se alinean en la superficie pública en forma errante, de un lado a otro. Decisiones relativas a cambio de bando, a cambio de gobierno, sin un objetivo fijo y sin un principio que se respete. En el fondo, se observa lo mismo: el temor a perder, la desesperación por mantener, el apresuramiento que no se sostiene en el tiempo. El problema es de principios y de gestión. Malos tiempos políticos.

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Históricamente, se han dado dos últimos gobiernos colorados, en 1904 y en el 2008. Se han ido por revolución y por vía electoral democrática, respectivamente. Pero el Partido Colorado tiene, además, otras formas de caer. Valga un ejemplo.

Cuando los “Tradicionalistas” perdieron el poder ante los “Militantes” en 1987 entendieron que el histórico Partido Colorado había sido desplazado del poder. No había tenido lugar una elección nacional ese año, ni se trataba de una disputa entre partidos políticos, el Gobierno nacional seguía siendo el mismo. Lo que ocurrió fue que los fundamentos político-partidarios del gobierno habían cambiado. Los unos, los perdedores, superaron sus temores en público mostrándose desafiantes, conspiraron y mantuvieron un discurso de lucha. “Siempre habrá un 13 de enero” sentenció Argaña indicando que ya había finalizado el último gobierno colorado y a la vez, anunciando que irían nuevamente por el poder, pretendiendo así atemorizar a sus adversarios, que en realidad eran sus propios correligionarios. Los otros, los ganadores circunstanciales, entendieron que su fortaleza estaba en ser “los más leales”, pretendiendo de esa forma ahuyentar los temores. Ambos perdieron el poder hegemónico, origen del temor al “último gobierno colorado”.

En el año 2008, los colorados experimentaron nuevamente ese dolor político. Los que no fueron “leales” al partido en las elecciones presidenciales, tampoco se mostraron “leales” por mucho tiempo al nuevo gobierno que emergió de esa elección, ni mostraron una firme convicción en ahondar procesos democráticos. Pretendieron ganar, luego se dieron cuenta que perdieron y terminaron con temor a no recuperar. De ahí, su desesperación por aceptar cualquier regla partidaria sin tradición para las elecciones del 2013.

Ahora bien, no todo transcurre internamente, ni en un partido ni en un país. La geopolítica y el contexto internacional cuentan. Sin embargo, contar mayormente con un respaldo de gobiernos extranjeros no garantiza estabilidad interna tampoco. Por el contrario, la tolerancia a la injerencia extranjera evidencia debilidad patriótica ahondando la crisis. Los gobiernos extranjeros se equivocan al pronunciarse públicamente, sin darnos tiempo a nosotros, las paraguayas y los paraguayos, a resolver nuestros asuntos.

En la actualidad, el temor a que caiga el gobierno es evidente, con la variante que no solo grupos políticos colorados estarán entre los ganadores o perdedores. El síndrome se ha viralizado entre todos los partidos políticos. Pretender conseguir meras “lealtades al líder” ya no sirve, es no aprender de la historia, pues deja irresoluta la cuestión de cómo sostener un gobierno nacional sin fundamento en la Patria. Y no cualquier Patria, sino aquella enunciada en la Constitución, fuente de legitimidad de la democracia.

(*) Abogado constitucionalista. Investigador jurídico independiente.

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