El descubrimiento científico es impredecible

En las ciencias básicas el investigador intenta descubrir algún nuevo fenómeno de la naturaleza, sin otras pretensiones que avanzar el conocimiento existente. Las ciencias aplicadas requieren menos teorización, en general derivan de las básicas y se percibe tendrán un inmediato impacto social o económico. La mayoría de los grandes descubrimientos científicos provienen de las ciencias básicas, por lo menos en las áreas de las ciencias naturales y la biología. Los investigadores ganadores de premios Nobel casi siempre realizan este tipo de investigación.

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Estas consideraciones son a propósito del accionar actual del Conacyt respecto a las investigaciones científicas que financian. Violando tradiciones de la comunidad internacional de científicos, quienes deciden libremente sus temas de estudio, ahora los consejeros del Conacyt y algunos ministerios, presionados por sectores pequeños de esta sociedad mediocre en su cultura científica, sí, mediocre, lo digo aunque me duela, son quienes deciden qué se va a investigar en el Paraguay. Están demostrando un claro sesgo hacia las investigaciones aplicadas y evitando no solamente los temas de investigación básica, cuyo alcance no comprenden, sino temas que les desagradan. Persistentemente invocan prioridades, pertinencia y relevancia en la investigación, hacia sus propias áreas e ideologías por supuesto, como si poseyeran la bola de cristal para predecir los descubrimientos.

Este enfoque es conceptual y epistemológicamente asimétrico, falto de equilibrio y equivocado, por más esmero y voluntarismo que adopten en la selección de los temas, de donde sabemos no pueden emerger grandes descubrimientos, sino la aplicación de ideas científicas que ya fueron descubiertas.

Es un grave error el atribuirse estos consejeros funciones que no les compete a ellos sino a los investigadores o sus pares. Al establecer prioridades personales o de sus sectores de interés, previenen potenciales descubrimientos que los conocimientos básicos pueden aportar. También demuestran su desconocimiento del valor de las serendipias en el proceso del descubrimiento, es decir el encontrarse el científico por azar con algo nuevo no pensado, durante el transcurso de sus estudios o experimentos. La mayoría de los grandes descubrimientos han seguido este camino.

Decía Bernardo Houssay, premio Nobel de Medicina argentino, al recibir críticas del sector populista por el tipo de investigaciones que hacía, que un país pobre no puede darse el lujo de no realizar investigaciones básicas. Trabajar en profundidad sobre las propias ideas, aun sin una relación aparente con los avatares sociales o económicos del momento, produce descubrimientos que pasan a formar parte del patrimonio institucional o nacional, ejerciendo una suerte de soberanía científica.

Muy a propósito de esta discusión apareció ayer una entrevista en el diario el País de España al profesor Roger Kornberg, premio Nobel de Medicina, de la universidad de Stanford, quien opina sobre la interrelación de las ciencias básicas y las aplicadas. Le preguntan que llama la atención que sus investigaciones fueron financiadas por el estado y no por las empresas farmacéuticas, a lo que responde: ”Es un error pensar que las empresas farmacéuticas pueden sustituir a la investigación con fondos públicos. Nuestra investigación es básica, en el sentido de que está movida por la curiosidad sobre la naturaleza, sin saber dónde te va a llevar. Un descubrimiento, por definición, no se puede predecir. Nunca descubres algo intencionadamente. Descubres cosas intentando comprender la naturaleza. Y estos descubrimientos son la única base para el avance de la medicina. Lo que distingue a la iniciativa académica de la farmacéutica es que la primera no está orientada a unos objetivos. Esa es la esencia de la investigación académica. Las farmacéuticas, por otro lado, no pueden justificar una inversión en algo que no tiene unos fines obvios. Una empresa no puede invertir dinero para hacer algo que quizá nunca tenga un beneficio. Es imposible”.

“Los académicos se arriesgan, intentan hacer cosas que pueden conducir a algo o no. Y te la juegas, porque si no llegas a nada puedes perder tu posición. Las farmacéuticas son alérgicas al riesgo por naturaleza. Los negocios evitan los riesgos. Otra diferencia es la escala de tiempo. No sabes cuánto tiempo necesitarás. Muchas investigaciones requieren décadas. Yo nunca he hecho nada en menos de 20 años. Y cada vez más, los gestores de las farmacéuticas tienen que informar de sus beneficios cada tres meses. ¿Quién va a decirle a su junta directiva que la empresa ha hecho una gran inversión en investigación que puede no llevar a nada y que requerirá 20 años? Y, al mismo tiempo, sin ese tipo de investigaciones las farmacéuticas no tienen nada”, dijo también.

“Mi mensaje fundamental es que el Gobierno, en representación de los ciudadanos, tiene que apoyar las investigaciones que impliquen riesgos y puedan requerir mucho tiempo. Esa es la única solución para problemas como las infecciones, las enfermedades genéticas y el cáncer”, sostuvo.

Está todo dicho.

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